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Concierto 10 del Ceac de la Universidad de Chile: Una versión fluida y coordinada del inmortal maestro de Salzburgo

De menos a más fue el desarrollo de la última presentación oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional, dedicado íntegramente a ejecutar partituras del famoso compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart: una obertura de «La flauta mágica» algo dubitativa es su convicción sonora, un concierto para arpa y flauta que de a poco consiguió las afinidades de tiempos entre los dos solistas encargados de protagonizarla, para concluir con una Sinfonía «Praga» dotada de estilo y de interpretaciones cuidadísimas, por parte de las respectivas secciones musicales de la agrupación laica y universitaria.

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 20.8.2018

El décimo concierto de la temporada del Teatro de la Universidad de Chile (viernes 17 y sábado 18 de agosto) estuvo íntegramente dedicado al compositor austríaco Wolfgang Amadeus Mozart (Salzburgo, 1756 – Viena, 1791). De él se interpretaron su Obertura de la ópera La flauta mágica (1791), El concierto para arpa, flauta y orquesta en Do mayor, KV.299 (1778) y la Sinfonía Nº 38, KV.504 “Praga” (1786). La dirección musical fue del maestro italiano Aldo Sisillo, además, participaron como solistas la arpista italiana María Chiossi y el flautista chileno Hernán Jara.

Este texto crítico corresponde a lo apreciado en la función del día sábado 18 de agosto en el escenario del ex Teatro Baquedano.

 

1) Obertura de la ópera La flauta mágica (1791)

El inicio estuvo un tanto descoordinado. La fuga comenzó con energía y claridad en las escalas. Bien los bronces y los vientos en su triple llamado. Buen contraste entre las cuerdas agudas y las graves. Bien los contrapuntos y los cambios de ritmo. Buen cierre perfectamente coordinado.

 

2) El Concierto para arpa, flauta y orquesta en Do mayor, KV.299 (1778)

 Allegro. Buen comienzo. Violines tocando liviano. Los solistas tendieron a juntarse y a separarse, notándose más afiatados en los pasajes a capella. La orquesta reguló adecuadamente sus pianísimos cuando interpretaban los solistas. El arpa parecía dominar un arco dinámico mayor al del flautista. Éste último se movía dentro de los límites del mezzopiano o mezzoforteAunque el movimiento les daba la oportunidad los solistas no imponían sus instrumentos y eran muchas veces absorbidos por la orquesta. La cadenza estuvo bien ejecutada.

Andantino. Los violines impusieron el tema celestial, y luego lo repitieron la flauta con acompañamiento del arpa. El arpa ponía la fragilidad de lo etéreo mientras que la flauta cantaba las melodías. Los sforzando de los violines eran demasiado exagerados y evidentes, sin sutileza, lo que rompía la atmósfera dejada por los solistas. El flautista por momentos se entregaba al flujo melódico, y en la mayor parte del tiempo sólo tocaba las notas. Los mejores momentos los lograron en los pasajes a capella como en la cadenza.

Rondó. Allegro. La orquesta se complementó mejor con los solistas. Éstos últimos lucieron más sus frases. El flautista se notó más relajado, mientras que la arpista le dio más vida a su instrumento. Tal vez se debió usar una orquesta de cámara o más reducida. El ritmo empleado cumplió bien la función de unir a los intérpretes en cuanto a intensidades y fraseos. En la cadenza ambos solistas buscaron el tiempo de su colega.

El bis de los solistas fue de Astor Piazzolla. En él se apreció toda la compenetración, fraseo e interpretación que no se vio en el Mozart.

 

3) Sinfonía Nº 38, KV.504 “Praga” (1786)

Adagio. Allegro. El director italiano supo insuflar la energía del movimiento mediante diversos recursos rítmicos y dinámicos. Utilizó los accelerando, crescendo y sforzando. Los vientos y la percusión supieron acoplarse al sonido de las cuerdas. Su enfoque permitió escuchar nítidamente los distintos timbres orquestales como el sonido de los violonchelos y de las violas. Las pequeñas fugas dentro del movimiento fueron su punto fuerte en la dirección. Tuvieron el mérito de lograr el equilibrio entre los timbres de las cuerdas para mostrar adecuadamente los temas, contra-temas y re-exposiciones del movimiento sinfónico.

Andante. Las mismas virtudes mencionadas en el movimiento anterior se observaron en éste. Los pasajes en pianísimo no perdieron certeza mientras que los forte no se destemplaron. La orquesta se mantuvo en el tempo marcado desde la dirección en todo momento. El director tiene un concepto bien definido del movimiento y logra que la orquesta lo ejecute.

Presto. Al inicio pareció haber una partida falsa pero se arregló en el camino. La orquesta tocó perfectamente coordinada con un absoluto control desde la tarima. Nuevamente utiliza toda la paleta de cambios dinámicos, crescendos y decrescendos. Buen sonido de las cuerdas en general y de los fagot. La intensidad de la percusión fue la adecuada.

La sinfonía fue tocada en estilo, con interpretaciones cuidadísimas, tempos y dinámicas perfectamente acotados y un afán de mostrar más que de ocultar, por eso la nitidez y la precisión de la dirección musical.

 

El viernes 28 y el sábado 29 de septiembre la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile retoma las presentaciones de su temporada regular (en el escenario del ex Teatro Baquedano) con un concierto dedicado a la interpretación de la obra «Las siete últimas palabras de Cristo en la cruz», del compositor alemán Joseph Haydn.

 

El maestro italiano Aldo Sisillo fue nuevamente el encargado de dirigir a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile en su concierto 10 de la temporada 2018

 

 

Tráiler:

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile

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