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«De lo inútil», de Julio Espinosa Guerra: La épica de un ejercicio obsoleto

El último set de versos del premiado autor chileno -radicado actualmente en España- se levanta al modo de una acción poética «fresca» y novedosa, la cual por lo demás dista de apreciarse limitada ante los graves conflictos que hoy supondría la acción misma de la escritura (la inutilidad, sin ir más lejos), en un hecho donde el lenguaje cotidiano del ocasional creador es siempre la materia prima y fundamental de la totalidad de su producción lírica.

Por Víctor Campos

Publicado el 16.6.2019

A fines del año 2017, durante el mes de diciembre y bajo la editorial barcelonesa Candaya se publicó el poemario De lo inútil, del poeta y novelista Julio Espinosa Guerra (1974), quien actualmente se encuentra radicado en Zaragoza. Poemarios anteriores y destacados a este son NN (2007), Sintaxis asfalto (2010) y La casa amarilla (2013), cada uno premiado y reconocido. Para introducir a De lo inútil, trataré de bosquejar el por qué este poemario resulta ser interesante para su lectura en un actual contexto.

Habitamos una época que ha visto surgir durante el siglo pasado variadas tentativas épicas en poesía, además de un sinfín de propuestas poéticas que van desde un mirar retrospectivo como otros proyectos que, obsesos con el futuro, se adjudicaron el nombre de vanguardias. Todos estos monumentos hoy son carga y sombra para las generaciones procedentes. El conflicto actual de tratar de canalizar muchas influencias supone un gran complejo para quién decida hacer su carrera en el mundo de las letras, más aún considerando la gran cantidad de accesos a estos proyectos.

Internet –sin ir más lejos- se presenta como un arma de doble filo: posibilita por un lado acceder de manera ventajosa a variados trabajos de los poetas más recónditos, mientras que por otro fácilmente torna dicho acceso en un sentimiento agobiante, producto de la gran abundancia de accesos a libros, traducciones, tradiciones y etcéteras. Y aquí, De lo inútil aparecería en toda esta situación que naturalmente es mucho más complejo de descifrar y resolver. El poemario a pesar de circundar nuestra contemporaneidad con sus problemáticas ya enunciadas, demuestra que aún habita la posibilidad de seguir escribiendo poesía que considere una labor para con la palabra. Y aquello, en primer término, nos debe llamar la atención.

A la luz de lo anteriormente dicho, de la lectura del poemario nace la siguiente cuestión: ¿es posible aún tensionar el lenguaje al punto de gestar un lenguaje poético después de la enorme influencia que ha ejercido la antipoesía parriana en las generaciones más recientes, tornando desacralizada la posibilidad de tensionar el lenguaje cotidiano? Tensar será aquí hacer devenir un lenguaje cotidiano a un lenguaje propiamente poético, es decir, donde el primer lenguaje se tuerce y deforma, concibiendo metáforas, sinestesias, aliteraciones y más. En fin, tensar el lenguaje cotidiano gestaría un lenguaje retórico. Naturalmente, esto supone muchos conflictos, mas no es pertinente detenernos en ello ahora.

Bajo el alero de esta época, en donde la influencia de la antipoesía ha sido ensalzada y enfatizada de la mano de ideas posmodernas haciéndonos creer a veces que la tentativa de aún tensionar el lenguaje a la luz de una retoricidad cualquiera sea tomada como un mero ejercicio obsoleto y por ende acontextual, escribir un poema que considere dicha tentativa se convierte en una tarea sumamente compleja y para nada ingenua. En esta tarea está embarcado nuestro poeta en su última entrega.

De lo inútil se niega a pensar que el lenguaje se encuentra agotado para la elaboración de un poema que involucre una necesaria tensión del lenguaje y de sus propios elementos. Mas, ¿cómo lograr tensar el lenguaje a la luz de la duda expuesta anteriormente? Aquí es prudente presentar algunas imágenes sumamente peculiares enarboladas en el poemario que advierten aquel logro de tensión: “La palabra piedra/ en el hocico mojado de mi perra/ se hace pez”, “La nieve está vacía./ Cuando nieva/ no cae nada”.

