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[Crítica] «Sueño de un pez poeta»: Para los que tengan grietas en el corazón

A ratos percibo nostalgia y soledad en los textos del autor chileno Luis Cruz-Villalobos, reflexión y agudeza mental en otros, un hombre cuya cabeza es un ramo de flores, que me atrevería a decir que anhela ser transformado: a veces en un anfibio acróbata, otras veces en mariposa que sueña, en ave, incluso en paisaje, uno tibio y azul.

Por Víctor Ilich

Publicado el 21.12.2022

El tiempo en este cuerpo que se marchita de día en día y que se renueva de gloria en gloria, en este instante, me ha demostrado que no puedo creer en las casualidades. En el azar de lo incierto o en el despropósito del caos.

Hay causas y efectos que desconozco, quién no, pero eso no invalida el hecho de que haya ciertos movimientos que reconozcamos: como el vuelo de la mariposa hacia la flor o la trayectoria del ramo de flores de la novia hacia la que anhela convertirse en algo más.

Aunque carezco de muchas respuestas, tengo suficientes preguntas para mantener cierta cordura, aquella que los griegos buscan y que los fariseos ocultan.

Hoy vengo voluntariamente ante ustedes, nadie me obligó. No dudé en acudir al llamado de Luis Cruz-Villalobos.

Pero no se equivoquen, lo voluntario jamás ha sido sinónimo de autocomplacencia, aunque a algunos les atraiga dicha asociación. Lo voluntario no está exento del sacrificio, por el contrario, lo supone. Que algo sea voluntario tampoco significa que sea fácil. Y sé que nadie obliga a Luis a seguir escribiendo, y sin lugar a dudas también creo que a ratos ha tropezado con la dificultad y el desaliento del que escribe contra el viento.

Y si el llamado siempre es a esforzarnos, más aún con y en lo que amamos, aunque hallamos pasado toda la noche pescando sin éxito. ¿Habrá algún nombre en quien tirar la red de nuevo? ¿Habrá algún pescador de lectores, entre nosotros, dispuesto a seguir escribiendo?

Es que todo escritor desea ser leído como una carta abierta, o un crucigrama o como un mensaje encriptado para algún aliado.

 

Las palabras también son alimento

Nadie nos obliga a amarnos, ni amar lo que hacemos. Pero permítanme una reflexión, piensen en esto por un momento: perseverar en algo, cualquiera que sea el esfuerzo, como el que aprende a ejecutar e interpretar un instrumento musical, presupone una gran motivación. En otras palabras, no hay perseverancia sin motivación.

Insistir en algo persistentemente requiere que estemos continuamente motivados. Y en el reino de las motivaciones, la paciencia es la reina del corazón. Pareciera que escoger amar es una buena elección, porque dicen que el amor todo lo vence, por eso el amor es un combustible de lo que nos mueve permanentemente.

Así espera la crisálida con paciencia convertirse en mariposa, así esperan las flores desvestirse de sus colores y adornar alguna tumba o algún lecho nupcial, donde la muerte se experimenta con menor intensidad.

No es casualidad que hace unos días el poeta Fidel Améstica me compartiera un texto que escribiese sobre el libro titulado La metáfora visual. Sin saberlo, me enseñó que las metáforas no son solo un mero recurso retórico o estilístico, sino algo más preciso: que son y generan conocimiento: es que, si no solo de pan vive el hombre, las palabras también son alimento.

¿Es posible que haya otro pan del cual podamos vivir? ¿Nutrirnos? ¿Crecer?

¿Lo ven?, tengo más preguntas que respuestas. Y eso me alegra, porque en el reino del hambre, el hambriento que pregunta… alcanza un trozo de pan.

 

Los que son hijos del trueno

A ratos, percibo nostalgia y soledad en los textos de Luis, reflexión y agudeza mental en otros, un hombre cuya cabeza es un ramo de flores, que me atrevería a decir que anhela ser transformado: a veces en pez volador, otras veces en mariposa que sueña, en ave, incluso en paisaje, tibio y azul.

Y hoy vengo con esta polera negra, inspirada en Banksy, que también absorbe algo de luz, un hombre lanzando un ramo de flores, no cualquier hombre, un hombre desafiante, y yo aquí también queriendo lanzar con toda mi fuerza hacia el pecho de Luis otro ramo de flores, para acompañar su canto de colores, aromas y también del dulce sacrificio, allí donde pueda mudarse esa ave chiquita que un día voló, pero que anhela anidar siempre en su corazón.

De esta forma, ya no con la tristeza de la partida, sino con la firme esperanza del encuentro y de cantar juntos alguna canción. Ya no brevemente, sino eternamente.

Porque si de los violentos es el reino de los cielos, ¿dónde morarán los que son hijos del trueno?

No creo en las casualidades, Luis, ni en el poder de las flores del mal. Mientras escuchaba la música de Ludovico Einaudi, leía Sueño de un pez poeta, experiencia que recomiendo intentar. Es muy difícil emocionarme con la poesía, pero reconozco que al leer «Dentro de mi guitarra», lloré. Y fue bueno, fue liberador. Quizás a más de alguien puedan estos textos liberar.

Creo que el viento sopla a tu favor, echa la red, sin miedo. Hoy no te lo digo como padre, esposo o hermano, tampoco como hijo, casualmente, te lo digo como juez. Es que no vengo a hablar de libros, sino de vínculos. Y si hacer justicia es dar a cada uno lo suyo, a quien se debe respeto hay que respetar y a quien se deba honra, hay que honrar.

Por eso es necesario hacer justicia hoy, mientras vives, en tu honor: reconozco tu esfuerzo públicamente, no en lo secreto de alguna habitación, por compartir el corazón. Casi nadie lo hace constantemente como él. El que quiera oír, que oiga y quien tenga una grieta en el interior únase a los quebrantados de corazón. Esa es la real invitación.

 

 

 

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Víctor Ilich nació en Santiago de Chile en 1978. Egresado del Instituto Nacional y de la Escuela de Derecho de la Universidad Finis Terrae, además de ejercer como abogado y juez de garantía en la Región de O’Higgins es el respetado autor de más de una docena de elogiadas obras literarias.

«Sueño de un pez poeta», de Luis Cruz-Villalobos (Independently Poetry, 2022)

 

 

 

Víctor Ilich

 

 

Imagen destacada: La familia Cruz-Villalobos.

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