Disponible en el streaming de MUBI, el largometraje de ficción del realizador argentino Martín Rejtman se filmó en Chile, cuenta con actores nacionales en su elenco y guarda una repetición de ejercicios estéticos, que en su peculiar praxis cinematográfica reflexiona en torno a las nociones de dolor, abandono y de regresos afectivos.
Por Cristián Uribe Moreno
Publicado el 26.7.2025
El cineasta bonaerense Martin Rejtman (1961) se hizo conocido en el vecino país por Rapado (1992), una gran cinta que marcó el inicio de lo que en los 90 fue conocido como el «nuevo cine argentino»: una desconocida —hasta ese entonces— generación de realizadores que recogió con gran acierto y sensibilidad una renovada forma de ver y de entender la existencia cotidiana a través de la creación audiovisual.
Su segundo largo Silva Prieto (1999) vino a confirmar y decantar un estilo que ya se vislumbraba en su primera obra: situaciones triviales y dramáticas, que se vuelven un tanto absurdas y que devienen en graciosas, pero en un tono menor que no deja de lado cierta melancolía.
Este mes el streaming de MUBI, incorporó a su programación el último largometraje de Rejtman: La práctica (2023).
La particularidad esta vez es que el filme se grabó en Santiago —en una opción geográfica que dejó de lado a su querida Buenos Aires en tanto cartografía escénica—, y apoyado en un elenco integrado en su mayoría por actores chilenos y alguno que otro intérprete habitual que han acompañado al director argentino por años.
Como en otras realizaciones del director, la historia en esta ocasión suele ser mínima: Vanesa (Manuela Oyarzún) y Gustavo (Esteban Bigliardi), atraviesan una separación.
Ambos son profesores de yoga y deben enfrentar sus nuevos proyectos de vida haciendo lo que han hecho toda la vida: enseñar la mencionada disciplina de ejercicios físicos orientales. Desde esta premisa, los protagonistas se encuentran con distintos personajes que les ayudan a sobrellevar el difícil momento emocional por el cual transitan.
Cierta distancia con las emociones digitales
En estas nuevas vidas que emprenden, las acciones que se desarrollan desencadenan momentos incómodos, insólitos y divertidos, en el afán de los protagonistas de armar sus nuevas existencias sin la presencia del otro.
Todo acompañado por el inexpresivo semblante de Gustavo, que no se modifica pese a los hechos más extravagantes que le acontecen. El rostro denota cierto estoicismo, respaldado por su voz en off que narra, en un tono monocorde, parte de la historia, dando de esta forma un carácter distintivo al personaje.
El ritmo de la narración cinematográfica parece calzar a la perfección con las líneas estéticas del cine de Rejtman: repetición, simetría y la aparente calma con la cual ocurren los hechos.
Un estilo cinematográfico que crea cierta distancia con las emociones y, en este caso, con la era digital, por lo cual no conecta con todo tipo de espectador.
Es una historia para una audiencia con nostalgia de la era análoga: no hay personajes sumidos en celulares, en los computadores o relacionándose por medio de las aplicaciones de estos aparatos móviles. En todo momento los encuentros son casuales y derivan en la aparición de otros personajes y aparejamientos improbables.
Con todo, esta «práctica» no es solo de los cultores del yoga, que buscan alcanzar cierto hábito y experticia para lograr la maestría, sino que también de personas que viven el tráfago de sus propias vidas. Y aunque más de alguno se considere diestro en la disciplina, hay ciertas posiciones que nunca conseguirá.
Sin embargo, en esta repetición de ejercicios, no exenta de abandono, dolor y regreso a las prácticas, está el camino hacia la perfección del «yoga» y por extensión de la «praxis» del cine. No por nada, el director estuvo diez años sin estrenar un largometraje.
El cine de Martin Rejtman tiene resonancias de otros cineastas y estilos como Jim Jarmusch o Aki Kaurismäki, en relación a las situaciones mínimas, un humor irónico y una melancolía propia de los personajes, que convierten al director argentino en una rara avis dentro del panorama cinematográfico sudamericano.
La cartelera de la plataforma MUBI también ofrece sus largometrajes Silvia Prieto y Los guantes mágicos (2003). Una buena ocasión para hacerse una idea de lo que es su propuesta artística, y un gran panorama que a los amantes del buen cine estará lejos de decepcionar.
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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.
También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.
Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).
Tráiler:
Cristián Uribe Moreno
Imagen destacada: La práctica (2023).