Yo me inclino ante las fidelidades heredadas más allá de las razas y de las lenguas y más acá de los espacios y de los tiempos: la refugiada judía rusa Nina Reicyn se ocultaba en la casa de las antifascistas gallegas —exiliadas en el París ocupado por los nazis— Gloria Pérez y su hija María Casares, la futura actriz y quien también sería la novia de Albert Camus.
Por Claudio Rodríguez Fer
Publicado el 8.11.2025
La verdad es tan terrible que la extinción en suplicio de todos los nazis juntos no haría justicia a la muerte de un solo niño judío ante sus padres en el gueto de Varsovia, al dolor de una sola niña judía ante la muerte de su madre en el campo de concentración de Ravensbrück, al horror de una única familia pereciendo junta en una cámara de gas en Dachau o en Auschwitz.
Tampoco haría justicia al trabajo forzado hasta la muerte de un extenuado cualquiera de los que regaló el tirano Franco a la cantera de Mauthausen, al hambre, a la tortura y al exterminio de una sola víctima del genocida Hitler o de sus cómplices más o menos burócratas y más o menos banales.
Mas cuantas veces quemaron la dulce flor de la dignidad en los hornos crematorios y cuantas increíbles veces resucitó por la alquimia de la irreductible inocencia en permanente floración: «Resulta incomprensible / que existiese delicadeza / antes de los genocidios / y aún más absurdo / es que existiese después».
Adorno ya es un adorno en la poética contemporánea, pero como escribir sin ese adorno y como no escribir después de Adorno contra toda guerra, hambre, peste o dolor conscientemente perpetradas.
Cómo no escribir todos los días sobre el más absoluto mal, como por ejemplo el genocidio perpetrado por los nazis en la ciudad mártir Oradour-sur-Glane, cuyas ruinas musealizadas recuerdan la masacre de 190 hombres indefensos fusilados y de 246 mujeres y 207 niños ametrallados y quemados en la iglesia a sangre fría.
Asimismo, cómo no leer al benemérito investigador David Ferrer Revull que, sin otro interés que el exclusivamente ético, rescató décadas después a la olvidada última mártir de la nómina de los diecinueve exiliados españoles allí inmolados, Ramona Domínguez Gil, que pereció masacrada junto a su hijo anarcosindicalista, su nuera y sus tres nietos, los dos menores de nombres tan significativamente identificables con lo que se pretendía asesinar: Liberto y Armonía.
Mi humanismo será siempre tu ética
Por eso yo me inclino ante las fidelidades heredadas más allá de las razas y de las lenguas y más acá de los espacios y de los tiempos: la refugiada judía rusa Nina Reicyn se ocultaba en la casa de las antifascistas gallegas —exiliadas en el París ocupado por los nazis— Gloria Pérez y su hija María Casares, la futura actriz que por cierto siempre conservaría el retrato de aquella amiga hebrea que le ayudaba a entender, como no, filosofía.
La valiente y solidaria Gloria, hija de proletaria cigarrera de A Coruña, pensaba que nadie podría imaginar que una judía se refugiase precisamente en la casa de otras refugiadas en situación irregular.
Mas finalmente Nina Reicyn fue detenida, deportada y exterminada con su familia en Auschwitz y desapareció del mundo hasta que María Lopo la rescató partiendo de las memorias de su leal amiga María Casares: «Desde Rusia a la Sorbona, / pasando por la calle del molino verde, / desde Normandía a Estrasburgo, / pasando por la casa del arco iris: / tus pasos desandan los pasos del mal».
Y con tenaz paciencia solidaria y comprometido esfuerzo generoso, María Lopo recuperó la memoria de Nina Reicyn localizando sus escritos, sus fotos, su familia, sus lugares, en fin, la vida de esta amiga electiva heredada de la otra electiva amiga que ni la barbarie exterminacionista logró escamotear a ninguna de las dos Marías ni por tanto al resto de las mujeres.
Porque acaso cuatro décadas después de la desaparición de Nina Reicyn, María Casares la recordó para que, otras cuatro décadas después de sus memorias, María Lopo la investigase y la diese a conocer confirmando que la sororidad tiene muchos apellidos pero que siempre se llama hermana: por delicadeza ante la barbarie perdió la vida Nina, con delicadeza contra la desmemoria la recuperaron María y María.
El fuego con que los nazis quemaron aquel cuerpo no quemó el fulgor de la lucidez de su mente, revivida en el recuerdo de su leal amiga y viva en la biografía de su ejemplar valedora contra la injusticia integral: «Mi ideología / es tu delicadeza / y mi humanismo / será siempre tu ética».
Véanse como imprescindible material al respecto, el libro Recuerda. Españoles en la masacre de Oradour-sur-Glane (Barcelona, autoedición, 2019) y el artículo «Victime oubliée du masacre d’Oradour-sur-Glane» (publicado en la meritoria revista del exilio Les Cahiers du Centre Toulousain de Documentation sur l’Exil Espagnol, n.º 18, 2023), ambos de David Ferrer Revull.
Así como la edición introducida y anotada por María Lopo de las memorias de María Casares, Residente privilegiada (Sevilla, Biblioteca del exilio de la Editorial Renacimiento, 2022), y el reportaje «Nina Reicyn, a erudita xudía que non puido salvar María Casares» (Sermos Galiza, 11-6-2022), que anticipa el próximo libro y la próxima exposición de María Lopo sobre Nina Reicyn.
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Claudio Rodríguez Fer, escritor e investigador literario y memorialista, es director de la Cátedra José Ángel Valente de Poesía y Estética de la Universidad de Santiago de Compostela y presidente de la Asociación para la Dignificación de las Víctimas del Fascismo en Galicia.
Traducido como poeta a 80 idiomas, es miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes, Premio Galiza Mártir en su tierra, Premio de la Crítica Española en poesía, Medalla Eminescu en Rumanía y Premio Babel en Estados Unidos.
Claudio Rodríguez Fer
Imagen destacada: Claudio Rodríguez Fer ante las ruínas dejadas por los nazis en la villa mártir Oradour-sur-Glane.

