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El Covid-19 y el colapso del Estado neoliberal chileno

Los malos resultados del gobierno en el combate a la pandemia del coronavirus —cuantificables en el número de contagiados y de fallecidos producto de la enfermedad, que esta cepa produce— se deben a las débiles políticas de cuarentenas seguidas por la administración estatal, en comparación a las adoptadas por otros países de características semejantes al nuestro.

Por Felipe Portales Cifuentes

Publicado el 28.4.2020

Desgraciadamente, pese a que nuestro país tiene el segundo PIB per cápita entre los 20 países latinoamericanos, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (con 26.317 dólares, es superado solo por Panamá que tiene 26.822); se ubica entre los últimos de la región en cuanto al éxito en el combate a la pandemia del coronavirus.

En efecto, respecto al número de personas contagiadas con el virus (de acuerdo al worldometers del lunes 27), Chile se ubica en el lugar 17° con 723 personas por millón, superando sólo a Perú, Ecuador y Panamá. A su vez, en relación a los casos que se mantienen activos, nuestro país está en la posición 16° con 332 personas por millón, por encima de Perú, Ecuador, Panamá y República Dominicana. Es cierto que Chile es el país de la región que más test ha efectuado por persona; pero ello no sirve de mucho si no se complementa con la medida clave para frenar el virus: una estricta cuarentena.

Lo anterior se puede ver reflejado en la también mala ubicación de nuestro país en dos indicadores claves del resultado final de los esfuerzos: los casos hospitalizados en unidades de cuidados intensivos o con ventilador mecánico y los fallecimientos. Respecto del primero, Chile ¡se ubica en el lugar 19°! con 22,5 personas por millón, superando solo a Brasil. Y en cuanto a fallecimientos se ubica en el 15° lugar con 10,47 por millón, por encima de Brasil, Perú, República Dominicana, Ecuador y Panamá.

Otra comparación pertinente es con los países del hemisferio sur que estaban también en la etapa final del verano al recibir sus primeros casos. Esto es con Argentina, Australia, Nueva Zelanda y Uruguay.

Aquí nuestro país se ubica siempre con el peor resultado y bastante lejos. Así, en número de enfermos, Chile encabeza la lista con 723 personas por millón (13.813); seguido de Nueva Zelanda con 305 (1.470), Australia con 264 (6.720), Uruguay con 174 (606) y Argentina con 86 (3.892). En cuanto a casos activos; Chile está en primer lugar con 332 personas por millón (6.288); seguido de Uruguay con 62 (216), Nueva Zelanda con 57 (310), Argentina con 56 (2.593) y Australia con 40 (1.051). En relación a los hospitalizados en cuidados intensivos; Chile está a la cabeza con 22,5 personas por millón (426), seguido de Argentina con 3,1 (144), Uruguay con 2,8 (10), Australia con 1,6 (43) y Nueva Zelanda con 0,2 (1). Y respecto a las personas fallecidas, Chile también está primero con 10,4 (198), seguido de Nueva Zelanda con 4,4 (19), Uruguay con 4,3 (15), Argentina con 4,2 (192) y Australia con 3,2 (83).

Los malos resultados de Chile se explican perfectamente por su muy débil política de cuarentena comparada con la de los otros cuatro países. Además, el gobierno se ha enfrentado de manera insólita con los alcaldes y el Colegio Médico, ocultándoles información y no uniendo esfuerzos para enfrentarse coordinadamente frente a la pandemia.

Incluso se ha llegado a un clima de crispación que impide la necesaria cohesión de las autoridades para enfrentar bien una crisis tan grave. Y por si lo anterior fuese poco, tanto Piñera como el ministro Mañalich se han embarcado en declaraciones de extrema soberbia y arrogancia. El primero, al señalar hace pocos días que nuestro país está mejor preparado que las potencias más desarrolladas para luchar contra la pandemia; y el segundo al señalar hace algunos meses que: “Chile tiene el mejor sistema de salud del planeta”. ¡El mismo sistema que por las profundas debilidades presupuestarias del sistema público de salud (Fonasa), en que se atiende la mayoría de los chilenos, fallecen cada año miles de personas en sus listas de espera! (Ver El Mercurio; 17-3-2018).

Por otro lado, el Gobierno se demoró semanas en llamar a la población a protegerse con mascarillas y solo ha planteado su obligación de uso en la locomoción colectiva. Además, no ha querido usar las facultades económicas excepcionales que posee para coordinar con la empresa privada la producción masiva y la distribución gratuita a toda la población de mascarillas idóneas, con el control de calidad respectivo.

Y lamentablemente los pronósticos también son muy malos, en la medida que el Gobierno entiende los paupérrimos resultados obtenidos ¡como positivos! e incluso está propiciando un rápido retorno a una “nueva normalidad”. Afortunadamente, el conjunto de la población comprende mucho mejor lo peligroso de la pandemia y se ha opuesto exitosamente al retorno de los niños a los colegios y liceos que estuvo anunciado para el 27 de abril.

Pero todo indica que el Gobierno va a insistir en el punto y que será necesario mantener una fuerte resistencia para evitar que se adopte un curso de acción tan nefasto. Si algo hemos aprendido de esta pandemia es que los niños —desafortunada e inocentemente— se convierten en los agentes más contaminantes de la enfermedad, desde el momento en que la generalidad de ellos la adquiere de forma asintomática.

Además, se aproxima el invierno con su secuela de recrudecimiento de las enfermedades respiratorias, agravadas por la gran contaminación atmosférica de Santiago y de muchas otras ciudades del país. A ello se suma que por el covid, miles de operaciones quirúrgicas programadas han tenido que postergarse. Todo indica, pues, que si no se revierte profundamente la política gubernamental seguida, estableciendo estrictas cuarentenas en Santiago y muchas otras ciudades, acompañadas de recursos extraordinarios aportados directamente por el Estado a quienes lo necesiten —¡como lo están haciendo en el resto del mundo que comprende que estamos en una verdadera economía mundial de guerra!— la situación del país se agravará de modo irresponsablemente extremo.

 

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Felipe Portales Cifuentes es sociólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile (titulado en 1977). Ha sido Visiting scholar de la Universidad de Columbia, asesor de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, y profesor de la Universidad de Chile en el Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), en el Instituto de Asuntos Públicos (INAP) y en el área de Humanidades de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.

Entre otros volúmenes ha publicado: Chile: Una democracia tutelada (Editorial Sudamericana, 2001), Los mitos de la democracia chilena. Desde la Conquista a 1925 (Editorial Catalonia, y que obtuvo el Premio Ensayo del Consejo Nacional de Libro y la Lectura en 2005), Los mitos de la democracia chilena. 1925-1938 (Editorial Catalonia, 2010), Historias desconocidas de Chile (Editorial Catalonia, 2016), e Historias desconocidas de Chile 2 (Editorial Catalonia, 2018).

 

Felipe Portales

 

 

Crédito de la imagen destacada: El Español.com

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