Practicándonos mutuamente: Los versos de Andrés Torres Meza

La poesía de este novísimo autor nacional simboliza una creación enlazada con el sentimiento vívido de una sensualidad honesta, cotidiana y atormentada, donde destacan sus líneas culposas y sinceras en la intención de capturar los olores y la corporalidad de una sexualidad que se compenetra con los anhelos más genuinos y existenciales de su peculiar hablante lírico. Aquí, una selección extraída de su libro «Crónicas del Chakal» (Los Perros Románticos, Santiago, 2017), y adjuntada especialmente para el Diario «Cine y Literatura».

Por Andrés Torres Meza

Publicado el 21.1.2018

 

Zonas de peligro

Zonas de Peligro anuncian las señalÉticas-autodestructivas

en las esquinas de la falopa

donde los zombis levitan sobre los pasos de cebras

por sobre las costillas de concreto

en estado: PILOTO-AUTOMATIKO

hasta la  _______________________________de tanax:

siguiendo largas franjas de rayas-tanax

siguiendo largas franjas de rayas-raspado de muralla

siguiendo largas franjas de rayas-como-cordilleras

[bajo la polucionada nube de smog

siguiendo largas franjas de rayas hasta las narices

siguiendo largas franjas de rayas hasta la muerte

 

Entre la foresta furiosa

La foresta

débilmente iluminada

alberga sombras chinescas

que saltan /

se pervierten.

Aguas del Mapocho

pequeños murmullos

pulmones tísicos /

seres agónicos.

Arbustos se agitan

risillas de niños caen de las hojas

palabras se cortan

no alcanzan a nada decir.

Olor a entrepiernas

elevándose desde la hierba

a la noche

hacia La Cúpula de Neón

impregnando a la ciudad

de olor a vísceras de pescado

 

Aborto

Y la criatura

estaba a punto de emerger del vacío

como un Sol Negro

-muchas contracciones duró el parto-

y mientras el obstetra rasgaba el vientre, yo

te acariciaba las mejillas.

Y le sacó de una pierna

comenzó a sollozar / gritar /

sangre / placenta chorreaban desde su pequeño

arrugado rostro.

El obstetra dijo: “Pulmones buenos, está apto”,

depositándolo sobre una pesa.

“2 kilos 30, está apto”, confirmó el técnico tras el

instrumento metálico.

La partera acercó su pequeño rostro anfibio

a tu rostro contraído de dolor / empapado en lágrimas.

Lo depositó en mis brazos gritando a los instrumentos quirúrgicos:

“Los hombres también engendran piojos y gusanos. Sígame,

está apto”.

Cargué a nuestro hijo por aquellos pasillos impregnados

a enfermedad

mientras tus gritos heridos como un lenguaje inútil,

agonizaban sobre la camilla de operaciones

a merced

de las enguantadas manos de los cirujanos / reclutadores de

vida-muerta.

Y le miré,

al hervidero de gusanos en mis brazos. Contemplaba

una mancha de rorschach en la pared blanca de nuestra casa.

Somos:

vacíos envases     /    inutilidad    /    sin finalidad alguna

líquidos mezclándose / apretándose en busca del remedo

[a la vida.

 

Producto símil al acto de la diarrea / a la orina.

Producto del sudor helado. Producto de aquel suspiro

que nada dura.

 

¿Qué podemos esperar que salga de nuestros penes?

 

¡Largas franjas de semen-fecal!

 

Mejor

un raspado, algo que barriese

con toda aquella cantidad de  células

sin sentido

 

El culpable

El primer golpe lo di yo.

Puñetazo en el ojo.

Extraño

delicioso

puñetazo que

inauguró en nosotros

el cruce de una nueva frontera

más exquisita

nuevas maneras

de sentirnos repulsivos

deseosos de seguir

practicándonos mutuamente

exorcismos a fuerza de golpes

y extraer

del otro

a la aberración

al demonio

culpables de nuestro odio:

 

¡AQUEL MALDITO BEBÉ CON ALETAS DE PEZ!

 

Vacío

Nunca

tocó el vientre.

Nunca

toqué su vientre.

Nunca la vi hablándole.

Nunca me vi hablándole.

Ni lo acarició como suelen hacer las madres.

Ni lo acaricie como suelen hacer los padres.

Una noche, al regresar del trabajo

la encontré mirándose el pellejo estriado.

La cabeza, ligeramente inclinada.

Los ojos, muy abiertos.

Al darse cuenta de mi presencia

se incorporó.

Me miró fugazmente refugiándose en la cama.

 

¡Qué estúpidos hemos sido!

 

No nos hubiese costado más de 70 lucas

partir en busca de algún doctor Benway para que vaciase toda

aquella montaña de carne sin sentido. Pero el tiempo pasó y pasó

y cada uno de nosotros, hombres en el metro, hombres

arriba de las micros, humanos por miles marchando

por las calles adoquinadas

mirábamos aquel vientre sin prestarle ninguna importancia.

¡Ahora todos nosotros yacíamos condenados a cuidar a una

[criatura nacida del vacío!

