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Cine trascendental: «Being There (Desde el jardín)», de Hal Ashby: Del poder y la inocencia

El director estadounidense dirigió en 1979 esta brillante sátira social de hondo calado humanista basada en la novela de Jerzy Kosinski. Peter Sellers es Chance en una interpretación sublime: le acompañan como protagonistas Shirley MacLaine (Eve) y Melvyn Douglas (Ben). La obra es una crítica al poder establecido y una llamada a su renovación desde la autenticidad.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 21.7.2019

 «No tengas miedo por ser débil, no seas orgulloso por ser fuerte. Sólo mira dentro de tu corazón, mi amigo. Ese será el regreso a ti mismo, el retorno a la inocencia».
Enigma

«Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto».
Alejandra Pizarnik

 

Crítica visionaria

Ashby siempre crítico con el sistema, en esta obra es además visionario. Quizás en aquella época se empezara a ver la absurdidad del Mundo, en especial de sus gobernantes; pero entiendo que ni el más atrevido podría prever lo grotesco que ha llegado a ser hoy en día. Sin ir más lejos, que Estados Unidos (país en el que se sitúa la trama) tenga un presidente tan incompetente y patéticamente payaso (con perdón del muy honorable arte clown) como el que tiene.

 

No es lo que ves…

Chance es jardinero que ha vivido desde que tiene memoria en casa de un señor mayor al que llama abuelo, jamás ha salido de esa casa. No sabe leer ni escribir, aprende de lo que ve en televisión a la que es adicto. A la muerte del abuelo, unos abogados le comunican que debe marchar de allí. Así, se ve obligado a salir al Mundo y como indica su nombre en ese salir se abre a la oportunidad, a las casualidades de la vida. Lo vemos abandonando el hogar y su amado jardín al son de Así habló Zarathustra de Richard Strauss -poema sinfónico sobre el nacimiento del superhombre que postuló Nietzsche; música utilizada ya antes por Kubrick en su 2001, una odisea en el espacio– iniciando su odisea espacial terrenal caminando tranquilamente por la ciudad. Chance viste elegantemente portando su maleta, su paraguas y su mando a distancia (del televisor del abuelo, que cree válido para todos los aparatos).

El jardinero es todo un niño mayor completamente inocente y confiado que “sólo” sabe de su arte ornamental. No puede entender la agresividad, la maldad, el interés egoísta, el culto al poder y la obsesión por el dinero de la mayoría de la gente de este desconectado Mundo. Y la gente en su cerrazón defensiva habitual no puede entenderlo a él; él anda vestido pero como desnudo, él es un hombre al natural transitando entre gente acostumbrada a las artificiales corazas de sus aislamientos.

Se producen situaciones tristemente divertidas en la calle con una banda juvenil de raza negra (él es blanco), con una mujer que le recuerda a Louise la cocinera del abuelo que les alimentaba y a quien en su naturalidad le pide comer… Y afortunadamente el chance de Chance le va a ser favorable dado que acabará viviendo como un rey en la residencia de Ben, un influyente magnate.

Todo gracias a que conoce a Eve, la mujer del empresario quien le invita a su casa tras atropellarlo en su limousine. Pronto congenian los dos y también Ben quedará encantado con su compañía, se harán muy amigos. El empresario está en fase terminal de una enfermedad incurable y Chance se convierte en su mejor medicina.

Parece que nadie es capaz de ver-conocer quien es realmente Chance, todos quedan admirados de su educación, de su discreción (poco tiene que decir como no sea sobre jardinería), de su aplomo, de su amabilidad… y de lo que interpretan como sabias palabras (y de hecho lo son porque emanan de su autenticidad). Ante preguntas que no puede comprender responde como el gran y amoroso jardinero que es. Y en un Mundo tan agresivo-competitivo como desafortunadamente es el nuestro, sus reposadas palabras suenan a gloria.

