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[Crítica] «La casa de los monstruos»: El teatro político del Apruebo

El montaje en clave historiográfica y de interpretación sociológica en torno al Chile actual, de la autoría del escritor y dramaturgo nacional Marcelo Leonart —y personificado por la compañía La pieza oscura— se exhibe hasta este sábado 10 de septiembre en el centro GAM.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 7.9.2022

«Se debe entender por poder, aplicado a las clases sociales, la capacidad de una o de varias clases para realizar sus intereses específicos».
Nikos Poulantzas, en Estado, poder y socialismo

Si en el plebiscito constitucional de salida ocurrido este último fin de semana hubiese vencido la opción Apruebo, la presente sería una obra profética y vaticinadora de ese nuevo orden que pregonaba con un entusiasmo comprometido y sin matices argumentales, en su apuesta de cara al futuro institucional de un país por el cambio.

Escrita por el dramaturgo Marcelo Leonart, La casa de los monstruos es una pieza estructurada en torno a dos contraposiciones temáticas más o menos evidentes, en su alusión a los conflictos sociales y a la crisis política que se suceden en Chile desde los hechos acaecidos en octubre de 2019.

De esta forma, ese enfrentamiento se manifiesta en la llegada hiperbólica y en tono de comedia negra de unos invasores bárbaros o delincuenciales, que anuncian la imposición de una inédita jerarquía social, especialmente en sus acciones emprendidas en contra de dos familias adscritas a la alta burguesía nacional, de las cuales se burlan en una humillación cercana al escarnio.

Demasiado larga en su duración cronométrica, esta obra abusa en su dramaturgia del uso de la música grabada (otro elemento distinguible en los libretos debidos a Marcelo Leonart), transformándose este último motivo en una reiteración fallida que concluye por aminorar la fuerza artística y la carga simbólica y por último semántica, del guion teatral.

En efecto, Leonart es un autor militante, y eso queda de manifiesto cada vez que presenta al público alguna obra de su autoría, cuando le saluda antes de cada función, a manera de introducirlo pedagógicamente en los núcleos estéticos de las mismas.

Aquella sinceridad conceptual, también, además de ser evidente, conspira un tanto en contra de la intencionalidad de sus montajes de cara al aprecio de un público que ya sabe de antemano con lo que se encontrará: la visión de una sociedad en permanente tensión fundamental, y donde la violencia se valida grotescamente (y de una manera esperpéntica) a través de las risas, con el propósito de expresar un malestar que se hunde en la historia y en las bases esenciales de la comunidad nacional.

Los actores de la compañía La pieza oscura cuentan con la experiencia y el dominio escénico suficientes a fin de producir la irrupción natural de un sentimiento de agrado, al verlos moverse y configurar una serie de jocosos y patéticos entreveros que en el fondo manifiestan las interpretaciones políticas e historiográficas de su autor. Así, las consecuciones de las disposiciones coreográficas a cargo de Catalina Devia, son plausibles y encomiables.

No es que aquello sea censurable, al contrario, se agradece esa audacia y compromiso dramáticos, pero vistos los resultados electorales del domingo, la clarividencia sociológica de Leonart queda en nada; en tanto la puesta en escena de una producción simbólica (esta) dirigida hacia una élite o grupo que al parecer, solo busca la reafirmación de sus convicciones intelectuales y semánticas, más allá de que su apelación a un grupo ciudadano en específico, se ratifica frustrada e incompleta, por lo demás, y es un clímax de la causa, en esta «histórica» pasada.

 

Las casas en la literatura chilena

El diseño de vestuario y la escenografía componen un eclecticismo plástico y visual que acoge logradamente a esas dos épocas en constante y pragmática comparación dramática: la inclemencia sangrienta de la Francia revolucionaria de fines del siglo XVIII, y el ánimo reivindicador del Chile post estallido de octubre de 2019.

Asimismo, el gestualismo de Nona Fernández constituye uno de los puntos altos en el dramaturgismo de la obra, y en donde sus salidas de madre y distintivo estilo interpretativo, garabatos incluidos, estimulan las risas y las algarabías de un público probado hasta el extremo en ese círculo dantesco de transparente lucha social y política, cuando no de clases, diría el teórico.

No obstante, la objeción hacia un teatro militante y de elite, en última instancia resulta coercitiva hacia una propuesta que antes de insistir en la búsqueda de una validación realista o cotidiana en su reafirmación estética, esgrime, al contrario, una diégesis delirante y autoconvencida, lejos de cualquier crítica hacia sus propios miedos, disyuntivas biográficas y odios atávicos.

En ese sentido, y por pasajes, La casa de los monstruos se relaciona bajo vínculos expresos con ciertos títulos de la obra de José Donoso: con las novelas Coronación, El obsceno pájaro de la noche y Casa de campo (la palabra común denominadora, lo dice «todo»).

Por último, extendamos esa genealogía de parentescos simbólicos, hasta la cita y referencia de Casa grande de Luis Orrego Luco.

Algo de eso, sin duda, explican en breve la derrota electoral de la opción Apruebo en ese escenario mayor y gigantesco, equivalente a la suma de las urnas de una nación en aparente crisis institucional: la incapacidad de distinguirse ellos mismos, en tanto (esa élite progresista) como un estamento privilegiado, pero vistos a los ojos de un «pueblo», del cual distan eternidades por conformar y también de integrar.

 

Ficha artística:

Dirección y dramaturgia: Marcelo Leonart | Elenco: Cristián Carvajal, Héctor Morales, Nona Fernández, Felipe Zepeda, Macarena Fuentes | Diseño de vestuario y escenografía: Catalina Devia | Diseño de iluminación: Andrés Poirot | Coreografías: Claudia Vicuña | Música: Miguel Miranda | Producción: Francisca Babul | Compañía: La pieza oscura | Temporada: desde el 19 de agosto hasta el 10 de septiembre, miércoles a sábado a las 20 horas.

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Tráiler:

 

 

 

Crédito de las imágenes utilizadas: Maglio Pérez.

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