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«El árbol de la vida», de Terrence Malick: Buscando el origen y el significado de todo

Esta película dirigida por el misterioso realizador estadounidense en 2011 -con guión propio- es una obra muy intimista y sutil. Predominan los gestos, las miradas, los sentimientos, lo interior, los pensamientos, más que los diálogos. Las bellas imágenes y las melodías que se nos ofrecen crean una atmósfera especial que es coprotagonista de lo que se nos cuenta. El filme trata sobre la vida de la familia O’Brien en la Norteamérica de los años ’50 del siglo pasado, padres creyentes, con tres hijos. El director nos adentra en sus vivencias, en especial cómo les influye la muerte del hijo menor en su adolescencia, desde la mirada y el sentir de Jack, el hijo mayor. Está muy bien interpretada por Jessica Chastain como la madre, por Hunter McCracken como Jack joven, por Sean Penn como Jack adulto y por Brad Pitt como el jefe de hogar.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 29.8.2018

 

Dios-Diosa

«Dios está en el mismo corazón humano, todos los que venimos a este mundo participamos de esta luz».
Raimon Panikkar

Uno de los temas principales de la película es la creencia en Dios. Desde tiempos inmemoriales la humanidad ha creído en Dios, Diosa o Dioses. En muchas ocasiones en alguien superior externo al ser humano y con tendencia a la severidad. En otras como alguien interno que nos conecta a todos, a todas y a todo lo creado; así lo siento yo. Dios en catalán es Deu que también es el número diez, el número del sumatorio de la perfección de los antiguos griegos. Dios como sumatorio de todos los seres sin excepción. Dios o mejor Diosa, el Sol como Dios en tantas culturas o la estrella Solar como Diosa si recuperamos la rica feminidad (muy presente nuestra estrella Solar en la película, se nos muestran diversos planos con vista frontal a ella), la feminidad de la naturaleza, la madre Tierra que todo lo soporta como máxima expresión de amor, la madre que quiere a todas y todos por igual, la madre a la que estamos vinculados siempre.

Otra cosa son las religiones, organizaciones, sectas, asociaciones… supuestamente representantes de Dios (lo más común es que en estas no se pueda feminizar porque en su ser y hacer no hay madre, no hay auténtico amor) Demasiados de estos grupos son de y por poder. Estos grupos de poder están muy vinculados a lo “masculino ciego y distante”, vinculados a la competitividad o a la lucha por ser el mejor (lo femenino sabe que no hay mejor, hay ricas diferencias), vinculados a la ambición y a las posesiones materiales… son grupos con tendencia a despreciar e incluso humillar o combatir a los que no son “de los suyos” o los cuestionan… Grupos que han cometido y cometen aún hoy atrocidades de todo tipo, en muchos casos lamentablemente “en nombre de Dios”.

La familia O’Brien es muy religiosa cristiana-católica como tantas en la sociedad de su tiempo, acuden a misa y rezan antes de comer. Pero la madre por su actitud vital de amor, desprendimiento y entrega encarna la cristiana auténtica vinculada a la Diosa Madre. La madre O’Brien ama a sus tres hijos por igual, a su marido y al prójimo necesitado (da de beber a un detenido por la policía) Vive feliz y agradecida al que llama señor, vive en paz, vive sintíendose en estado de gracia (la senda de la gracia que le enseñaron las monjas, la aceptación de todo a sabiendas que en la gracia nadie termina mal).

Pero muere el hijo pequeño siendo adolescente. Allí se produce la crisis de fe, las preguntas de la madre al señor: ¿por qué?, ¿dónde estabas tú?, ¿lo sabías?, ¿qué somos para tí?, ¿qué ganaste?

