Concebido en 1847, este texto está considerado el canto de cisne del autor estadounidense Edgar Allan Poe: «No tengo deseos de vivir desde que lo redacté. No podría escribir nada más», manifestó en una carta. Apenas dos años más tarde, el poeta norteamericano fallecería agotado por el alcohol.
Por Luis Miguel Iruela
Publicado el 21.11.2025
Una antigua tradición sobre la creación de lo existente ha ocupado el estro de los poetas produciendo un género especial llamado cosmogonía.
Relatos de gran belleza acerca del principio del mundo y los tiempos podemos encontrarlos en el Génesis, donde todo procede de la palabra de Dios, actuando sobre la nada, y en Platón con la acción del demiurgo relatada en el diálogo Timeo.
Sin olvidar la Teogonía, de Hesíodo en la que narra el origen y el linaje de los dioses, y funda prácticamente la mitología griega. Un intento similar de corte materialista haría Lucrecio en la literatura latina con su poema De rerum natura.
Pero se encuentran además otras muchas cosmogonías, de algún modo una por cada cultura o pueblo. Así, pueden disfrutarse una cosmogonía babilónica, una egipcia, una maya, contada en el maravilloso libro Popol Vuh y el hombre-maíz, una azteca y un largo etcétera. En todas ellas el fundamento es la imaginación y el mito, vestido este con un ropaje épico de gran calado.
La belleza es superior a la inteligencia
En la actualidad, se ha sustituido este nimbo poético por teorías científicas elaboradas por la física y la astronomía. No obstante, de forma curiosa, la hipótesis más en boga, hoy en día, referida a la cosmogénesis es la de George Gamow del Bing Bang y la creación ex nihilo. Lo que recuerda al momento glorioso que detalla el Libro del Génesis del surgimiento de los astros y la luz desde la nada.
Sin embargo, se encuentra, a medio camino, una cosmogonía especial debida a Edgar Allan Poe titulada Eureka (hay una traducción excelente de Julio Cortázar) que pretende ofrecer en un lenguaje de prosa poética y ensayo especulativo, una hipótesis sobre el comienzo y sentido, físico y espiritual, del universo.
Escrita en 1847, está considerada el canto de cisne de su autor. «No tengo deseos de vivir desde que escribí Eureka. No podría escribir nada más», manifestó en una carta. Apenas dos años más tarde fallecería Poe agotado por el alcohol. Voltaire advertía ya de los peligros de querer decirlo todo.
Con todo, Poe en su texto utiliza términos y conceptos de la física de su época como la teoría nebular de Laplace o los descubrimientos de Newton expresados en un tono poético de altura.
Para él, el cosmos proviene de la nada y se forma gracias a un movimiento de dispersión de la materia y a la atracción frenadora de las masas propiciado por la gravitación universal. Y pronostica el final del mundo como una concentración puntiforme de toda la referida materia universal para resolverse en la nada de nuevo gracias a la fuerza gravitatoria.
No obstante, despierta ahora el mayor interés el comentario que Paul Valéry, titulado A propósito de Eureka, publicó primero en la Revue Européenne (1923) y posteriormente en Variété (1924) gracias a un profundo y penetrante análisis.
Según Valéry, para Poe el camino de la verdad es la intuición antes que la lógica. La intuición es una forma de razonamiento rápido y subconsciente especialmente dotada para el acierto. Pero al mismo tiempo es también la vía regia de la poesía.
En un singular pasaje de su libro asimila Poe verdad con poesía. Este hallazgo le acerca a John Keats, el poeta romántico inglés, cuyo verso final de su Oda a una urna griega afirma que: «La belleza es verdad, y la verdad belleza, esto es todo lo que sabemos sobre la tierra y todo lo que necesitamos saber».
No en vano decía Oscar Wilde que la belleza es superior a la inteligencia porque no necesita explicación.
Un segundo concepto que Valéry destaca en Poe como prueba de verdad es el de «consistencia», es decir, la coherencia (y falta de contradicciones) entre los componentes de todo modelo, relato, teoría o construcción que se precie de serlo. O por expresarlo de una forma directa: la consistencia es la argamasa del todo.
Una tercera idea sería la de «correspondencia» entre la realidad y la mente. Relación inesquivable en la poesía. El poeta penetra en el universo a través de la intuición, la imagen y la metáfora. Y esto mismo es lo que se produce en Eureka: un ensayo convertido en un poema cosmogónico, o bien una poesía transformada en un ensayo.
Por todo ello, Paul Valéry concluye su artículo sobre nuestro pensamiento sobre el origen del universo: «En el principio fue la fábula. Lo será siempre».
¿Estamos obligados a suponer, pues, un inicio más o menos imaginario de la materia? ¿Un nacimiento de la nada? Este es el desafío que lanza el libro.
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Luis Miguel Iruela Cuadrado es un poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.
En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.
«Eureka», de Edgar Allan Poe (Editorial Valdemar, 2022)
Luis Miguel Iruela
Imagen destacada: La creación de Adán en la Capilla Sixtina.

