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[Ensayo] «Hater», de Jan Komasa: Una crítica al doble estándar del progresismo europeo

El cine político del perturbador realizador polaco tiene una nueva gran entrega con este filme protagonizado por los actores Maciej Musialowski y Vanessa Aleksander, y en donde su director aborda el tópico de las «fake news» y la manipulación que hacen de las redes sociales los movimientos de ideologías extremas —en la disputa por la esfera pública del viejo continente—, con el objetivo de conseguir sus fines programáticos, valiéndose del resentimiento social de un sector de la ciudadanía. Disponible en Netflix.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 22.1.2021

 

«El odio es muy fácil. El amor requiere gran valentía».
Hannah Harrington

Odio y desprecio

¡Qué fácil es odiar! Tan solo hay que dejarse llevar por la rabia y descargar la frustración propia sobre una persona o un colectivo al que creemos responsable de nuestros males. Siempre es fácil y cómodo señalar al otro, mucho más fácil que auto-observarse.

Sabemos que cuando las cosas van bien, todo se tolera mejor, pero en los periodos de crisis cuando van mal dadas la tolerancia disminuye. Ocurre tanto a pequeña escala en las relaciones personales como a gran escala en lo social.

Sumergidos como estamos en una profunda crisis global, buena parte de la población se siente muy frustrada y es presa fácil de aquellos interesados en generar discordia y alimentar el odio.

Las redes sociales, esa gran herramienta que nos posibilita la comunicación global está siendo utilizada para generar discordia y alimentar el odio. Las fake news o noticias falsas lo inundan todo ayudadas por cuentas personales falsas a menudo robotizadas.

El tema es serio, la organización Amnistía Internacional nos lo advierte y constata que en los últimos años se ha influido con este engaño en elecciones presidenciales como las estadounidenses que perdió Hillary Clinton o en consultas trascendentales como el referéndum del Brexit. Y del mismo modo las fake news han ayudado al crecimiento de los partidos radicales de ideología fascista —especialmente en Europa— evocando pesadillas que se creían superadas.

Komasa nos presenta una inquietante ficción entorno al odio y las redes sociales. Y lo hace con la brillantez que ya demostró en su anterior filme Corpus Christi que analicé también en este diario. Como entonces, una de sus mejores bazas está en la elección del actor protagonista: Maciej Musiałowski encarna con maestría al impasible Tomek Giemza.

Tomek es un joven ambicioso y hábil dispuesto a hacer lo que sea para conseguir sus objetivos. Es diestro manejando los programas y dispositivos informáticos y sabe embaucar a las persona fingiendo empatía aunque en realidad casi nada ni nadie le conmueve.

Sólo hay una persona por la que siente verdadero afecto, Gabi la joven hija del matrimonio Krasucka. Pero son gente muy acomodada y él no pertenece a ese selectivo mundo, sus padres son humildes campesinos.

Antes de proseguir debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers.

Los Krasucka conocen a esa familia campesina y ayudan a costear los estudios de Tomek. El joven los visita agradecido y al marchar deja su móvil en escucha para poder saber qué comentan de él sus benefactores y su amada secreta.

Y lo que oye es crítica descarnada y cínica burla, esa familia que se postula progresista políticamente, en lo privado desprecia a los que no son de su clase. Ellos que se horrorizan del auge de la extrema derecha, desahucian en su cruel actitud a la gente humilde.

A Tomek le afecta y mucho esos comentarios ofensivos y decide vengarse. Lo hará indirectamente perjudicando al candidato progresista a la alcaldía que los Krasucka apadrinan.

Todo gracias a que logra trabajar en una empresa que aparentemente se dedica a las relaciones públicas y que en realidad es una despiadada “granja de trolls” que manipula la información en las redes sociales, una empresa de fake news al servicio de clientes sin escrúpulos. Entre ellos, el líder del partido de extrema derecha que también se presenta a esas elecciones locales.

 

Influir

Una empresa sin atisbo de ética que utiliza sus recursos para influir en la opinión pública mediante manipulaciones y mentiras difundidas por las redes.

