Icono del sitio Cine y Literatura

«Aquaman»: La vigencia del cine de matiné

El filme del director australiano James Wan pertenece a un género audiovisual que pretende entretener y lo consigue: la publicitaria fotografía de Don Burgess y el trepidante montaje de Kirk M. Morri -junto a la energética banda musical de Rupert Gregson-Williams- mantienen el frenesí dramático durante las más de dos horas por las cuales se extiende el metraje de la cinta.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 25.12.2018

El cine de matiné subsiste sin problemas. En este caso la franquicia de superhéroes, basada en Aquaman de Mort Weisenger, ha revivido al Rey del Mar en un potente actor maorí (Arthur o Aquaman, en Jason Mamoa), quien se luce como un hombre de los antiguos, de pocas luces eso sí, entrometido a la fuerza en la política palaciega de Atlantis, para obtener la supervivencia de la Tierra. Como se dice en la película, más que un rey, aunque porta esa gota de sangre que le hace distinto al resto, es un héroe, un campeón sufrido, muchas veces derrotado, pero siempre resiliente.

Es esta forma de verse como un hombre con poderes, pero también rey (presunto) de su raza, su condición de exiliado y con su madre desaparecida (Nicole Kindman, nada menos), lo que hace de Aquaman un héroe entrañable antes que todo. Tiene menos confianza en sí que Thor, dios y rey al mismo tiempo. Él es un “mestizo” entre Thomas Curry (Temuera Morrison), una habitante de la sumergida Atlantis y un hombre de la tierra. Asimetría física y también social. El padre, guardián de un faro; ella, reina en su mundo.

La visión juguetona de Aquaman se acrecienta con sus misiones de rescate a un submarino ruso de los piratas. Pero también con la presencia discontinua de consejeros de su madre, que ha sido detenida por tener un hijo con un terrícola y ha sido forzada a seguir con su papel de princesa entregada por matrimonio arreglado. Hasta ahí, vemos un chico bueno, con algo más de malicia (y consumo de alcohol) que Superman, y que cuyo gran poder además de su fuerza, es su comunicación con las especies del mar, a las que acaudilla y puede reunir en pos de sí (Notable la escena del acuario para la superación del bullying con Otis Danjhi, como Aquaman a los 13 años).

La aparición de la princesa Mera (Amber Heard), y de un entramado de juego de tronos en Atlantis, revela que para el rey y el hijo legítimo, Orm (Patrick Wilson), él es un bastardo, y también adversario porque está preparando una guerra a todo lo humano, incluyendo a él. Para ello cuenta con un aliado, un pirata humano David. El mismo cuyo padre, ha fallecido al principio de la trama, cuando Aquaman rescata al navío ruso. La búsqueda del hermano del rey por grupos de Atlantis, se convierte en una cacería generalizada, que incluye devolver a la Tierra todos sus desechos plásticos y buques de guerra en un furioso temporal dando una inesperada nota ecologista acerca del estado de nuestros mares.

Es paradojal que la corrección ambiental del filme, sea por otro lado un desborde de masculinidad. Esto prueba que el lenguaje políticamente correcto es tan caleidoscópico como contradictorio. Pero, también esa cuota de personaje machista, dominado por la mujer (la princesa y luego novia) es también un aspecto de la realidad que forja su derrotero, más tarde, cuando debe retar al rey en el poder.

Durante largas secuencias, que van desde su enfrentamiento en el coliseo, Aquaman más se parece a Bruce Willy interpretando a sus héroes comunes y corrientes (en Duro de Matar 1, 2, 3 y 4) que a un superhéroe dueño del fondo del mar. Pero es más por los consejos de Mera y del consejero Nuides Vulkan (Willem Dafoe) que otra cosa, el Aquaman burdo empieza a entender que si no cumple su misión los reinos de Atlantis atacarán la superficie y gracias a su mejor tecnología vencerán. Gracioso es el interludio en Grecia, que parece sacado de todo el imaginario que un anglosajón ha cultivado del pasado clásico de griegos y romanos. Las imágenes en la villa siciliana son de postal de turismo, y la lucha con los villanos no deja descanso a la vista, mientras el humano traidor es derrotado de forma final.

Orm, el rey, sigue buscando apoyo, mediante la presión y el asesinato para su gran guerra, lo que hace más urgente la búsqueda del tridente de Neptuno, forjado para un rey (no para un dios), que los lleva también al Sahara (no se explica cómo salen de ahí, pero es cine de matiné, no olvidar). Estas visitas a otros reinos se coronan con el de la Fosa, donde Aquaman domina con su humildad al Kraken, la bestia de las profundidades, con un discurso sobre proteger a la gente, no exhibir su sangre real, lo que gana al monstruo “populista”. Eso le permite levantar de la estatua el tridente de Atlan (el primer rey de la Atlántida, cuando esta aún existía sobre la superficie, y con un nuevo traje más llamativo, verde y dorado) del mismo modo que el rey Arturo según los medievales lo hace con la espada en la piedra. Permítase hacer una digresión: en los antiguos cómics, Aquaman era víctima de la genealogía y exhibía a todo momento (como Thor) su progenie. Era un superhéroe especialmente aburrido en ese aspecto: esta versión lo muestra humilde, cazurro, pocas letras, pero inventivo. Al fin y al cabo, la virtud de un político.

Su esforzada supervivencia lo lleva a dirimir la batalla entre el grupo de su hermano y un rey con forma de cangrejo. Lo militar se resuelve con el Kraken, que es un bestia letal, y lo político con la reaparición de la madre reina exiliada Atlanna, Aquaman y la princesa Mera, ahora su novia (nada como viajar juntos y sobrevivir a la experiencia). Así, hay posibilidades de un nuevo rey, que empieza a ejercitarse también en el arte del discurso. En suma, un nuevo mundo, que detiene la guerra, y retiene la corona para Aquaman abajo. Arriba devuelve el amor de su vida al farero nostálgico.

Estamos ante un final feliz. Un superhéroe juguetón y algo tosco, pero a la vez sufrido y querible. Más humano que atlante, y por tanto muy inferior en la parte física, pero más compasivo que el mundo de las aguas profundas. En lo técnico el filme lo dirige James Wan, la fotografía es de Don Burgess y el montaje, de Kirk M. Morri. La energética banda musical es de Rupert Gregson-Williams, que en momentos nos recuerda a la María Antonieta (de Sofia Coppola, 2006) como reina adolescente y rockera. Un cine que pretende entretener y lo consigue.

 

Aquaman (2018). Dirección: James Wan. Guión: Will Beall. Elenco: Jason Mamoa, Amber Heard, Willem Dafoe, Patrick Wilson, Nicol Kidman, Dolph Lundgren, Yahya Abdul-Mateen II. Música: Rupert Gregson-Williams. Fotografía: Don Burgess. Montaje: Kirk M. Morri. Producción: Estados Unidos, 2018. Duración: 143 minutos.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.

 

La actriz Nicole Kidman en «Aquaman» (2018)

 

 

 

 

 

Tráiler:

Salir de la versión móvil