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[Ensayo] «Caos calmo»: El trauma como oportunidad de un aprendizaje

El realizador italiano Antonello Grimaldi trasladó hacia un lenguaje cinematográfico esta novela del escritor florentino Sandro Veronesi —Premio Strega en 2008—, en una obra audiovisual que fue protagonizada por Nanni Moretti, y la cual cuenta con la aparición del cineasta francés de origen polaco, Roman Polanski.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 6.7.2021

El polifacético realizador italiano Antonello Grimaldi adapta al cine la excelente novela homónima del escritor florentino Sandro Veronesi. La puesta en escena agradó al autor lo que entiendo como indudable referente de su calidad.

Hay que destacar el trabajo actoral, especialmente a Nanni Moretti en su gran interpretación del protagonista Pietro; y ya como anécdota la breve aparición de Roman Polanski en el rol de un poderoso magnate.

La trama es de apariencia simple: mientras Pietro y su hermano Carlo rescatan a dos mujeres que se estaban ahogando en la playa, su mujer Lara muere repentinamente en la casa familiar de veraneo.

Cuando los dos regresan a casa, Pietro ve a Lara tendida en el jardín y Claudia su única hija lo recibe entre consternada y molesta por no atender a sus repetidas llamadas telefónicas.

A partir de aquí, nuestro protagonista le promete a su niña —su “chiqui”, así la llama cariñosamente— que no la volverá a dejar sola.

Claudia es ahora su prioridad, está siempre a su lado e incluso la espera cada día en la plaza frente a su escuela sin importarle las posibles consecuencias laborales (él es directivo de una empresa en reestructuración).

Tras esa apariencia simple trasluce una obra de gran sensibilidad y ritmo calmo —haciendo honor al muy significativo título—que plantea al menos tres temáticas trascendentales:

—La necesidad de afrontar el dolor ante un trauma como es el de una pérdida.

—Lo fácil que es engañarse sobre lo que a uno le ocurre y lo que les ocurre a sus allegados.

—Entender el tiempo para uno mismo y los seres queridos como el mayor tesoro de vida.

Fondo trascendental que cala con la misma sutileza que la lluvia fina, el espectador —en especial el sensible— acaba sintiéndose gratamente empapado identificándose con ese hombre en crisis, con ese hombre en proceso de aprendizaje gracias a esa traumática pérdida.

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers.

 

Dolor

«Llegué por el dolor a la alegría
Supe por el dolor que el alma existe
Por el dolor, allá en mi reino triste
un misterioso sol amanecía».
José Hierro

Pietro —y también su hija Claudia— esquivan el dolor de la pérdida, parece que nada haya sucedido, no se hablan ni se lloran la inesperada muerte de la mujer de la familia.

Sorprende ese “como si nada hubiera pasado” en ambos, no obstante la película se centra en el proceso de duelo del personaje de Pietro y pone a Claudia en un segundo plano, presenta a la niña casi como un ser angelical que guía y espera progreso del padre que no estuvo ese día y no estaba tantas veces.

Es significativa la conversación que tienen los hermanos en esa plaza-hogar de Pietro. Carlo le pregunta por qué permanece allí, este asegura no sufrir pero su hermano no se lo cree. Hablan de la niña; dado que esa noche cenará con su tío, Pietro le comenta que “no sé si está preparada para hablar de algunas cosas, aunque parezca normal y no tenga momentos de tristeza. Siempre se controla”. “Como tú”, le responde acertadamente Carlo y añade: “no es bueno para Claudia ver a su padre así”.

Y esa primera noche sin la hija.

Pietro por fin cede ese control emocional que lo atenazaba. Acude a una reunión coordinada por una psicoterapeuta en torno al afrontar la muerte con hijos. Dice ella: “transferimos nuestras emociones a los hijos. Hasta cierta edad, lo que sienten es una réplica de lo que sentimos los padres. Cuidado, no de lo que nos esforzamos por mostrarles sino de lo que sentimos de verdad”.

Y él que recuerda las palabras del hermano: “si Claudia no sufre es quizás porque yo no sufro demasiado”, reflexiona. Y allí mismo se desmaya tras ver a una señora a la que le sangra la nariz y entre pensamientos de todo tipo sobre lo ocurrido a su alrededor durante tantos años y que él no quiso/supo ver ni atender.

En una de las mejores escenas de la película lo vemos ya consciente conduciendo de vuelta a casa. Recorre sudoroso las calles en plena y simbólica noche, una larga escena de su angustia hasta ahora no expresada ni vivenciada y de repente una brusca maniobra para evitar un choque que le lleva a un simbólico parase tras la “huida frenética”.

