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[Crítica política] Rodolfo Carter, el secretario de Joaquín Lavín

Aunque el actual alcalde de La Florida proviene de la esforzada clase media, debe ingeniárselas en su trabajo de restaurador o maquillador de imágenes: desde estudiante se ha esforzado en allegarse al poder, empeñado en buscar dentro de la oligarquía, amistades de ventaja, y al fin lo consiguió después de tanto medrar.

Por Walter Garib Chomalí

Publicado el 1.6.2021

Como urge cambiarle la fisonomía a Joaquín Lavín, fervoroso y nostálgico pinochetista, la derecha ha designado a Rodolfo Cárter. Compleja exigencia le han endosado al alcalde de la comuna de La Florida de Santiago. Debe realizar la faena de cirujano plástico, maquillador, sastre, dietista y peluquero. Profesiones que por tradición, contribuyen a mejorar la figura.

Nadie que aspire a la presidencia del país, puede prescindir de ser acicalado. Dignísima labor asume Carter, si se piensa que Joaquín Lavín, candidato de la oligarquía, urge ser intervenirlo a fondo. Cambiarle por un gesto amable, la expresión del profesor de química, asignatura que tanto aborrecíamos en el colegio.

Entre las ideas que circulan, le corresponde bajar de peso. Por desgracia, posee barriga del sibarita, disimulada por un corsé de quien engulle antojos. Debe someterse a rigurosas dietas y perder a lo menos, 10 kilos. Reducirle la papada, la cual le otorga un airecillo gagá. Nada tiene de gagá, aunque sus enemigos piensen lo contrario. Mejorarle la estatura, y para lograrlo, debe usar zapatos con tacón y doble plantilla. Lo ideal, que se empine por sobre el metro 75.

En cuanto a sus somnolientos ojos, apremia operarse para optimizar su visión de futuro, aunque vive en el pasado. Hasta sus incondicionales admiradores, le critican la inmediatez política. En cuanto a su nariz, ancha y aplastada, urge intervenirla y que sea similar a la Venus de Milo.

 

Un maquillador para la oligarquía

Otras de las urgencias para realzar su fisonomía, radica en la necesidad de adecuar su peinado. Admirador Joaquín Lavín de los militares desde nene, usa el cabello más bien corto y se peina sin recurrir a extravagancias, modas y otras argucias. No usa fijador, menos aún afeites para disimular las canas. Nada de barba ni bigotes, propio de patipelados sediciosos.

Como los burlones se dan un festín en esta materia, bien podría usar peluca. A modo de colofón, ponerse un crisantemo en el ojal de su chaqueta, para adquirir un aire primaveral. Precisa mejorar su vestimenta. Nada de ropa china que se vende en las ferias libres del barrio Patronato de Recoleta, pues ahí manda Daniel Jadue, sino vestir en tiendas exclusivas.

Rodolfo Carter, aunque proviene del medio pelo arribista y trepador, debe ingeniárselas en su trabajo de restaurador o maquillador de imágenes. Desde estudiante se ha esforzado en allegarse al poder, empeñado en buscar dentro de la oligarquía, amistades de ventaja. Al fin lo consiguió de tanto medrar, después de ser reelegido en una comuna, en la cual convive una clase media arribista, y donde los bolsones de la miseria, aumentan a diario.

Menuda tarea tiene por delante, pero ya ha diseñado una estrategia, en esta labor de metamorfosear a Lavín. Entre las urgencias, debe contratar a un actor, cuya especialidad sea la dicción, pues el candidato Lavín se expresa a trompicones, no proyecta la voz y se cohíbe al hablar en público. Utiliza en demasía lugares comunes y frases hechas, más bien de escribidor. Jamás cita un verso o un proverbio.

Cuantas veces estuvo junto a Pinochet, bajaba la voz y sus palabras se diluían. Murmullo semejante al viento de otoño, cuando mueve las hojas de los árboles. “Es propio de su humildad”, arguyen quienes lo veneran y le sugieren que abandone ese tonillo, propio de cohibido, si de verdad quiere encantar a los borregos.

Otro de sus críticos manifiesta, que no sabe mover las manos cuando habla en público. Debe gesticular y sobre todo, alzar la voz sin caer en la hueca elocuencia.

Si gana Joaquín Lavín, aunque tiene de lastre a Sebastián Piñera y a Augusto Pinochet entre otros dinosaurios maquillados, Rodolfo Carter puede aspirar a ser Ministro del Interior. Ahí recalan los mayordomos. A frecuentar los clubes exclusivos, donde asisten sus patrones y ser invitado a las bodas y cumpleaños de la elite.

Cualquiera desearía ejercer su actividad de maquillador de conversos. Mérito para quien se acostumbró a servir a sus enemigos de clase.

 

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Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones ha obtenido el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal, y el premio Nicómedes Guzmán en 1971.

Su último libro publicado es la novela Una vida tantas veces vivida (2021).

 

Walter Garib Chomalí

 

 

Crédito de la imagen destacada: Twitter.

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