Y los demás tienden a interpretar a su manera lo que él dice, interpretaciones a menudo sesgadas e incluso erróneas según su egoísta conveniencia, según sus temores limitantes. Chance es un espejo limpio y luminoso en el que se ven sin verse, caminan poquísimos espejos tan naturalmente claros como él en este Mundo. Así, Ben cree que es un empresario a quien los abogados han hundido en la miseria y entiende que sea reacio a hablar: “Cuando un hombre lo ha perdido todo, la ira tiende a tapar la racionalidad durante un tiempo”. No es al jardinero a quien ve, es a él mismo llegando hasta el punto de ver la ira propia en la paz del otro. Y cuando Chance habla de su jardín perdido y que sólo le queda la habitación de arriba (la de esa casa en el piso superior) el magnate entiende el cielo tras la muerte, lo cual le remite a su lucha frente a la enfermedad, a su conciencia de que le queda ya poca vida.

También Robert el médico personal de Ben que reside allí ve en principio a Chance como espejo. Él teme a los abogados que supuestamente han hundido al jardinero porque pueden acabar con su profesión. Dos poderes que son temerosos: el del dinero consciente de sus trampas en su insaciable apetito y el de la ciencia (médica y toda) consciente de que se ha convertido en la religión moderna casi impune a la que prácticamente todos siguen-creen “ciegamente”.

Como dice el dicho: “No es lo que ves, sino cómo lo ves”. La verdad de quien es Ben que sólo la saben la cocinera Louise y los abogados del difunto abuelo, acabará siendo conocida también por el bueno de Robert. Vemos al doctor intentando informar a Ben pero este le habla de que Chance le inspira confianza y le hace sentir bien, que gracias a él la idea de morir le resulta más fácil; decide pues no explicárselo porque sabe que verdaderamente el jardinero le ha hecho bien a él y a Eve.

 

Peter Sellers en «Desde el jardín» (1979)

 

Naturaleza femenina

Eve se enamora de Chance y Ben lo ve con agrado porque sabe que está cercana su muerte y la ama, quiere lo mejor para ella. Así que le pide que acompañe a Eve en su lugar a una recepción y se ríe “ya puedo oír los cotilleos”, los tres ríen y se miran cómplices. Es bella la escena en que Ben a punto ya de morir llama a Chance, le da la mano y le dice que espera que se quede allí con Eve, pidiéndole que la cuide: “es una flor delicada”, asegura de corazón.

A la nueva pareja en ciernes les une su pasión por los jardines, por la naturaleza re-creada por la mano humana. La naturaleza femenina que es la Tierra que habitamos y la sensibilidad del artista Chance (la jardinería es arte) que se sabe está ligada a la feminidad tanto de mujeres como de hombres.

Ben parece haber tenido también esta sensibilidad, la suficiente para querer mantener su bello jardín y para conseguir confort hogareño en su enorme mansión, sensibilidad y atención por el espacio compartida con Eve. En este sentido es significativo el gran cuadro femenino a cuyos pies está un ramo de flores multicolor presidiendo el salón principal, la feminidad bien presente en un Mundo demasiado masculinizado; Ashby lo remarca en la escena de todos los hombres que acompañan al presidente de la nación en su visita a su amigo Ben.

 

El realizador estadounidense Hal Ashby (1929 – 1988)

 

La inocencia al poder

Chance es inocente y noble como el mítico joven Arturo que llegó a ser Rey sin ambicionar el poder, sin egoísmo ni doble intención; por la pureza de su corazón fue el único capaz de liberar la espada de la piedra. La piedra de la dureza humana de la confrontación por el poder, de la lucha por imponerse o vencer en el pedestal-podio exclusivo y excluyente. La espada de deshacer entuertos (como el príncipe de la cenicienta, liberarse y liberar de tantas zarzas del miedo) y no la de herir-someter-matar tristemente histórico. Así es también Chance, así “conquista” sin proponérselo al influyente Ben, así se da a conocer al presidente de la nación, así sale en la televisión en “prime time” (ahora él en “su” amada televisión) y así acaba sonando como futuro presidente entre las élites.

Su discurso es el de un jardinero autentico, conocedor de todas las plantas, de todas las flores, de todos los árboles… Chance aprecia y respeta sus naturalezas diferentes, cuida de su jardín en todas las estaciones de la vida (especialmente en las duras) mimando, regando y alimentando a todos sin excepción, les trata con suave dulzura que es pura calma. ¿Y no debería ser eso un buen gobernante (de un grupo o de un todo)? Por eso agrada a la gente, y le aplauden cuando dice cosas como: “Un jardín necesita muchos cuidados y amor. Y si das a tu jardín mucho amor, las cosas crecen. Pero primero algunas cosas deben marchitarse”, genial.