Y en ese parar —por fin— rompe a llorar precisamente frente a la puerta de la escuela, ese hogar post traumático que habita en horas diurnas, y que son las jornadas escolares de Claudia.

Brillante escena en la oscuridad de su noche que antes evitaba.

 

«Caos calmo» (2008)

 

Engañarse

«Comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. Mi historia no es agradable, no es dulce, no parece armoniosa. Tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todas las personas que ya no quieren seguir engañándose a sí mismas».
Hermann Hesse

Pietro descubre hasta qué punto no conocía a la mujer con la que compartía vida. Lo descubre gracias a su hermana Marta quien le explica lo que Lara callaba y escondía y él no sabía en su no darse cuenta histórico. Un no darse cuenta fruto de su natural y enmascarado egocentrismo.

Marta le explica que la acompañaba a terapeutas y que poco antes de morir fueron a ver a una adivina quien aseguró premonitoriamente que moriría pronto: “y sin un hombre como siempre había estado”. Y ante esas palabras, el silencio de ese caballero de rostro impasible.

Caballero porque a pesar de su egocentrismo, Pietro tiene buen corazón y voluntad de ayuda. Lo demostró ese fatal día al no dudar en socorrer a la mujer de la playa y en su amable día a día con los habituales de la plaza hogar.

Y esa sacudida por la hermana le hace reflexionar sobre las cosas que no sabía de su mujer, las que le confesó ella y otras que descubre él mismo al revisar sus pertenencias.

Así, por ejemplo lo vemos fisgoneando sus emails y dándose cuenta —ahora sí— de que mantenía correspondencia con el autor de los cuentos que tanto agradan a la hija. Pero por respeto —así es él, eso le honra— borra toda los emails sin leer su contenido.

Muchas evidencias que dan la razón a Marta y que pueden ser enseñanza para futuras relaciones de ese hombre inconsciente de su egocentrismo. Esa es una de las enseñanzas escondidas tras el trauma de la pérdida. A Pietro se le abre la oportunidad de aprender del error, la obra no da pistas de si la aprovecha o no…

 

Tiempo

«Dedica tiempo a amar y ser amado, es uno de los privilegios de los dioses
Dedica tiempo a mirar a tu alrededor, el día es demasiado corto para encerrarse
Dedica tiempo a reír, la risa es la música del alma».
Plegaria inglesa

La primera reacción de Pietro tras la muerte de Lara es estar con la hija. Las preguntas de Claudia al regresar de la playa calan hondo en el gran corazón del padre, no estaba allí como desafortunadamente tantas veces en el día a día familiar.

Pietro encarna el clásico arquetipo del padre que se entrega al trabajo para conseguir el máximo dinero en beneficio de su familia. Un arquetipo tradicionalmente masculino que hoy en día comparten también muchas mujeres.

Se sabe que no es fácil conciliar el trabajo y la vida privada pero hay gente que pudiendo equilibrar esas polaridades deciden dedicarse preponderantemente a su vida profesional en detrimento de su vida con mayúsculas. Y eso a mi entender suele perjudicar a la persona que así actúa especialmente cuando convive con alguien y más aún cuando tiene hijos.

De sobras es sabido que un hijo prefiere la compañía de los padres a cualquier bien material. No es la casa con piscina, es el juego con los padres en la piscina o en la más asequible bañera de la mayoría que no puede costeársela.

Así, es rico quien tiene tiempo para sí mismo y quien lo aprovecha para compartir —o sea amar a— con los otros. Y es pobre quien acumula riquezas materiales y no vive con naturalidad el día a día en su temor a compartir y a perder lo acumulado.

Esa es la gran lección que aprende Pietro de inmediato. En esa plaza, en el banco frente a la escuela, en la terraza del bar donde come… allí se relaciona en libertad con la gente. Allí se desprende de la obligación de trabajar y de la falsa máscara de ejecutivo que hasta ahora lo definía y coartaba.

Así que cuando su hija lo libera de ese estar pendiente en un simbólico día nevado —lo libera porque ella se siente acosada por los otros niños que se mofan de ella y las maestras no lo saben, una crítica al bullying y al habitual pobre papel de las escuelas en este triste fenómeno— se abre para Pietro una posibilidad esperanzadora.

Él lo entiende y lo acepta, Claudia —muy empática— sufre por su padre pero Pietro la consuela sabiamente con un sentido: “has hecho bien en decírmelo, hay que decir las cosas siempre”.

Se acabó pues ese segundo hogar al aire libre, ahora empieza una nueva vida para Pietro que se va de allí observando el jardín nevado de la escuela. Ese jardín nevado como imagen de la posibilidad de una nueva primavera más fructífera en su vida gracias al aprendizaje del trauma vivenciado.

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Caos calmo (2008).

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