Si bien su liderazgo en la dirección de la revista «Paula», fue un gran aporte de la periodista chilena al desarrollo de las mujeres y a la valorización pública de sus contribuciones en variadas áreas, tal vez lo más importante de su trayectoria profesional haya sido la creación de «El Diario de Cooperativa».
Por Jaime Hales Dib
Publicado el 15.9.2025
Un columnista decía hace unos días en un medio escrito que el Premio Nacional de Periodismo entregado a Delia Vergara Larraín (1940) es un premio tardío, porque ella ya tiene 84 años.
Delia, como ha sido muy destacado, es una periodista pionera en diversos campos, iniciativas y temáticas. Si bien la revista Paula fue un gran aporte al desarrollo de las mujeres y a la valorización pública de sus contribuciones en variadas áreas, tal vez lo más importante haya sido la creación de El Diario de Cooperativa.
Aquello tuvo varios méritos.
El primero fue crear un tipo de noticiario radial que no existía en Chile. Con el mismo formato de un «diario» impreso, organizó una difusión de noticias con diversas secciones, en una presentación ingeniosa, cuidando la calidad y veracidad de las informaciones entregadas.
Debo destacar que el equipo periodístico que ella organizó fue del más alto nivel, pese a la juventud de muchos de los periodistas que lo integraron. Guillermo Muñoz Melo, Patricio Vargas, Marianela Ventura, Manola Robles, Patricia Politzer, Felipe Pozo, Armando Castro, Ricardo Urzúa, Edgardo Reyes Saldías y muchos otros que fueron parte de esta tarea, recibieron de Delia una oportunidad valiosa, que requería de mucha valentía y minuciosidad en su labor.
El segundo, fue haberse atrevido a tratar con soltura, libertad, claridad y, sobre todo, veracidad los temas políticos y las situaciones de derechos humanos, cuando la única experiencia anterior en los inicios de la dictadura había sido Radio Balmaceda, emisora que fue clausurada justamente por atreverse a decir lo que otros callaban.
Muchos les debemos la vida a la gestión extraordinaria de esa radio, que se atrevía a denunciar los atropellos a los derechos humanos contradiciendo expresamente las órdenes de las autoridades civiles y militares.
Cuando Belisario Velasco e Ignacio González decidieron denunciar, por ejemplo, mi detención por parte de la DINA en presencia de testigos, contravenían una orden expresa de no informar situaciones de ese tipo.
Delia Vergara y el equipo que estaba a cargo de la parte administrativa y comercial de El Diario de Cooperativa decidieron correr el riesgo de seguir esa suerte y se la jugaron con singular valentía, audacia, conciencia de lo que hacían y respaldado en la calidad de un trabajo indesmentible.
Muchas veces lo pasaron mal, pero nunca claudicaron.
«Aquí tienes libertad»
Delia conducía con autoridad, criterio, ingenio y sentido de la aventura, al proponerse la introducción de conceptos periodísticos nuevos, como fueron las columnas de opinión en radio, mediante comentaristas que podían hablar con completa libertad. De eso doy testimonio.
Un día, al llegar a grabar mi columna, Delia me informó que la había llamado el ministro del Interior, Sergio Fernández Fernández, para decirle que si yo seguía atacando al gobierno la radio corría el riesgo de ser cerrada y yo sería expulsado del país.
La miré preguntando sin palabras sobre lo que me estaba proponiendo.
Ella me dijo:
—Tú sabes tus riesgos, yo sé los míos. Aquí tienes libertad.
En mi comentario denuncié la amenaza, sosteniendo que la verdad no podía ser silenciada, pues siempre había alguien para seguir proclamando la defensa de los derechos de las personas. No fui expulsado ni la radio sancionada.
¿Tardío el Premio Nacional? Si, tanto quizás como el de Gabriela Mistral en Literatura, a quien le fue otorgado seis años después de que había recibido el Premio Nobel.
Porque más vale tarde, que no hacerlo nunca.
Algo parecido hemos sentido muchos con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales a José Bengoa. Cumplidos los 80 años, se reconoce el aporte intelectual, investigativo, reflexivo de este hombre osado y de pensamiento consistente, coherente y vigoroso, cuyos aportes en relación a los pueblos que habitaban América antes del arribo de los europeos y a la historia de Chile como nación han sido muy relevantes.
Con sus obras hemos sabido de las costumbres, los pensamientos, las tradiciones, la religiosidad, los valores y la tragedia de los habitantes de Chile al momento de la llegada de los españoles al territorio de lo que hoy es nuestro país.
Estoy de acuerdo que cuando los premios se entregan a muy avanzada edad del galardonado, puede parecer un reconocimiento tardío, en el sentido de que quizás esa persona yo no esté en plena producción de sus aportes a la sociedad y al mundo en general.
Pero, por otra parte, debemos coincidir con quienes entregan las distinciones que lo que se está premiando es una trayectoria y eso no se puede dar a alguien que está empezando la vida, a los que están comenzando a hacer aportes. Hay otros premios para ellos, tales como becas, financiamiento de proyectos, apoyo a actividades de diverso tipo.
No importa que sea tarde, peor es que nunca se reconozca.
Debiera haber un tipo de reconocimiento a esos cientos de intelectuales, escritores, creadores en general, profesores, en fin, que nunca recibirán el Premio Nacional, pero cuyos aportes deben quedar inscritos en la memoria chilena y cuyos aportes deben estar al alcance de los niños, los jóvenes y todos quienes quieran conocer a esa pléyade formada por personas que entregaron mucho a cambio de muy poco y que nunca buscaron el reconocimiento ni el agradecimiento de los demás.
Las enseñanzas de estos premiados han quedado grabadas en mi alma.
Recuerdo, como si fuera hoy, cuando dimos en 1995 a Delia una distinción por su contribución a la paz.
Ella nos dijo esa vez:
—Soy hija de la guerra. Por eso, estoy comprometida con la paz y me esfuerzo por hacerla real en mi vida y en el mundo.
Revivo aquella vez, en 1967, cuando Pepe Bengoa se acercó a mí para abrazarme, después de que alguien trató de justificar la invasión de las tropas de Israel a Palestina, y sin que mediaran palabras entendí que él sabía de mi dolor por la tierra de mis ancestros.
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Jaime Hales Dib (1948) es un abogado formado en la Universidad de Chile, poeta, narrador y profesor.
En 1995 fundó la Academia de Estudios Holísticos SYNCRONIA, luego fue agregado cultural en México, y también formó parte del directorio y fue secretario general de la Sociedad de Escritores de Chile.
Además, integró el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile, participó en la comisión redactora de la Ley del Libro, fundó la Editorial Casa Doce, ha publicado varios textos de su autoría y ha dado recitales poéticos en diversas ciudades de Chile y en el extranjero (Francia, España, Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Panamá, Uruguay, Argentina y México).
En la actualidad es columnista y redactor estable del Diario Cine y Literatura.
Jaime Hales Dib
Imagen destacada: Delia Vergara.