En la iglesia a la que acuden hablan de Job y el cura interpreta lo que le sucede al personaje bíblico: “La desgracia también le ocurre a los buenos no podemos protegernos contra ella, no podemos proteger a nuestros hijos. No podemos decirnos aunque yo no sea feliz me aseguraré de que ellos lo sean. Creemos que el viento en popa nos empujará para siempre, pero no será así. ¿Hay algún fraude en el orden del Universo? ¿No hay nada imperecedero, que no fallezca? Tenemos que seguir adelante, tenemos que hallar aquello superior a la fortuna o el destino; solamente eso puede aportarnos paz. ¿Confían en Dios? También Job y en cambio todo se le arrebató, entonces supo que había sido el señor; dejó de buscar recompensas fugaces y buscó lo eterno. Dios da y quita” La historia de Job, quien lo pierde todo y sigue confiando en Dios, es utilizada por Malick como alegoría aplicable al caso de la familia O’Brien.

Vemos como el director nos muestra en el film su visión de la creación, del vínculo entre los seres, de la vida, de la muerte, de la cueva-matriz, de la estructura helicoidal, del tiempo, del reencuentro más allá de este espacio-tiempo, de la compasión o el fin de la lucha, de la vida eterna… de alguna manera su visión de Dios o Diosa. Lo hace a traves de secuencias en donde entrelaza pasado-presente, y nos ofrece multitud de bellas imágenes del Cosmos y de la Tierra. Destacando la imagen simbólica de la ténue luz de una llama sobre fondo oscuro del inicio y del final de la película; imagen, a mi entender, del “y se hizo la luz” de la creación de todo. Un se hizo la luz germinal, suave, humilde, sencillo, pequeño… vinculado a los seres queridos (oímos la voz de Jack mencionándolos), a la paz y a la libertad (escuchamos el suave sonido de la mar y las aves)  Una luz germinal humilde pero poderosa de verdad pura como la fuerza de tantos pequeños pero grandes héroes míticos; una visión mística del origen de todo… como un delicado haiku que nos envuelve en su calor.

 

La actriz Jessica Chastain en una escena del filme «El árbol de la vida» (2011), de Terrence Malick

 

La familia O’Brien, la madre y el padre

«La mujer representa la totalidad de lo que puede conocerse. Si el hombre logra respetarla y entenderla entonces ambos son libertados de sus limitaciones».
Joseph Campbell

Esta historia familiar tiene conexiones con la historia personal de Malick. Su hermano Larry se suicidó en España cuando estudiaba guitarra con Andrés Segovia. Y en el film el hermano muerto toca la guitarra española. Malick tenía dos hermanos, el otro murió pocos años antes de finalizar el rodaje, al parecer sufría una grave enfermedad. Hay una dedicatoria a los dos en los títulos de la película. Así, hemos de comprender que Jack el hermano mayor protagonista del largometraje es el propio director.

De los cinco miembros de la familia, Malick sólo nos dice un nombre: el de Jack. No sabemos los nombres de la madre, ni del padre, ni de los otros hermanos, ni de nadie más. Entiendo que es un recurso para dejar claro que la historia que se cuenta está básicamente centrada en cómo la ve y la vive él.

La madre es la base de la familia, el calor del hogar de los cuatro hombres de la casa. Es una mujer entregada, amorosa, feliz, disfruta jugando (cuando no está el padre juega con los tres chicos como una igual: se sube a las camas, corre, salta, los despierta pasándoles cubitos de hielo en la planta del pie o espalda…), le encanta ir descalza por el jardín sintiendo la tierra, le gusta mojarse cuando riega, sabe contar cuentos… Ella mira de suavizar los muchos momentos de tensión y dureza que el padre genera, ella siempre está próxima a sus hijos dándoles espacios de libertad. Les dice que se ayuden entre los tres, que amen a todos, a toda hoja, a todo rayo de luz, que perdonen… Es una mujer bella en toda la grandeza de la palabra. La vemos incluso enfrentándose enrabiada a su esposo cuando este ha sido tremendamente injusto con los chicos y llorar después en la cocina de impotencia ante la imposibilidad de hacérselo ver-entender.

