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Concierto 1 de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile: Los maravillosos sonidos de la barbarie

El debut de la temporada 2019 del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Casa de Bello configuró una grata presentación, cuyos puntos altos fueron el «Concierto para clarinete» de Aaron Copland, interpretado por el solista venezolano David Medina, al principio de la cita, y el temperamento conductor exhibido por el director nacional radicado en Alemania, Helmuth Reichel (en la fotografía), durante su versión de la «Consagración de la primavera» de Stravinski, pasaje donde el músico chileno exprimió hasta la última gota de energía rítmica, por parte de la agrupación laica y universitaria.

Por Luis Felipe Sauvalle

Publicado el 25.3.2019

El último viernes 22 de marzo la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile bajo el mando del director Helmuth Reichel partió su temporada 2019 de conciertos sin guardarse nada. Había ánimo y expectación entre los asistentes al Teatro de la Universidad de Chile, que tantos años lleva ya en el sector de la Plaza Baquedano. Por una parte era el inicio de temporada, por otra, la presencia del clarinetista venezolano David Medina que había hecho sus primeras armas bajo la batuta del famoso Gustavo Dudamel.

En esa tesitura es que se inició el concierto.

A una apertura con la suite Panambí de Alberto Ginastera le siguió el Concierto para clarinete de Aaron Copland –el mencionado clarinetista David Medina se llevó una merecida ovación tras concluir su solo–, ambas con un claro acento en la identidad latinoamericana, abordada mediante los contrastes entre distintos ritmos y armonías. La presencia de un arpa por momentos nos acerca al mundo de lo real maravilloso, y nos recordó a ese melómano insaciable que fue el escritor cubano Alejo Carpentier. Y si la música es el diálogo entre distintos patrones de sonido, estas piezas abordan el fenómeno musical tal como es debido.

Tras el intermedio vino el plato principal: La consagración de la primavera de Igor Stravinski donde las posibilidades del lenguaje musical acaso alcanzan su punto culmen.

A 105 años de su polémico estreno en París, en que hubo disturbios y protestas por parte del público asistente, la pieza sigue constituyendo un desafío para los músicos que componen la orquesta, pese a los muchos adelantos en técnicas de interpretación. Su influencia se deja sentir en ámbitos tan diversos como el rock pesado y el jazz, y para una orquesta hacerse cargo de eso no es poco. Cuesta creer que el instrumento que da inicio a la melodía sea un fagot: las tonalidades suaves, agudas, parecen provenir de un clarinete o hasta de una trompeta. La mano de Stravinski, sin embargo, ubicó al pesado fagot en otro terreno, llevándolo hasta esos grados de ligereza. Al principio entran los vientos, que parecen ensayar sus ocurrencias, apenas si convocan lo que sea estén intentando convocar, le siguen las distintas tonalidades, sin permitir que la armonía se constituya como tal hasta bien avanzada la interpretación. Una obra clave del siglo XX, en la Consagración… el motivo musical permanece ajeno a nosotros, por lo que se da el fenómeno de “estar escuchando a ciegas”.

Si hemos de hacer un poco de historia, Stravinski compuso la Consagración… –su tercera gran obra– con la idea de que ésta corriera a la par con el ballet. De este modo, la Consagración constituiría una asamblea que se reúne para ofrendar una virgen a los dioses paganos de la madre Rusia, una joven que tendría que bailar hasta desfallecer. Son las distintas voces de la barbarie las que se dan cita y se entrometen en la pieza, así como el tremendismo de la muerte en la sección “la glorificación de la elegida”, ya hacia el final. Los bronces aquí juegan un rol fundamental, y el director Helmuth Reichel supo sacarles partido.

Un grato concierto cuyos puntos altos fueron el solo de clarinete al principio, y la energía exhibida por Helmuth para así exprimir hasta la última gota de energía de su orquesta hacia el final.

Una vez más, la Sinfónica no defrauda.

En el segundo concierto de la temporada 2019 el destacado violinista alemán Tobias Feldmann debutará junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile con el clásico concierto para ese instrumento de Johannes Brahms. El programa contará también con la Obertura Las ruinas de Atenas de Beethoven y el «Concierto para orquesta» de Béla Bartók, todo bajo la dirección, nuevamente, del maestro Helmuth Reichel.

La presentación se realizará en una única función que se desarrollará el próximo viernes 29 de marzo, a las 19:40 horas, en el Teatro de la Universidad de Chile, ex Baquedano.

 

Luis Felipe Sauvalle Torres (1987) es un escritor chileno que obtuvo el Premio Roberto Bolaño -entregado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y que reconoce las obras inéditas de jóvenes entre los 13 y los 25 años- en forma consecutiva durante las temporadas 2010, 2011 y 2012, en un resonante logro creativo que le valió ser bautizado en los ambientes literarios locales como “El Tricampeón”.

Asimismo, ha participado en múltiples ocasiones en la Feria del Libro de Santiago de Chile, así como en la de Buenos Aires y ha vivido gran parte de su vida adulta en China y en Europa del Este. Licenciado en historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile es el autor de las novelas Dynamuss (Chancacazo, 2012) y El atolladero (Chancacazo, 2014), y del volumen de cuentos Lloren, troyanos (Catarsis, 2015). También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

El clarinetista venezolano David Medina

 

 

Luis Felipe Sauvalle Torres

 

 

Tráiler:

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile.

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