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Aniversario de «Cine y Literatura»: Noticias de Hernán Miranda Casanova

Cuando ya el jurado correspondiente a dirimir la entrega del Premio Nacional de Literatura 2020 se ha reunido con el fin de discutir el nombre del ganador o vencedora de la versión de esta temporada, un destacado poeta chileno contemporáneo aborda las claves de una obra fundamental para la creación lírica local de los últimos 40 años: la producida por ese talentoso artista y periodista de bajo perfil, admirado por Carmen Berenguer, Enrique Lihn y Nicanor Parra. [Nota de la Redacción]

Por Leonardo Sanhueza

Publicado el 17.8.2020

 

31 de marzo de 2014. Reedición de la antología Bar abierto

Hace unos años el poeta Hernán Miranda aceptó ser candidato al Premio Nacional de Literatura con la intención de «marcar terreno, como los perros». Ese humor dramático, en el que la ironía no es un arma de cinismo o de lucimiento retórico, sino que realza al descarnado las pequeñas o grandes tragedias, los absurdos, las injusticias, las frustraciones de la existencia humana, ha sido uno de los elementos más característicos de toda su ya extensa obra: un humor que nunca termina en chiste, ya que su mordacidad intenta más bien revelar, a veces con vehemencia, a veces con ternura, aquellas zonas en que la vida hace reír, pero con una risa de alambre.

Nacido en 1941 en Quillota, ese pueblo que según Gonzalo Millán bastaba para entender que los chilenos no necesitábamos buscar muy lejos para encontrar un Macondo, Miranda ha construido en una docena de libros una de las poéticas más originales y potentes de las últimas cuatro décadas chilenas, muestra sustantiva de lo cual es su antología Bar abierto, organizada y prologada por Adán Méndez, que apareció por primera vez en el 2005 en Ediciones Tácitas y que ahora acaba de reeditarse —actualizada y aumentada tanto con poemas publicados en libros posteriores como con materiales inéditos o dispersos—en la colección de poesía de Ediciones Universidad Diego Portales.

Jovialidad constante: Una de las cosas que llama la atención de esta antología es la unidad formal alcanzada por Miranda, a pesar de sus múltiples transformaciones, en las que ha transitado con libertad, de ida y vuelta intermitente, entre el coloquialismo más desenfadado y un lirismo de aire clásico, a la vez que ha probado sin trabas utilizar versos totalmente prosaicos como también algunas tentativas métricas arraigadas en la vieja tradición. Como lo señala Adán Méndez en su prólogo: «asombra cotejar sus poemas de veinteañero con los del sesentón, y comprobar no sólo un constante ritmo y tono, sino también una técnica tan madura en los primeros como en los últimos, y tan jovial en los últimos como en los primeros».

Lenguaje cotidiano: Miranda es sin duda uno de los mayores poetas chilenos vivos, pero su grandeza siempre ha estado en sordina, acallada acaso por su propia humildad. Sus poemas han sido durante décadas una referencia silenciosa pero inolvidable, especialmente por su admirable puntería en la cacería de imágenes, en las que logra ligar ejemplarmente la experiencia cotidiana, por ínfima que sea, con grandes cuestiones filosóficas, políticas y aun religiosas, siempre a través de un lenguaje llano, casi cronístico, poblado de palabras usuales y familiares que conectan la minucia banal con el severo escalofrío que a menudo produce la vida humana. El recuerdo de una joven despedazada por el tren se vuelve así una metáfora de la memoria misma, que trata de juntar sus piezas perdidas. Son imágenes conocidas o relativamente comunes, pero que Miranda logra que signifiquen algo nuevo: un loco, por ejemplo, que se rapa a lo mohicano y cocina sus meados para tomárselos afuera de la iglesia San Francisco, casi invisible para los: «hombres y mujeres de sangre caliente y ojos fríos / que pasan caminando a paso rápido / y a veces hablando solos y haciendo gestos / que nadie entiende».

