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Cuentos de «En tierras bajas», de Herta Müller: El miedo y la exposición permanentes

En estos relatos se delata la realidad cruda y detallada de una sociedad consumida por una dictadura y cargada por esa negra nube que ensombrece las llanuras, y sabotea todas las libertades debido a la mano del poder autoritario e imperante: un régimen político que marcó a la autora durante su infancia y preadolescencia, y el cual queda plasmado con su barbarie en toda su obra.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 5.4.2018

Herta Müller nace en una localidad llamada Niţchidorf en Rumania el 17 de agosto de 1953. Actualmente reside en Berlín, Alemania.

Su primer libro En tierras bajas (Niederungen en su lengua original alemana) reúne quince relatos desde la mirada de una niña, que no es tan niña ya la final de éstos.

Su narración es cruda y directa, lo que muestra una infancia bastante dolorosa.

Las vivencias, sueños, pensamientos y recuerdos de una Rumania subyugada bajo un régimen dictatorial y bajo una carga colectiva de posguerra.

La manera que posee Müller de relatar es ilógica, plagada de simbolismos y mensajes, de atmósferas desgarradoras, y onírica muchas veces.

Todo bajo el prisma de una única realidad conocida tanto para la protagonista como también para Müller en algún aspecto. Realidad que nos deja con un sabor a abandono, soledad y miseria.

«Creen que de aquello de lo que uno se niega a hablar, tampoco existe».

Pareciera que casi todos los relatos acontecen en lugares descampados, rurales, solitarios, pobres y muy fríos. La nieve forma parte de su cultura, al igual que la sensación permanente de muerte y de escasez.

«A la orilla del pueblo tiran la vajilla vieja, ollas sin fondo, abolladas y destrozadas, cubos oxidados, cocinas económicas con tableros rotos y sin patas, tubos de estufa agujereados. Desde una jofaina desfondada emerge una planta de flores amarillo brillante».

Ella escribe y describe sin un orden temporal lógico y racional, sin un hilo conductor, sin ninguna capa de juicio ni emocionalidad, sólo relata desde esa percepción algo teñida con la ingenuidad pueril de la narradora y la sensación agobiante de una dictadura, que todo contagia con ideas de muerte y de miedo.

Dice lo que ve, lo que siente y sueña, así de golpe y porrazo, sin medias tintas y con una gran dosis de poesía.

«Quise levantarme de la silla, pero el vestido se me había congelado en la madera».

«Tu padre tiene muchos muertos en la conciencia, dijo uno de los hombrecillos borrachos».

Relatos de una infancia un poco dejada de la mano de Dios, oprimida, hambrienta y casi fantasmal. Los paisajes decadentes, oscuros y crueles, dan cierta noción de aquellos poblados del Banato rumano, donde el ensimismamiento de la comunidad es el resultado de la represión vivida a causa de la dictadura de Nicolae Ceaușescu.

La mujer y su rol social a lo largo de las narraciones es presentada enfáticamente como fémina sumisa, silenciada y siempre recalcando su condición de subordinación hacia el hombre.

Si bien no es una novela autobiográfica, hay muchos elementos que comparte tanto la niña Herta, como Herta la novelista, por ejemplo haber vivido en carne propia el autoritarismo y la violencia que derraman las dictaduras.

En su obra y vida se percibe la cicatriz que deja la experiencia de sentirse y ser marginado, en este caso, dentro de tu mismo país. Müller creció dentro de una minoría germano parlante llamada los “Suabos del Danubio”.

Su familia estaba compuesta por su abuelo, con quien la niña protagonista realiza sus paseos por el maíz, y quien de alguna manera ayudaba a componer la imaginería de sus relatos y rituales aprendidos, de ocupación como granjero y comerciante.

«El abuelo decía que la malvarrosa vuelve tonta a la gente, que no hay que comerla. Y claro está que no querrás volverte tonta».

Luego su padre Josef Müller quien participó como soldado en la SS, y finalmente su madre, mujer campesina y subordinada que sufrió la deportación a un campo de trabajo en la Unión Soviética años antes de que naciera Müller.

«Le hubiera gustado jugar contigo, me dijo una vez mamá, pero tú siempre lo echas todo a perder, y basta ya de llorar ¿me oyes?».

«Quise decir algo, pero tenía la boca tan llena de lenguas que no pude articular una sola palabra».

Ese ambiente de constante miedo, de silencio, de sentirse expuesto envuelve tanto su obra como su vida.

El manuscrito de la obra estuvo alrededor de cuatro años a la espera de ser publicado en una editorial de Bucarest, hasta que finalmente el año 1982 logra salir la primera edición, edición censurada, al igual que muchas otras obras debido a la situación histórica.

La autora logra llevar de manera clandestina hacia Alemania Occidental el manuscrito original y en 1984 se publica una versión completa en Berlín Oeste, la que fue muy bien recepcionada tanto en Alemania, como en Austria; en cambio, en el Banato rumano no tuvo la misma acogida e imagino el motivo: la realidad delatada cruda y detalladamente de una sociedad consumida por una dictadura y cargada por esa negra nube que ensombrece las tierras, y sabotea todas las libertades debido a la mano del poder autoritario e imperante. Régimen político que marca a Müller en su infancia y preadolescencia y que queda plasmado en toda su obra.

Herta Müller fue galardonada con el premio Nobel de Literatura el año 2009.

 

Tercera edición española de «En tierras bajas», por Siruela (en castellano se publicó originalmente recién en 1990)

 

Crédito de la imagen destacada: https://www.br.de

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