Y Tomek que en su afán insaciable por llegar a lo más alto adula a su jefa asegurando que es grande porque puede influir.

El influir en otros como forma de engrandecer el ego para sentirse importante. El influir en otros sobre tendencias o asuntos de actualidad, en este sentido sabemos que los influencers de las redes sociales —en la película se nos muestra a una que es destrozada por esa oscura empresa gracias al ingenio de Tomek— consiguen que muchos sigan sus consejos aunque a menudo no estén preparados para darlos.

Y aconsejar —en el mejor de los casos— puede ser para esas personas un modo de sentirse útil ayudando a los demás «desinteresadamente» si es que es posible desligar el beneficio propio —sea remunerado o no— de la labor solidaria.

En esa voluntad de ayuda puede estar un influencer concienciado o un redactor como el que escribe este artículo, pero no podemos desligar el beneficio propio —aunque sea sólo obtener likes— del altruismo, la ambivalente condición humana.

 

Del odio a la violencia

La condición humana, los humanos esa desconcertante raza capaz de construir en la belleza del corazón y a la vez destruir en aberrante desconexión de todo y de todos.

A esa aberración está abocado Tomek, no le basta con manipular la opinión pública para desprestigiar al líder progresista de quien se hace “amigo”. Un hombre íntegro —de los pocos entre los personajes de la película— que inocentemente confía en un joven trepador, nada confiable.

Porque Tomek ha decidido ir más allá en su venganza, en su guerra con los recelosos Krasucka y necesita un buen soldado que dé la cara por él en el asalto final.

Lo encuentra en un joven que sobrevive en precario como tantos en esta sociedad de la injusticia y de la falta de oportunidades a la que pertenecemos. Un joven que también como tantos descarga su rabia en los videojuegos del matar para ganar. Un joven así lamentablemente es presa fácil para los grupos radicales.

Y Tomek consciente de ello lo utiliza para acabar con el político progresista. Nunca mejor dicho lo de acabar puesto que la venganza y el odio de ese hijo de campesinos por sus cínicos mentores le lleva a planear una masacre.

Así, ese joven marginado obedecerá las instrucciones de Tomek. El realizador polaco nos muestra magistralmente el modo en que ambos contactan a través de un vídeo juego y cómo el astuto vengador —sin mostrarse en la realidad— lo convence para que “pringue” por él.

Y ese joven que jugaba a matar acude a un acto electoral para acabar con ese hombre íntegro y con todos sus seguidores, incluidos el matrimonio Krasucka. Un joven asesino que cuida con mimo a su abuela enferma y que pide dinero para ella, un joven que siendo capaz de amar a esa mujer anciana no duda en matar a tanta gente por lo que entiende una buena causa.

Dura la escena de la masacre.

Y nuevamente la ambivalencia humana, el instigador Tomek muda su complacencia cuando inesperadamente Gabi acude al acto. Y para protegerla se lanza sobre su soldado arriesgando la vida. Logra reducirlo pero el balance del despropósito son numerosas muertes, entre las que están el líder reformista y la hermana de Gabi.

Y también un inesperado e inmerecido nuevo héroe social —Tomek—que pasa a ser aceptado por la amada y sus padres.

 

Matar y amar

Si no hubiera aparecido la amada Gabi, Tomek hubiera permitido que su soldado acabara con sus odiados benefactores y todos los demás asistentes. Por amor a una vida se salvan muchas vidas.

Komarasa nos presenta a dos jóvenes teñidos de odio —Tomek y su soldado— que a pesar de su insensibilidad hacia la gente en general son capaces de amar a alguien.

Desconcierta esa ambivalencia pero no por ello deja de ser real. Es la ambivalencia de tantos personajes históricos pertenecientes a poderosos clanes delictivos o regímenes totalitarios quienes pueden ser buenos padres o buenos esposos —pocas mujeres se comportan así— y en cambio no sienten empatía por nadie que no sea de su reducidísimo círculo.

Matar y amar parecen pues compatibles aunque el amor con mayúsculas nunca es exclusivo ni excluyente y trasciende el odio. Como bien dice Hannah Harrington en la cita del encabezado el amor requiere gran valentía.

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Hater (2020).

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