Exposición «Diálogos»: La referencia bien lograda de los clásicos

La exposición “Diálogos” realizada en la Galería Klee, en pleno Barrio Lastarria, busca hacer interactuar pintura, fotografía y performance. Los artistas implicados son el pintor Ricardo Baeza, el fotógrafo Gonzalo Tejeda y la artista de performance Neda Godoy.

Por Faiz Mashini

Publicado el 22.12.2017

En un primer acercamiento, este diálogo propuesto está dado por lo cromático. Entre fotografía y pintura se establece un vínculo en la disposición del montaje. Las pinturas de Ricardo Baeza son más bien abstractas, mientras que las fotografías de Gonzalo Tejeda no solo son temáticas sino que además buscan se arma una suerte de escenario para ser fotografiado. Una mujer alada, vestida de rojo, camina por la calle arrastrando pertrechos, se detiene para realizar varios gestos rituales. La mujer que presenciamos es la misma que está en las fotografías de Gonzalo Tejeda. Un tercer elemento irrumpe y es la artista Neda Godoy, realizando una performance al lado opuesto de la calzada. Lo interesante del diálogo es que la modelo fotografiada es la misma artista que está accionando en ese momento, a tiempo real.

Viste prendas o elementos usados en las fotografías y busca el ejercicio de desprenderse de ellas, casi en un acto ritual, y al desvestirse, dejar la huella. El trayecto por la calle constituye el relato de la liberación de los contenidos dados en conjunto por la fotografía. En ese sentido, foto y acto-performance se oponen: uno expresa, el otro, al liberarse, lo supera; en uno se muestra el yugo, en el otro el triunfo.

Justamente, los elementos, al constituir estos accesorios de tortura como alambre de púas, un casco con plumas, llaves con las cuales se electrocutaba, corvos como símbolo de arma instaurada en la historia del ejército chileno. Neda sube al segundo piso, para mostrar con el gesto físico la brutalidad del arma.

Con lo descrito comienza lo que la muestra se propone y es el diálogo, solo dado por el contenido profundo de las obras, su semántica, su simbolismo y una clara demostración de trabajo conjunto. Dos disciplinas que siendo tan distintas pueden verse envueltas por un objetivo común.

Ahondaré en la obra de Gonzalo Tejeda: en ella se puede identificar dos propuestas. La primera, relacionada con este lenguaje de la tortura en un gesto de “hacerse cargo”, desde problemáticas estéticas, de una realidad histórica que nos da pie a establecer pilares de la construcción de nuestra identidad. La segunda es un modo de trabajar la idea de “cita”, temática que es preponderante en el S XIX y XX en la historia de la pintura.

Desde Édouard Manet (1832-1883), vemos cómo éste citaba en La Olimpia (1863) a la Venus de Urbino de Tiziano (1538). Las similitudes entre los cuadros hacen referencia directa y dialogan el uno con el otro. Cuando se compara la Olimpia con la Venus de Urbino, vemos coincidencias escenográficas en las pinturas y figuras, posturas similares, y así se puede enumerar un sucesión de aspectos en común, hasta que vemos un guiño que nos lleva a comprender que son oposiciones. En la oposición se genera el contenido escandaloso: la prostituta que propone Manet en el lugar de la diosa. Francia está en shock, y el arte cambia por la influencia de Baudelaire en la pintura. De ahí Paul Gauguin (1848-1903) hace referencia a estos dos cuadros con La Pérdida de la Virginidad (1891), yendo más allá, Manet complementa con Le Déjeuner sur le’ Herbe (El desayuno en la hierba – 1863) citando al Concierto Campestre de Tiziano (1501), para luego ser tomado por Picasso y tantos autores más a lo largo del Siglo XX por innumerables artistas. Y así ocurre en la postmodernidad con autores como los Hermanos Chapman o Yasumasa Morimura, Demien Hirst entre otros montones de montones.

La cita se vuelve más que un diálogo, una discusión entre épocas. No solo se establece conflicto, sino que se hace desde la tradición. Lo interesante de la obra de la fotografía de Gonzalo Tejeda con Neda como artista de performance es que en lo que a la cita respecta se vislumbra dicha problemática. Una primera cita titulada “Isaac” en honor al sacrificio bíblico, cita directa de La Perla del Mercader (1884) de Valenzuela Puelma. La oposición es clara. Se invierten los roles de género burlándose de ellos. Una papisa con el rostro tapado y el parte de su cuerpo descubierto reemplaza al mercader. El hombre en la misma posición que la mujer, cubre su rostro con sus antebrazos. Un alusa plast reemplaza el velo, ridiculizando la materialidad plástica actual. Los colores pasteles, amarillentos, se vuelven complementarios al uso de celestes y la papisa resalta con un rojo estridente.

Una segunda cita refiera a Francis Bacon. Neda cuelga de cabeza entre dos mitades de res colgando. El conocido cuadro por Rembrant, es tomado por Soutine con un cordero abierto y Bacon incansablemente, para luego ser usado en la postmodernidad en variadas ocasiones. Se entremezcla la cita con el uso de los pañuelos en la boca del artista Mathew Barney. El rostro se cubre con una venda roja, y el pañuelo se posa en una vagina menstruante, o tal vez yaga por violación.

Hemos repetido en dos ocasiones la importancia del cuerpo, del anonimato con los rostros tapados, a la cosificación, la explotación y luego la tortura. Lo que hacen estos artistas es posicionar contenidos de nuestra época y nuestra tradición e historia.

Se repite el gesto con La Muerte de Marat de Jaques Luis David. Imagen popularizada por El Padrino II. En este caso, un águila mira la escena de la suicidada, simbolizando cómo Estados Unidos pone su ojo de águila en las decisiones latinoamericanas.

Tenemos además las obras que ya no son cita de por sí, pero están revestidas de un mismo potencial de contenido. La obra titulada “1990”, muestra a Neda posada sobre una piedra, con un gran angular, percibimos la magnitud de un cielo eterno, como si del cosmos cayera con toda violencia este ángel, el año que cae la dictadura, pero nos referencia al ícono de las monedas de 10 pesos que expresan la libertad que nos proponen los milicos y libertad, en este caso perdido en un cerro, también nos rememora la película Brazil de Terry Gilliam.

Otras dos fotos muestran la destrucción de lo simbólico, La Justicia mutilada con el uso del corvo como corrupción de un arma de justicia. Otro, un cuerpo femenino se ve envuelto por una tela blanca, cuerpo que es a su vez enrollado por alambres de púas. Sangre brota de ciertos puntos y una tabla sobresale detrás de la cabeza. El paño cubre un cuerpo ocultando su identidad. Se desvela que es una mujer cuando la humedad acusa cierta transparencia. Las partes del cuerpo sugieren la desnudez y nuevamente, el rostro tapado cubre la identidad, la universaliza. Los colores de la utopía americana componen esta obra: negro y rojo de fondo divididos por una diagonal, composición que justamente se ve repetida en varias banderas latinoamericanas, proponiendo también colores de la revolución.

Por último, la foto tomada en la Maestranza de San Bernardo, espacio arquitectónico en decadencias, alambres cuelgan de sus brazos como alas, llaves de puertas refieren a sistemas distorcionados en Chile para causar mayor flagelo a la hora de electrocutar como signo de evolución de la tortura en Chile, y finalmente, la presencia del escudo chileno con la trinidad de colores en las plumas sobre el casco de militar, traje de vedette.

Gonzalo Tejeda marca claramente una impronta con su obra fotográfica de vivos colores, rebosantes de contenido hilvanado con la obra de Neda Godoy.

 

 

 

 

 

Crédito de las fotografías: Galería Klee