En el entierro de Ben mientras el presidente lee escritos de su amigo, hombre de dialogo y concordia que afirmaba: “No importa cuál sea nuestra fachada, todos somos niños”, se nos muestra al siempre niño Chance levantándose para pasear por el jardín de la finca. Junto al río, lo vemos mimando los árboles mientras seguimos oyendo las palabras escritas por el magnate quien nació en la extrema riqueza pero siempre se preocupó por la gente: “He vivido mucho, temblado mucho, he estado rodeado de pequeños hombres que olvidaron que llegamos desnudos y nos vamos desnudos y que han olvidado que ningún contable puede auditar la vida a nuestro favor”. La niña o el niño inocente y desnudo que somos.

Ashby nos ofrece la imagen de la tumba del magnate llena de simbolismos. Tiene una estructura de forma piramidal coronada por el ojo que todo lo ve con lágrimas que parecen producidas por la lluvia que entiendo como imagen de tanto llanto-dolor-incomprensión de esta Tierra que somos todos. Y bajo este ojo el certero lema: “La vida es un estado de la mente” o la importancia de la actitud personal, del darse cuenta y verse a uno mismo para así ver mejor el Mundo y a partir de ahí poder ayudar a re-crearlo. Nuevamente se nos remite al ya comentado dicho: “No es lo que ves, sino cómo lo ves”, grande la comprensión del realizador californiano.

Tras lo cual nos muestra la sublime escena final en la que Chance cruza el río frente a la mansión de sus poderosos amigos mientras seguimos oyendo al presidente dando voz a Ben: “Seguridad, Tranquilidad, Un bien merecido descanso. Todos los objetivos que he perseguido pronto se harán realidad”. Habla del Cielo en el que cree pero sus palabras parecen acompañar la deseada idea de una Tierra mejor (el Cielo aquí en la Tierra). Una Tierra gobernada desde la inocencia, un poder que nada tiene que ver con lo tristemente vivenciado durante tantísimos tiempos.

Vemos a Chance caminando en el río como si no hubiera profundidad pero sí que la hay a su alrededor, él sorprendido hunde su paraguas comprobándolo. Esta poderosa escena la entiendo como imagen de que el inocente hombre niño en su simplicidad natural está por encima de los abismos de la complejidad humana, de la complejidad creada por la necesidad de ocultar-proteger los “tesoros” de todo tipo en los inaccesibles-peligrosos-oscuros fondos. Tesoros hundidos cada vez más hondo, tesoros materiales inútiles del atesoramiento egoísta y también voces apagadas por el miedo o la vergüenza. La inocencia no envía nada a los fondos; la inocencia todo lo muestra, todo lo expresa y todo lo hace fácil. Es el egoísmo temeroso el que complica las cosas, el que nos hunde a los abismos.

 

El escritor polaco Jerzy Kosinski (1933 – 1991)

 

Humor que reconforta

Además de ser una obra sublime en cuanto a lo que transmite, Being There es una entretenida película que hace gala de un gran sentido del humor, humor a menudo sutil, humor del bueno, humor que reconforta.

Son muchas las escenas con ese toque, todas ellas con Chance (Sellers, genial Sellers) como protagonista. Destacaré las de sus primeros contactos con un ascensor y con un teléfono (su único aparato conocido es la televisión). Lo vemos al teléfono creyendo que no hay nadie porque a nadie oye, sólo habla cuando su interlocutor pregunta si está allí mientras sigue con atención los ejercicios gimnásticos que una chica realiza en la televisión llegando a dejar el aparato para hacerlos con total libertad. De modo parecido en su primer beso “pasional” a una mujer (a Eve) que corta por lo sano al finalizar el beso copiado que está viendo en el televisor.

Todo encarnado por un Peter Sellers inmutable lejos de otras interpretaciones cómicas como las de la saga La Pantera Rosa (Sellers demostró su condición de excelente actor polivalente ya en filmes como El guateque, ¿Teléfono rojo? volamos hacia Moscú o El quinteto de la muerte, pero en este se supera a sí mismo). No es de extrañar que tamaña contención le obligara a repetir escenas por sanos ataques de risa tal y como se nos muestra en los títulos de crédito finales.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El actor Peter Sellers en Desde el jardín (Being There, 1979), del realizador estadounidense Hal Ashby.

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