 

Nuestro hijo

Una criatura

con aletas de pez

adicta a tus tetas con calostro

envenenadas con raspado

de muralla / tanax

emergiendo pegajosa del interior de tu vagina

arrastrándose hasta el piso

intentando escabullirse entre los plateados / fríos

instrumentos médicos

temerosa de que la fuésemos a pisotear.

 

Eso pensé que nacería entre tú y yo.

 

“Era hijo del hombre y de la mujer, según me han dicho.

Me sorprende… ¡creo que fue más!”, dijo

la partera con sus manos llenas de placenta

*Lautréamont

 

Hijo del vacío 

“Espéculo”, le dijo el obstetra

mostrándole la máquina de metal

con la que ensanchó el vacío / la cuenca.

Penetró una mano en el interior.

El vientre comenzó a desinflarse.

A tornarse amarilla la piel.

Negras venas emergieron de las estrías

enramándose por todo el cuerpo

surcando direcciones diferentes / líquido

derramado sobre un mapa-sueño de carne.

El obstetra no dejaba de repetir:

“Está muy bien, apto. Todo en su lugar, apto”.

A medida que la mano enguantada

hurgueteaba en el interior del cuerpo,

el vientre se arrugó más / facciones

emergieron en la piel

como dibujos o poemas inacabados. Era

el rostro de aquella promesa futura. Parecía

tener cuatro ojos / dos narices / dos bocas

 

Pozo vacío

El puño se enterró en su ojo.

Quedó suspendida por segundos.

Todo el cuerpo temblando

Desmoronándose parte por parte

Quedando regada por el suelo en escombros /

Casa propia / sueños conyugales x dos UF mensuales

X veinte años

 

“Párate perra, párate puta de mierda”, gritaron los días

[de abstinencia.

 

“Las paredes son de cartón piedra, locos culiaos”, gritaron

[los vecinos desde el otro lado.

 

No se movía. Yacía boca abajo.

La punta del zapato aplastó una de sus manos.

Nada. 0 movimiento.

Me acuclillé. La voltee:

pupilas flotando en pantanos de blancura zombi.

Nariz sangrando.

Respiraba. Vivía.

Observé la violencia de la belleza carcomiendo el cuerpo.

Recorrí su senos / pezones.

Rápido bajé sus pantalones.

Rápido sus calzones.

Encontré la piel azucena.

Abrí las fastidiosas piernas.

Seguía allí la negrura perpetua.

Penetré la negrura / la cuenca / en ella.

Las manos escarbaron debajo de su piel dañándola

Acariciando el vacío en su cuerpo.

Necesitaba rajarla en dos.

Besar suavemente las mejillas enrojecidas por la sangre.

Besar el ojo humillado, el ojo huero

comprender la belleza de la cuenca devorando todo:

 

LA   ÚLTIMA   UTOPÍA   DEL   HOMBRE

LO    QUE  NOS  CONDENA  AL  BARRO

LO  QUE NOS CONDENA A LA MUERTE

 

¿Puede llamarse a esto un paraíso?

 

Un paraíso incendiándose / consumiéndose

cada vez que entro y salgo.

Entro y salgo

 

y a mi alrededor

las cosas:

 

sillas  /  mesas  /  vellos  púbicos

muros /  yesca sangre  /  zapatos

MANCHAS DE RORSCHACH

 

bostezan

 

Síndrome de Abstinencia

Deterioro o pérdida de la audición.

Tinnitus.

Hiperacusia.

Dolor de cabeza.

Fatiga.

Problemas gastrointestinales.

Ansiedad / terror / pánico.

Dolor de pecho.

Disminución de la concentración.

Síndrome de piernas inquietas.

Pesadillas.

Paranoia.

Insomnio.

Náuseas / vómitos.

Espasmos musculares.

Presión arterial elevada.

Sensaciones de shock eléctrico.

Taquicardia.

Visión borrosa.

Pérdida del apetito.

Mareo.

Sensación de irrealidad.

Trastorno obsesivo compulsivo.

Cambios de humor.

“Mi opinión es que usted sufre de ataques de pánico que son muy   frecuentes en estos tiempos entre la población. Le recetaré el pan diario del díazepam. Los síntomas que me describe debiesen desaparecer dentro de las próximas semanas, me dijo el doctor Benway mientras se quitaba los guantes de látex blancos”.

Convulsiones.

Violencia.

Coma.

Trastorno de estrés postraumático.

Psicosis.

Ilusiones.

Manía.

Ideaciones de homicidios.

Delirium tremens.

Suicidio

* Elvira Hernández

 

Andrés Torres Meza, nace en Santiago, cuenta con estudios en fotografía, literatura y bibliotecología. Actualmente reside en la localidad metropolitana de Padre Hurtado. Ha publicado el poemario «Tras la cúpula de neón un dios loco observa», editorial La Polla Literaria (2014), «Crónicas del Chakal», editorial Los Perros Románticos y «Siameses de sueño», por Filacteria Ediciones.

 

El poeta chileno Andrés Torres Meza, junto a la fuente de la vida

 

La portada del poemario «Crónicas del Chakal» (2017), publicado por la editorial Los Perros Románticos

 

Imagen destacada: Los actores españoles Paz Vega y Tristán Ulloa en un fotograma del filme «Lucía y el sexo» (2001), del realizador hispano Julio Medem