Fábulas con bichos: En varios de sus poemas Miranda recurre a imágenes hogareñas, muy comunes, pero puestas bajo un cristal que les da un aire de fábulas o parábolas. Las hormigas en fila india, por ejemplo, a las que de pronto una mano les corta el camino: «Miren cómo una mano temblorosa / puede llegar a ser una montaña / que habrá que ascender». O esa cucaracha sorprendida a medianoche en el baño, inmóvil, entregada a la muerte, sin saber que el poeta le perdonará la vida y hará como que no la ha visto, porque conoce: «lo que es vivir en peligro amenazado siempre por el poder».

 

«Bar abierto», de Hernán Miranda (Ediciones Universidad Diego Portales, 2014)

 

30 de mayo de 2016. Recuerdos del día en que el zoológico enjauló un animal de terno y corbata

El domingo 4 de marzo de 1984, el Zoológico Metropolitano exhibió, por primera y única vez, un ejemplar de la especie Homo sapiens. El primate, que había llegado al recinto por sus propios medios, se hallaba vestido de terno y corbata cuando fue encerrado, a las nueve de la mañana en punto, con un fuerte candado, en una jaula previamente dispuesta y manguereada, contigua a la de los monos araña. Premunido de un maletín «tipo James Bond», el animal hizo un breve reconocimiento de su reducto, que había sido adaptado según su hábitat natural: había una mesa, una silla, un taburete, varios periódicos y revistas, una radio a pilas, una especie de inodoro y una novela. Después de comprobar que además tenía vista a un elefante, un oso, unas focas y un lote de loros, se sentó a esperar que llegaran los visitantes.

No se trataba, por supuesto, de una versión moderna y santiaguina de los «zoológicos humanos» del novecientos que todavía avergüenzan a varias ciudades europeas, sino de un osado happening del poeta Hernán Miranda, que en plena dictadura se las arregló para llevar a cabo esa acción que la censura, a pesar de las evidentes connotaciones políticas que tenía, y tal vez descolocada ante el mensaje ecológico y el absurdo de la situación, no alcanzó ni a poner en su mira cuando el hecho ya se había vuelto la noticia del día, transmitida incluso por Televisión Nacional a todo el territorio. Un par de semanas después, el propio poeta relató su experiencia en una crónica que se publicó (tres páginas y portada) en la revista Buen Domingo.

Miranda tenía poco más de 40 años y había publicado sólo dos libros. Hoy se está preparando la publicación de sus obras completas.

Tirón de orejas: La performance de Miranda estuvo secundada por varios otros escritores, artistas y personalidades de la cultura, los que fueron llegando paulatinamente al zoológico. El primero en apersonarse había sido el doctor Juan Grau, reconocido ecologista, quien valoró el hecho como un llamado de atención sobre el cautiverio animal. Más tarde llegaron varios escritores, entre los que destacaban Enrique Lihn y Nicanor Parra, quien sostuvo que estaba ante: «un buen tirón de orejas a toda la cultura» y «una gran metáfora sobre la condición humana». Dijo: «Este acto es una invitación a la libertad. Claro que cae de maduro que hay otros hombres que deberían estar enjaulados». El sicólogo y poeta Eduardo Llanos Melussa, en tanto, comentó: «Sería bueno preguntarse quién es el que está enjaulado, si él o nosotros».

Réclames y maní: Las reacciones del público eran variadas e iban de la indiferencia a la indignación. A la hora de almuerzo, al homínido le fue suministrada su ración como a todos los demás animales, en un balde que el personal del zoológico puso en el suelo, desde donde el terneado mamífero pudo recoger una empanada, una porción de estofado y una bebida. Ante eso, una señora puso el grito en el cielo: «¡Por qué se trata así a un ser humano!». Más allá, una «lola artesanal», cayendo en la cuenta de lo que estaba viendo, gritó con entusiasmo: «¡Están haciendo una acción de arte!». «Están filmando un réclame», repuso un chusco con seguridad. Un niño que observaba al poeta trató de comprender la situación, luego puso cara de pena, miró su bolsa de maní y le preguntó a su padre: «Papi, ¿puedo darle de comer?».