El padre trabaja en una planta militar y su afición es la música clásica, toca el piano y el órgano de la iglesia. Es un hombre que quiere inculcar a sus hijos disciplina y fuerza para “enfrentarse” a la vida al más puro estilo miitar (les ordena que le llamen señor o padre, nunca papá) aunque lleve un artista dentro que se expresa cuando oye o interpreta música. Tiene sus momentos de juego con sus hijos, pero no puede evitar ser estricto en todo. Su disciplina se hace muy patente especialmente durante las comidas en la cocina, donde su ley se impone a la calidez del hogar que encarna su mujer.

Los padres se quieren. El padre nunca agrede físicamente a su mujer; en la escena de rabia de ella contra él, el hombre la bloquea pero cuidándola (la rabia del esposo le sale con sus hijos). Otra cosa es que el día a día de disciplina estricta es un maltrato a la naturaleza libre de su mujer.

Vemos que el padre pregunta a sus hijos si estos le quieren, necesita ser querido por ellos; a mi entender, necesita que le quieran por alguna carencia personal que le limita. En cambio la madre se sabe querida y son los chicos los que le preguntan a quién de ellos quiere más, a lo que ella contesta con su dulce voz y sus caricias que a todos por igual.

 

Sean Penn (en el rol de Jack) en un fotograma de «El árbol de la vida»

 

Jack

«Para el ser humano todo es posible especialmente si somos conscientes de que lo pequeño es lo más poderoso».
Federico González Frías

Las siglas de Jack O’Brien tal y como observa acertadamente Iker Zabala en su excelente artículo Autobiografía sentimental de Terrence Malick (véase enlace al final) nos dan el nombre de Job, el personaje bíblico de referencia en esta película.

Jack es el observador de lo que ocurre en su familia y también de lo que sucede en la comunidad residencial donde viven. Su mirada es profunda, reflexiva y serena.

Se ha hablado del valor de lo pequeño, de los pequeños héroes. Jack, a su modo, es un pequeño héroe. El nombre Jack está asociado al cuento de hadas inglés Jack y las habichuelas mágicas donde aparece un chico que encuentra tesoros y vence a un gigante trepando un árbol enorme; el gran árbol del jardín familiar que aparece en la película, el árbol de la vida que da título a la obra.

El árbol como símil de perduración en el tiempo, de generaciones y generaciones de vidas, de historias, de sufrimientos, de incomprensiones, de distancias, de desgarres… y de alegrías, de fiestas, de charlas, de columpios, de niños trepando, de enamorados, de casitas en contacto con la naturaleza, de frutos, de flores, de pájaros…

Jack es el hijo que toma consciencia de lo que sucede. Así, se enfrenta al padre en distintas ocasiones por su disciplina absurda y sus castigos arbitrarios. En una reprimenda le llega a decir “es tu casa puedes echarme cuando quieras, sé que te gustaría matarme” y le chilla que “ella (su mujer) sólo me quiere a mí” Jack se dice a sí mismo enrabiado ¿por qué nació él? Lo vemos tentado a quitarle el gato al coche cuando su padre lo está reparando para aplastarlo. Y diciéndose ”por favor Dios, mátalo, llévatelo de aquí”.

También se revela en una ocasión con la madre porque “te dejas pisotear por él (su hombre)”.

Jack se da cuenta del maltrato a la mujer por parte de muchos hombres (al pasear por la zona residencial y ver a otras parejas) y ve con desagrado como su padre coquetea con la camarera un día que comen en un restaurante sin la madre.

A pesar de vivir impregnado del ambiente cálido y amoroso materno es chico y tiene comportamientos de chico. Le vemos jugar con otros chavales con actitudes violentas y maltratando pequeños animales. Su madre al enterarse le dice que no lo vuelva a hacer nunca, él se siente avergonzado y ni le mira prometiéndole que nunca más sucederá.

El padre le da otra visión de la vida. Le dice a Jack que su madre es muy ingenua, transmitiéndole la idea de que si eres bueno se aprovechan de tí. Así, le enseña a ser fuerte (a defenderse en las peleas), le revela el valor de ser uno mismo, de hacer algo propio aunque te digan que no lo vas a poder realizar. Y le recomienda “di tengo dificultades, todavía no he terminado; pero no digas no puedo”; es decir nunca te rindas, necesario según mi entender.

