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[Crónica] «Sexto tiempo»: Como una obstinación humana básica

El texto del autor chileno radicado en México, Juan Eduardo Esquivel —presentado este sábado 22 de noviembre, en el contexto de la Filsa 2025— es un libro que asume la madurez sin resignación, pues ofrece certezas, pero sí una forma de atención, donde prevalecen la mirada alerta que escudriña la palabra, el cuerpo, la memoria, la desaparición y la amenaza del olvido.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 18.11.2025

Sexto tiempo es un libro que se mueve desde la autobiografía poética hacia una reflexión mayor: el lenguaje como territorio último cuando las certezas históricas, políticas y personales se erosionan.

Juan Eduardo Esquivel (Santiago, 1940) escribe desde la condición del «imperdurable», figura que encarna al ser humano común enfrentado a su conciencia, a la pérdida y a la memoria. Esa voz no busca consuelo ni explicaciones finales; lo que busca es sostener la pregunta.

El libro se organiza en núcleos temáticos. El primero, «Artes y letras», instala una poética que no pretende describir el mundo sino interrogarlo. Aquí aparece de inmediato la tensión principal del texto: la imposibilidad de nombrar lo real sin distorsión y, a la vez, la necesidad inevitable de intentarlo.

Con todo, Esquivel articula esa tensión con referencias filosóficas (Heidegger, Sartre, Hegel) que no funcionan como ornamento erudito, sino como parte de una conversación interior donde la filosofía es una herramienta de sobrevivencia. En este registro, el poeta se sitúa en una tradición que entiende la palabra como forma de desgarrar el silencio, no de decorarlo.

La segunda zona, «La tribu», es el territorio del exilio, la infancia, la genealogía y las identidades precarias. Lo notable aquí es que Esquivel evita la épica del destierro. No idealiza ni dramatiza en exceso; observa. Registra voces, escenas menores, oficios olvidados, calles, vecinos, profesores, incidentes escolares, detalles domésticos.

Así, lo que a primera vista parece anecdótico se convierte en un mapa emocional. Es un modo de reconstruir el «país perdido» sin caer en la nostalgia plana: cuando habla del exilio lo concibe como un desplazamiento interior permanente, más que un hecho histórico cerrado.

En este punto aparece uno de los aciertos del libro: la mezcla entre reflexión abstracta y memoria concreta. El autor pasa sin fricción del mito al panadero, del pensamiento del ser a la fotografía infantil. Esa capacidad de cruzar escalas le da al libro una textura honesta: la filosofía no está por encima de la vida cotidiana, sino dentro de ella. La poesía no es elevación sino registro sensible.

 

Vulnerabilidad sin dramatismo

La sección «El oficio» es quizás la más lograda. Aquí, Esquivel examina la práctica poética desde adentro: sus límites, sus trampas, sus cegueras, sus momentos de fortuna. Es autocrítico y escéptico; se reconoce amateur en un mundo donde la profesionalización literaria suele confundirse con valor.

Expone la precariedad del oficio sin autocompasión. Y aun así, insiste en escribir, Insiste en leer. Insiste en sostener el hilo del lenguaje, aunque sea para un único lector. Ese gesto tiene fuerza, porque no se presenta como heroísmo, sino como obstinación humana básica.

Un punto interesante es su mirada sobre la técnica. Esquivel no cae en el fetichismo formal ni en la ingenuidad del «todo vale». Su posición es otra: la forma sirve mientras permita afinar la percepción. La metáfora no es adorno, es método. El poema funciona cuando abre una experiencia, no cuando describe una emoción. Por eso los textos más breves, donde condensa ese procedimiento, son los más intensos del libro.

Luego vienen las «Cartas». Aquí la voz se vuelve más directa. El libro toma el tono de conversación entre iguales. Aparecen homenajes, duelos, diálogos imaginarios.

En efecto, la carta permite un tipo de sinceridad sin solemnidad, y Esquivel la usa bien: muestra vulnerabilidad sin dramatismo, afecto sin cursilería, reflexión sin pedantería. Es un registro que podría expandirse incluso más en un próximo libro, porque ahí su voz respira con naturalidad.

La última parte, «Cosas extrañas» y «Por una causa», introduce el presente turbulento de la cotidianidad: pandemia, política, pérdidas recientes, situaciones sociales dramáticas.

Aquí el poeta corre un riesgo. Cuando se acerca demasiado al comentario coyuntural, la potencia metafórica se reduce, afectada por eso que podríamos llamar «imprecación de circunstancia». Pero cuando mantiene la distancia justa, el resultado es sólido, como en «Cuento chino» o «El lirio y la keffiyeh». Es en esos textos donde muestra que el poema puede intervenir en lo real sin convertirse en panfleto.

En conjunto, Sexto tiempo es un libro que asume la madurez sin resignación. No ofrece certezas, pero sí una forma de atención. La mirada alerta que escudriña la palabra, el cuerpo, la memoria, la desaparición y la amenaza del olvido.

Así, el título de Juan Eduardo Esquivel es un libro escrito desde un lugar intermedio: ni desencanto absoluto ni esperanza ingenua. Ese «entre» es precisamente su fortaleza. Y es también una invitación: leer es oír cómo piensa otro, y pensar junto a él significa la consunción de la obra de arte.

Pues aquí la poesía no busca cerrar nada; busca abrir, se atreve a la expansión y al vórtice de la palabra, es decir, al silencio compartido y a sus ecos culminantes.

 

 

 

 

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Edmundo Moure Rojas (1941), escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Uno de sus últimos títulos puestos en circulación corresponde al volumen de crónicas biográficas Memorias transeúntes.

Exdirector titular del Diario Cine y Literatura (2020 – 2024), en la actualidad ejerce como la cabeza visible y responsable de la prestigiosa casa impresora Unión del Sur Editores.

 

«Sexto tiempo», de Juan Eduardo Esquivel (Marciano Ediciones, 2025)

 

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Juan Eduardo Esquivel.

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