José Saramago: Con los ojos del campo portugués

La bibliografía del Premio Nobel de Literatura 1998 es un símbolo de la ruralidad lusa y la expresión de una vida que concibió una controvertida mirada artística, política e histórica, en torno al derrotero de su país natal.

Por Carlos Ravest Letelier

Publicado el 15.11.2017

El portugués José Saramago es una de esas almas que nos recuerda el sentido ancestral que posee la vida campesina. Por encima de lo medible, el origen de lo “primigenio” se expresa en la ruralidad, en el desarrollo de los oficios, en la temprana vida en el trabajo, y en el acento de época que encarnan sus obras.

De orígenes sencillos, al igual que el sociólogo Pierre Bourdieu -hijo de un carpintero-, este luso descendente de campesinos ejemplifica a la perfección el concepto del Habitus desarrollado por Bourdieu, con variante rural.

Bourdieu en su libro “El habitus de Heidegger”, desglosa el perfil de uno de los últimos grandes pensadores del siglo XX: Profesor de Filosofía, residente en el campo. Estos aspectos, para el cientista social galo fueron claves en la configuración del Habitus, entendido como: “La incorporación de disposiciones mediante las socializaciones, reproduciendo las regularidades del mundo social.”

¿Es Saramago el símbolo de la vida campesina, el mismo que llevo a la familia Mozart, a ser una de las más influyentes a nivel musical en la historia del mundo?

Sin duda, que la obra de Saramago se encuentra escrita en claves lingüísticas, al igual que un concierto para piano. En “Ensayo sobre la ceguera” de 1995, nos encontramos con una bisagra semántica simple. Dice Saramago: “No es que no veamos, sino es que viendo, no vemos”.

¿Qué será lo que no observamos, que sí parece advertir el talentoso narrador portugués? Pueden ser sus mismos orígenes, caldo inspirador de la ambientación de sus obras. Saramago tempranamente, a falta de recursos económicos de su familia, se trasladó a la Escuela Industrial Alfonso Domingues de Lisboa, donde estudio cerrajería metálica. Se formó en la biblioteca de su barrio. De forma gradual, empezó a desarrollar una controvertida, autentica, visión de la historia y de la cultura, enfatizando la importancia que posee: “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”, como diría en su “Ensayo sobre la ceguera”.

De una postura estética por sobre el partidismo político, similar a la actitud de integristas en Chile como Jaime Eyzaguirre, quienes defendían una óptica más filosófica respecto de la cuestión social, Saramago consolida a través de su obra «Alzado del suelo», de 1980, una novela histórica compuesta en un lenguaje campesino, con una estructura literaria sólida.

Su rol como jefe administrativo en la Industria Metalomecánica, y su multifuncionalidad laboral, nos recuerdan un antiguo informe de desarrollo humano del PNUD, del año 2003, titulado: “Las dimensiones del trabajo”. En este texto se compara el perfil de un «hijo economista», versus un «padre relojero». El estudio sintéticamente muestra, como luego de modificarles la información de trabajo y el entorno a ambos, el padre relojero es capaz de adaptarse de mejor manera al entorno, desarrollando una multifuncionalidad laboral producto de la necesidad, la cual el hijo no es capaz de recrear.

De esta manera, es posible distinguir como han cambiado los oficios con la Modernidad, migrando hacia el extremo de tener profesionales, con doctorados y MBA, sin habilidades blandas, ni habilidades sociales, incapaces al parecer de abrir la puerta a la creatividad y a la imaginación.

 

Bibliografía

Jose Saramago. «Alzado de suelo» (1980)

Jose Saramago. «Ensayo sobre la ceguera» (1995)

 

La portada de una edición en castellano del «Ensayo sobre la ceguera» (1995), de José Saramago