Pero como desafortunadamente les ocurre a tantos padres, se proyecta en su hijo; le entrega su testigo vital (como el corredor saliente hace con el entrante en las carreras de relevos) de aquello que él no pudo o no supo realizar. Así, le hace prometer que no hará lo que hizo él (soñaba en ser un gran músico y lo dejó pasar) Su padre le dice que debe adquirir el control, que sea dueño de algo, que sea dueño de ideas (él tiene patentes registadas que nunca ha utilizado) Y de alguna manera le impulsa a ambicionar ser rico como señal de éxito (ellos son de clase media).

Cuando el padre pierde su trabajo y tienen que mudarse le admite a Jack que quizá ha sido un poco duro con él, y que no se enorgullece de eso. El chico le contesta que es tan malo como él, “me parezco más a tí que a ella”. El padre le comenta que sus tres hijos son el único logro en su vida (Jack se le abraza) y le dice “mi dulce niño” en un momento de bella ternura. Tras la disciplina impuesta está el amor de padre.

Jack se convierte en un arquitecto de éxito. Se le ve en su oficina en un entorno de rascacielos transparentes en un espacio abierto sin prácticamente paredes divisorias, pero dice sentirse como chocando con las paredes. Parece ocurrirle como a tantos hombres y algunas mujeres de supuesto éxito: por mucho prestigio o muchas posesiones que tengan, se sienten mal consigo mismos.

Vemos una serie de imágenes de distintos escenarios. Jack de niño con sus hermanos en el río jugando y Jack con su traje siendo adulto en un paisaje seco y rocoso preguntándose a sí mismo pensando en su hermano: ¿como te perdí?, ¿erré?, ¿te olvidé?

A mi entender, Jack ha acabado más en el mundo del padre que en el de la madre. Al paisaje seco y rocoso donde se ve él mismo como adulto le falta la riqueza femenina: la tierra esponjosa, la tierra húmeda, el agua, la vegetación… que sí está presente en el entorno del Jack niño: el jardín, el río… Como adulto además le vemos viviendo en una casa de diseño sin sabor a hogar. Tanto en la vivienda como en los rascacielos domina lo masculino. Y lo femenino queda relegado a pequeñas notas, un árbol aquí, un poco de césped… todo desde la distancia, desde la asepsia, desde el control de la naturaleza femenina (que no quiere ser controlada sino que quiere ser entendida y abrazada).

Pero Jack se propone recuperar la femeninidad. Así en sus imágenes, aparece su madre en el paisaje rocoso y seco. La mujer lleva un vestido rosa, él la sigue, traspasan un umbral y se ve la tela de su vestido al viento, momento en que el director muta a imágenes de la creación y de la Tierra con la voz de Jack “cuídanos, guíanos hasta el final de los tiempos” y la voz de la madre “sígueme”. Hasta que llega a una playa tranquila con dos orillas (la dualidad que se abraza suavemente) donde hay gente de su infancia caminando, Jack se arrodilla y una mujer lo acaricia, un arbolito (la renovación) crece en la arena, muchas gaviotas, la estrella solar está baja y rojiza (luz y temperatura suaves)… ve a su madre feliz con un vestido verde (la naturaleza) y se abrazan, ve a su padre y se pasan la mano por el hombro (la camadería por la tarea realizada de comprensión), a su hermano pequeño tal y como era de chico (la recuperación del niño sensible e inocente que este encarnaba), una puerta que se abre bajo el agua (las aguas de los tiempos-tantas historias, la comprensión y aceptación de los sentimientos, de la feminidad, la alegoría de Jonás saliendo de la ballena), una máscara negra que cae al fondo de la mar (el soltar las conveniencias limitadoras para ser uno mismo)… y muchas imágenes más. Y de nuevo Jack en su entorno de rascacielos con una sonrisa (¡lo conseguí!).

 

Agradezco a Iker Zabala su artículo Autobiografía sentimental de Terrence Malick publicado en la página Jot Down.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí y poeta.

 

 

 

 

 

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