Y es que esta peculiar manera de trabajar el lenguaje (de tensionarlo al fin de cuentas) conjuga su peculiaridad al recoger a su vez un lenguaje cotidiano/comunicativo: “Té con leche, galletas,/ el gato,/ el olor a rincones conocidos,/ el agua derramada”. Esta confrontación posibilita que se ejerza una tensión que no obedece a patrones obvios y predecibles, permitiendo el surgimiento de imágenes atractivas y resolviendo así la posibilidad de ejercer sobre el lenguaje un trabajo de extrañeza a veces tan olvidado e incluso mal visto.

En suma, Julio Espinosa no es ingenuo ante las posibilidades a las que el lenguaje se ha visto asediado para ser tensionado. La incertidumbre, el vacío, y la ausencia son elementos más que presentes en De lo inútil, que dan cuenta a su vez de una consciencia respecto de las dificultades que supone hoy ejercer la palabra poética. Es más, aquellos elementos serán el latido mismo del libro.

En este sentido, De lo inútil no se realiza de manera acontextual, sino que apuesta a todo lo contrario. Y sobre lo mismo, no es menor considerar que los poemas que habitan el libro se caracterizan por su brevedad. Una escritura que se muestra como un después de toda épica, incluso a veces reuniéndose con un tono en sordina. El poema Sabiduría compuesto tan solo de dos versos es claro al respecto: “Que tus pies abran los caminos/ que tu cabeza imagina”.

A modo de situar la geografía del poemario e ir de lleno con él, vale decir que este se compone por tres partes; la primera llamada Elogio a la piedra, la segunda Cosas que hay que decir y la tercera y última Trasluz. Esta última, al igual que la primera parte, constituiría de manera ambivalente un conjunto de poemas breves independientes que a la vez juegan sobre una misma columna vertebral a la manera de estaciones que articularían un poema extenso. La excepción sucede en la segunda parte: allí los poemas se encuentran resguardados por su título correspondiente, además de aparecer estos ordenados alfabéticamente.

En Elogio a la piedra, asistimos a una sobredimensión: el elemento pequeño en su apariencia –la piedra- hacia dimensiones generalizadas. Los versos iniciales rezan: “Piedra adentro/ conversa la oquedad/ el átomo vacío/ y la historia de la erosión”, es decir, el objeto piedra no es solo eso, y aquí –en el poemario- se retorna a la comprensión del plano del poema como un espacio en donde las cosas son más que sí mismas o –incluso- pasan a ser otras.

La piedra, aquel elemento inerte, aquel guijarro junto al río. Inútil la mayoría de las veces cuando se le encuentra. En este sentido, el elogio es un elogio a lo inútil, aquel “fragmento de lo que fue” y que en su sobredimensión, el hablante finalmente le pide al lector que: “por favor/ entra en ella/ conoce el mundo”. Esta extensión del elemento pequeño hacia las dimensiones como parte de un componente que puede relatar la realidad de los otros componentes que conforman aquel mundo aludido en el verso, habla por sí mismo de tensionar la piedra como un correlato de la inutilidad, como una sustancia del mundo.

En Cosas que hay que decir, la segunda parte que compone a De lo inútil, se hace mucho más palpable la tensión referida a los elementos propios que configuran el poema: hay una tensión de elementos que son pero que a la vez dejan de ser: “hay una palabra no dicha/ y un ramo de flores que no existe”, “cuando nieva/ no cae nada”, “esta palabra mía/ sin mí”, “desaparecer del mundo/ para aparecer en el mundo”.

Así como también hay una tensión en las perspectivas que circundan determinado elemento. Cito el poema Rejas para el caso: “Al levantar una reja/ cortas de un tajo toda perspectiva/ de quien se queda en su interior// De lo que no te das cuenta/ es que para quienes se quedan en el exterior/ una gran mancha de barrotes/ cercena el horizonte,/ hace también del afuera/ una celda”. Y también los primeros versos del poema Desdoblar lo vivido: “Desdoblar lo vivido/ para encontrar/ lo que has dejado de vivir”.