Lihn en su salsa: De los asistentes ilustres, el que se robó la película fue Enrique Lihn, quien no perdió la ocasión de montar su propio espectáculo. Se paseaba de un lado al otro frente a la jaula, gritando sentencias que se le iban ocurriendo: «¡El hombre desciende del perro y no del mono!», «¡El hombre es el único animal que usa lentes oscuros!», «¡El hombre es el único animal que posa para la cámara!», «¡El hombre es el único animal que trabaja para la TV!». Después de lo cual, más calmado, comentó la acción de Miranda: «Es un acto precursor que debe ser imitado y, eventualmente, superado».

 

Hernán Miranda Casanova y su intervención artística de 1984

 

26 de febrero de 2018. Publicación de Poesía reunida

Casi medio siglo ha pasado desde que el poeta Hernán Miranda publicó Arte de vaticinar, su primer libro. Desde entonces, su obra ha seguido un trayecto más bien silencioso, bastante a trasmano de las vitrinas literarias, asomada apenas a la difusión que merecería si se tomara en cuenta su condición de pieza clave en el panorama de la poesía chilena de todas estas décadas. Afortunadamente para los lectores, en los últimos años esa mezquina visibilidad ha ido cambiando con fuerza. La guinda de la torta es la publicacion del libro Poesía reunida, que compendia la obra poética completa de Hernán Miranda, es decir, los diez títulos que ha publicado hasta la fecha, además de un texto inédito y una nutrida sección de poemas hasta ahora dispersos en revistas y antologías.

El libro permite ver una obra variada y a la vez unitaria. A pesar de que ha sido más o menos fiel al espíritu de su generación, que a partir de los años 60 puso en circulación la idea de que la poesía debía ser clara, directa y cotidiana, proveniente de la vida y del hombre común, Miranda logró extremar esa poética hasta llevarla a un límite tan personal que, sin traicionarla, parece ser una excepción a esa clave generacional.

Lente de aumento: La sencillez de Miranda produce un efecto de lupa sobre cuestiones inesperadamente vastas: horrores, amores, felicidades, padecimientos. En ocasiones, ese lenguaje directo se acerca al periodismo, como también lo hacen sus temas e imágenes. Esa manera de mirar y contar como un cronista le sirve al autor para asuntos hogareños o de alcance nacional, para protagonistas de la «gran historia» o para personajes locales, haciendo así un cuadro en que lo pequeño y lo íntimo tienen tanto lugar como lo enorme y lo común.

Jesús en el Mapocho: En el poema «La entrada de Cristo en Santiago» queda claro ese espíritu inclusivo del poeta–cronista, que se imagina pintando un cuadro semejante a «La entrada de Cristo en Bruselas» de Ensor, pero a la chilena, de modo que la tela quede llena de una multitud de sujetos de todas las raleas imaginables («banqueros, industriales de éxito, jugadores de tenis top ten, / prostitutas, travestis, trabajadores de la construcción (…) también dejémosle un pedacito de tela / al Mamo Contreras / para que aparezca haciendo guiños muerto de la risa»).

En el poema, de pronto, esa ilusión pictórica parece haber sido un sueño, pero resulta que la realidad es mucho más intensa: Cristo entra en moto por la Alameda y, después de ver la de cosas que ocurren en la multitud, entre ellas la matanza del Seguro Obrero y el golpe militar, el poeta entra a la Unión Chica con los fantasmas de Jorge Teillier y Rolando Cárdenas, luego de lo cual se pone a pensar: «Cuando aparezca, Cristo tendrá el recibimiento que se merece / ubicado en un lugar de privilegio entre los contertulios / cada uno con un vaso de vino / y algún trozo de pan para engañar las tripas / como corresponde».

 

«Poesía reunida», de Hernán Miranda Casanova (Ediciones Tácitas, 2018)

 

 

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Leonardo Sanhueza Fritis (Temuco, 1974) es un escritor chileno que cultiva la poesía y la narrativa, Premio Pablo Neruda 2012 por su trayectoria artística y creativa.

 

Leonardo Sanhueza

 

 

Imagen destacada: Hernán Miranda Casanova.

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