«La cenicienta», versión estelar, en la voz de la cantante Cecilia Frigerio

Una de las sopranos chilenas más destacadas de las últimas décadas, analiza para «Cine y Literatura» las alternativas de la cuarta fecha lírica de la temporada 2017 del Teatro Municipal de Santiago, en el montaje correspondiente al llamado elenco estelar o nacional.

Por Cecilia Frigerio de la Fuente

Publicado el 25.08.2017

Elenco Estelar
Martes 22 de agosto de 2017
19:00 horas

Nuestro querido cuento «La cenicienta», arraigado en nuestros corazones, se hizo Ópera. Una historia real, sin hada madrina y con personajes vitales, intrigantes, bufos, que a veces nos hicieron llorar y reír en plenitud. Una ópera llena de colorido, temas sutiles, ritmos vivaces y ágiles que nos hacían recordar nuestra niñez cuando íbamos de la mano a jugar al pillarse o a las escondidas hasta quedar sin aliento. Tiene ese perfume infantil que tan bien hace al alma, esa alegría juguetona -casi olvidada- la representa Gioacchino Rossini en forma total y absoluta.

En la batuta, Pedro Pablo Prudencio supo sacarle brillo a los instrumentos: energía vital y conmovedora, entrelazándose a la perfección con las voces líricas. La puesta en escena de Jérôme Savary fue amena, divertida, rápida y elocuente. Sobre todo en los pasajes de las hermanastras Clorinda y Tisbe, personajes caricaturescos y repulsivos a la vez. La escenografía y vestuario de Ezio Toffolutti fue muy acorde a lo que es el cuento de la Cenicienta. Una puesta en escena sencilla, sin mayores pretensiones, pero que nos hizo imaginar por un momento que, nosotros, como público, también formábamos parte del elenco. El iluminador Sebastien Bohm, en tanto, jugó con las luces a la perfección.

«La cenicienta», versión estelar, durante su presentación en la temporada 2017 del Municipal de Santiago. Crédito: Patricio Melo

Los cantantes

Clorinda y Tisbe, las hermanastras, encarnadas por Yaritza Véliz y Marcela González, respectivamente, se unieron de forma admirable, tanto escénica como vocalmente. El color de voz más ligero de Véliz lució en los dúos junto a González, poseedora de una voz de soprano mas lírica y «corposa». Ambas hicieron renacer a estos personajes tan cómicos y malignos, y musicalmente estuvieron muy bien. Don Magnífico, interpretado por Sergio Gallardo, fue un barítono solvente, buen actor con un estupendo movimiento escénico. También, su dicción italiana me llamo la atención. Prácticamente se le entendía todo. Su color de voz dio con el personaje, a pesar de que al final denotó cierto cansancio en el dúo junto a Dandini: «Un segreto d’ importanza».

Dandini -interpretado por Patricio Sabaté- fue un personaje creíble, tanto escénica como vocalmente. Su voz en los «solos» destacó por su belleza y por su pureza de timbre. La impecable coloratura de su instrumento vocal, a veces se perdía en los «concertantes», saliendo a relucir en sus solos.

Alidoro, personificado por Matías Moncada fue un bajo barítono de voz potente y corredora. Buenas coloraturas, pero aún debe perfeccionar sus agudos, que se escuchan algo forzados. Don Ramiro, personificado por Santiago Burgi representó un tenor de bello y melodioso timbre. Lució facilidad de coloraturas y liviandad de sonido, principalmente en el centro de su voz, pero a veces, en los pasajes más agudos, «se le iba hacia atrás la voz», perdiendo pureza, belleza, soltura de emisión.

Finalmente, Evelyn Ramírez, en el rol de Angelina, evidenció un bello timbre «caprino», de mezzo soprano: firme, segura en sus coloraturas y legatos. Una voz pareja en su registro, que envolvió al auditorio en la hermosura melódica de la partitura de Rossini. Principalmente sacó aplausos en su aria final «Nacqui all affanno», demostrando dominio en su instrumento y en su agudo final, muy conmovedor.

En síntesis, «La Cenerentola» fue una ópera que pudimos disfrutar de principio a fin, una ópera alegre, vivaz, dinámica, que nos llevó a la niñez de una manera sobrecogedora.