Ahora bien, considero que la tensión más llamativa y profunda aparecida en esta segunda parte del poemario, guarda relación justamente con enfrentarse al lenguaje reflexivo, a la vez que a un lenguaje cotidiano. Hoy, cuando la reflexión metapoética pareciera ser parte de un requisito mínimo a la hora de escribir un poema o al menos pareciera una clara obviedad, De lo inútil de manera soberbia también tensiona dicha petición.

Ya sea haciendo aparecer pequeños guiños -palabras- que señalarían un posible sentido metapoético de los poemas, ya sea generando un poema funcional y extensible a diversas lecturas (y entre ellas la metapoética), Julio Espinosa resuelve aquella solicitud de manera notable, haciendo aparecer al poema en la hoja y no haciéndolo obedecer a un par de interpretaciones estacionarias y posibles.

La tensión se hace visible: se gesta un poema con la cualidad de merodear entre un lenguaje cotidiano-comunicativo y un lenguaje reflexivo. El poema así está abierto, se oxigena y es atractivo desafío a todo lector, puesto que posee de manera ineludible una carga semántica que apuntará siempre a muchas direcciones que cada lector deberá emparentar para consigo. Al caso trascribo el poema Palabra: “Corto una pequeña rama del árbol./ La deshojo, una a una,/ y queda ella sola,/ verde rama sin hojas:/ esta palabra mía/ sin mí”. Rama como realidad, hojas como palabras: se deshoja la realidad para hacerla aparecer mediante la palabra propia o impropia (ambivalencia declarada en “esta palabra mía/ sin mí”) en el poema.

La última parte del poemario titulada Trasluz pareciera componer la confluencia o síntesis máxima de aquellos dos polos del lenguaje mencionados. El título naturalmente sugiere la barrera infranqueable en donde se refugia aquel fenómeno sustancial que motivase la acción escritural, haciendo honor a la todavía existencia de aquel impulso que no ha desaparecido.

Compuesta al igual que Elogio a la piedra, esta parte del libro resultaría ser una culminación de la confrontación entre los elementos cotidianos enfrentados a elementos que circundan una reflexión enfatizada en la palabra poética. Aquí se gesta y resuelve de manera definitiva la dificultad que supone el actual ejercicio escritural: “Ah/ si la toalla fuera/ una blanca puerta/ que cruzar hacia el silencio”, sentencia una de sus estaciones.

Finalmente, la poesía como un ejercicio completamente inútil y escindido halla la necesidad de demostrar e insistir en aquella inutilidad: sentido nulo tiene exigir hoy al arte un ápice de utilidad. Mas hacer de aquella condición una rica fuente, constituye en gran medida la apuesta en De lo inútil y el por qué resultaría ser atractivo en su lectura. La utilidad del poema es su inutilidad, o más bien, hacernos comprender que el arte no debe obedecer a un régimen de uso práctico y recordárnoslo.

Entonces, De lo inútil retorna a aquel efecto que supondrá siempre el ejercicio de tensionar el lenguaje; hoy quizá una acción un tanto olvidada por algunos poetas contemporáneos quienes han aceptado ser y reconocerse como herederos de una tradición que parte de la premisa de que el lenguaje cotidiano será la materia prima y última de todo poema.

Finalmente, De lo inútil se erige como una poética sumamente fresca, que no se ve limitada ante los graves conflictos que hoy supone la acción escritural. Si no que nos dice y sentencia que la poesía tiene algo aún por decir, aunque sea de lo inútil; sobre todo si es de lo inútil.

 

Víctor Campos (Iquique, 1999) es estudiante de segundo año en la carrera de pedagogía en castellano y comunicación con mención en literatura hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Fue partícipe en el Taller de Poesía de La Sebastiana, a cargo de los poetas Ismael Gavilán y Sergio Muñoz realizado el año 2018. Actualmente, cursa el Diplomado de Poesía Universal de la ya mencionada universidad y es ayudante del proyecto «Poéticas Postdictatoriales. Memoria y Neoliberalismo en el Cono Sur: Chile y Argentina», dirigido por el doctor Claudio Guerrero.

 

«De lo inútil», de Julio Espinosa Guerra (Editorial Candaya, 2017)

 

 

Víctor Campos

 

 

Imagen destacada: El poeta chileno Julio Espinosa Guerra.

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