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[Crítica] «Con voz de mujer»: La literatura femenina en el norte de Chile

De los papeles del fallecido escritor y académico antofagastino Sergio Gaytán Marambio, surge este volumen que analiza el aporte de las letras, con firma de género, desde esa olvidada y siempre postergada zona minera del país.

Por Alicia Mondaca Rivera

Publicado el 11.3.2021

Grandes bríos alzan voces de mujer en este libro, especialmente en su primera sección. Cada una es un mundo. Detrás de cada nombre, hay una develación de huellas que se hacen imprescindibles de conocer, para comprender a fondo el entramado de nuestras raíces histórico literarias.

Asoman el misterio. El aporte que cada una realizó, sobre todo, en épocas en que el arrojo femenino requería un tremendo empoderamiento debido a la mayor predominancia del patriarcado.

Es así como en una preliminar parte, afloran apasionantes vidas, tal estela de fragancia femenina que queda, como las grandes: Eloísa Zurita Arriagada y María Griselda Hinojosa Flores, de quienes el autor extiende una amplia y bien documentada información.

De igual manera, el primer capítulo cautiva por la trayectoria de grandes mujeres a través de documentadas y fidedignas fuentes, cumpliendo con la expectativa de reafirmar el espacio de las creadoras en el mundo de las letras, incluyendo en alguna de ellas extractos significativos de sus textos y retratos.

También, hace mención de voces que las alientan a seguir. Otro punto a considerar, es la mención al actual desarrollo de la temática de género, dejando en claro que para lograr el respeto a los derechos de la mujer se necesitan no solo cambios en la sociedad, sino que además en la mentalidad de hombres y de mujeres.

Finalmente, nos refiere a un campo amplio que se abre a proyecciones con nuevas características para poetas, narradoras y ensayistas, incluso más allá de las propias fronteras.

En suma, el desarrollo del primer capítulo, produce la fascinación de contemplar el variado abanico de voces e historias de mujer, que nutren la literatura chilena y dan razón de ser al poema de Andrés Sabella al decir: “…ahora debieran pronunciarse sus nombres, unciosamente, rodeando su memoria de un aura delicada de admiración y gratitud”.

El capítulo dos, según mi consideración, merecería un desarrollo independiente, ya que los antecedentes de la temática que allí se recogen, podrían necesitar una mayor recaudación de material e investigación.

Y, en consecuencia, una reflexión aún más extensa y profunda, que da para un libro completo; no para una inclusión tipo bisagra, como allí mismo lo dice en sus primeras líneas.

La palabra bisagra alude y acentúa la figura de dos partes diversas unidas por un elemento adyacente a la naturaleza de ambas.

Yo apostaría más bien a una visión estructural de hilo conector, a lo largo de todo el libro, en el que fluyan elementos transversales, a la vez originales, que unen las letras femeninas a nivel nacional y local en el norte chileno.

Todo lo anterior, sin desmerecer lo interesante de la leve mención que hace a un territorio escasamente observado, como lo son las literaturas ancestrales o etnoliteratura.

 

El norte de Chile sin apellidos de grande o chico

“Indudablemente, algún día, habrá que levantar para estas heroínas del Norte, la estatua que las celebre y perpetúe en el corazón del porvenir”.
Andrés Sabella

Con esta premisa, me introduzco en el capítulo tercero, atisbando un posible reencuentro con la interesante obra y vida de autoras y gestoras heroínas del norte chileno en su totalidad.

Sin embargo, acá incursionamos en un abrupto territorio, en el cual se desdibujan geografías interiores. En algunas, se sube de manera escarpada. Otras, admiten una visión borrosa. Otras, simplemente invisibles, ante algunas llanas: al detalle, la explicitación y la reiteración.

Frente a tal desarrollo del capítulo, es plausible la pregunta: ¿tendremos que hacer referencia a un engrandecimiento intencional de la literatura femenina en lo que se denomina Norte Grande de Chile?

Está a la vista la parcialidad con que se expone a diversas congéneres, considerando además la calidad y trayectoria de unas con respecto a otras en un espacio común, evidenciando un abismante desmedro de la visibilidad del lado sur, del mismo casi como si no existiese.

El tercer capítulo debiese haber tenido una mayor búsqueda y consiguiente desarrollo, ya que existe documentación suficiente, que amerita no haber dejado “casi cerrado” el tema (como dice el autor). No hace justicia a la enorme riqueza registrada desde estas laderas. Es, por lo tanto, un esbozo borroso, donde abunda espesa la camanchaca.

Como habitante de estos lares serenenses, desde la infancia he presenciado desde las cercanas tertulias, lecturas literarias y documentación, la acción protagónica de valiosas mujeres que forman parte de la memoria, no sin el consabido ninguneo del tan cercano centro del país.

Cómo no podría clamar una actual visibilización: Odette Álvarez Musset, espíritu legendario y rebelde del Limarí, que cuestionó todos los cánones sociales y lo bofeteaba con heteronimia de otro género.

Lidia Urrutia, pionera feminista en esta zona, mujer adelantada para la época, poeta, educadora, compositora musical, folklorista (autora de la resbalosa del soldado desconocido de 1879, entre otras composiciones de renombre), primera carillonista, socia fundadora de la Fundación Juan Sebastián Bach junto a Jorge Peña Hen.

Cómo no visibilizar a Luisa Kneer, no solo como creadora, ella también impulsó la creación de la “Plaza de los Poetas” en La Serena, muy bien explicado en su Reseña histórica de 168 años en las letras de la Cuarta Región.

Y la maestra indispensable de los 80: Silvia Villaflor, con su Vendimia en la montaña, libro esencial de la tierra en que habitamos, fundada en las tradiciones lucientes y sus otras obras, demostrando un lustroso registro.

Cómo no mencionar a María Eliana Durán, su obra aparece en un sinnúmero de textos, ganadora de muchísimos premios, escribió para diarios y revistas, fue parte de directivas del Ateneo y Círculo Carlos Mondaca, recibió la medalla de la Ciudad de La Serena, etcétera.

Cómo no explayarse en la gran Stella Díaz Varín, quien se posicionó como una figura prominente de las letras chilenas. Solo por poner ejemplos. Todas ellas y otras, merecen mucho más que ser insustancialmente nombradas o no nombradas.

Al menos en este libro, queda el débito de levantar para ellas la estatua que las celebre y perpetúen el corazón del porvenir. Que vivan por siempre ellas: unciosamente repararemos su silencio desde el lado sur del extenso norte.

 

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Alicia Mondaca Rivera es profesora en educación general básica, licenciada en educación y técnica en diseño gráfico, además de artista plástica.

 

«Con voz de mujer», de Sergio Gaytán Marambio (Antofagasta, 2019)

 

 

Alicia Mondaca Rivera

 

 

Crédito de la imagen destacada: Segio Gaytán Marambio.

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