«Paisaje nacional»: El panorama chileno del trabajo, al interior de una fábrica

El montaje se desenvuelve dentro de una empresa textil, con dos mujeres encerradas durante la noche para avanzar en la manufactura del producto que se les ha asignado. Y en esta esclavitud, como residuo de un sistema de lógica de mercado, sacrificando sus noches al encierro, se manifiesta un mundo propio dado por el constante vaivén entre ambos sujetos: una metáfora del exterior se ha contenido en cuatro paredes, entre telas, máquinas de coser y pelusas. Una situación, un espacio, dos personajes.

Por Faiz Mashini

Publicado el 26.10.2017

La compañía de teatro La Réplika se caracteriza por sostener su trabajo en la capacidad actoral. Cada obra es un choque de temperamentos. Y es justamente eso lo que llama la atención en este trabajo. El modo en que ambos personajes enrolan situaciones distintas, y cómo las actrices son capaces de engañar con actitudes de dominio y subyugación, una sobre la otra, para luego dar vuelta los roles y culminar con una mutua empatía. Esta marca de la referida agrupación no deja de recordarme las películas más crudas y experimentales de John Cassavettes, donde la dirección jamás contiene al actor, sino que al contrario, le da rienda suelta en su fuerza creativa.

Esta capacidad interpretativa, es también propia y particular de la dramaturgia de La Réplika, la cual produce una constante tensión, y saben lograr que aquella potencia, al desgastarse, se vuelque en una nueva fuerza, como si compusieran en la trama a partir de la acumulación de energía, las tensiones explosivas, los quiebres, los vuelcos y nuevas direcciones del relato dramático.

La actriz Natalia Navarrete se desplaza de una manera particular, gesticula, y expresa un tono de voz que nos hablan del desgaste del trabajo, la huella indeleble en el cuerpo, y su modo de representar al personaje con lo gestual, remite también a una historia. Aquella mujer sí tiene pasado, está llena de historia, como un cuadro del pintor realista Millet, de cuyas mujeres, siendo sólo una imagen, expresan en su silueta y postura, a toda la clase campesina.

Se develan las diferencias de clases en la opresión, y el trabajo actoral se sumerge en las formas que adquieren los personajes a nivel sicológico bajo dicho dominio. El ser retraído, el ser reprendido, se vuelca en rabia frente a la ignorancia liviana de las clases privilegiadas, expresándolo en las muecas y los tonos. De esta manera, el modo de hablar y de ser, buscan referencia en el estudio de personajes a cabalidad. Es así como Anita Domínguez nos entretiene con la contraparte insidiosa –a ratos picaresca– frente al estilo del personaje de Natalia.

La iluminación es acorde al espacio que se desea representar, y el conjunto estético está puesto en función a ello. Una luz cruda, cálida y sencilla ilumina la sala de manera general. En algunos momentos los cortes de la claridad mantienen la visualidad de una contraposición fría y blanquecina, causando contraste, como si la luz se colara de alguna ventana desde la calle, pero también ésta proviene, en otros instantes, desde la misma máquina de coser, del celular o de una lámpara pequeña, divirtiéndonos con juegos teatrales dentro de la misma obra, e incluso se las arreglan para realizar una simulación de sombras chinas.

El vestuario es naturalista. Con un color celeste de cotona, nos da la sensación ochentera del trabajo en fábricas. Mientras la puesta en escena, como ya lo hemos nombrado, está constituida por este caos de retazos de género, papel craft y cajas de cartón, elementos añadidos a una mesa céntrica con una tela de planchado.

La dirección está preocupada de llevar al actor a explorar en su inquietud por no dejar recoveco sin habitar en escena, pero también de respetar silencios, tiempos, e intimidad.

Invito a ver este montaje teatral valiente del retrato social en lo interno de la explotación, y el sueño de los que no tienen permiso para anhelar, en un alegato tierno y femenino.

En algunos momentos los cortes de la claridad mantienen la visualidad de una contraposición fría y blanquecina, causando contraste, como si la luz se colara de alguna ventana desde la calle, pero también ésta proviene, en otros instantes, desde la misma máquina de coser

 

En este montaje se develan las diferencias de clases en la opresión, y el trabajo actoral se sumerge en las formas que adquieren los personajes a nivel sicológico bajo dicho dominio

 

Ficha técnica:

Dramaturgia y dirección: Ricardo Hernández Salgado
Colaboración en dirección de remontaje: José Araya Véliz
Técnico: Brian Latorre Sepúlveda
Diseño de iluminación: Manuel Morgado
Diseño escenográfico: Teatro La Réplika
Diseño integral: Gonzalo Velozo
Diseño gráfico: Manuel Morgado
Fotografía: Felipe Gamboa Caneo – Estudio: Flotante Fotografía
Producción: Natalia Navarrete G.
Elenco: Natalia Navarrete Guajardo, Anita Domínguez Corvalán

Funciones: Desde el 19 de octubre hasta el 11 de noviembre, a las 21:00 horas

Valores de las entradas: $5.000 general | $3.500 estudiantes y 3° edad | Jueves populares $3.000
Sala: Teatro Sidarte, Sala – 2
Dirección: Calle Ernesto Pinto Lagarrigue Nº 131, barrio Bellavista, comuna de Providencia, Santiago

 

Crédito de las fotografías: Fundación Sidarte