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[Ensayo] «London Spy»: Sin futuro entre la verdad y el amor

Esta serie británica de 2015 —aunque fuera llevada al aire por Netflix recién en el 2018— se encuentra distribuida en cinco episodios de una hora, y fue dirigida por Jakob Verbruggen, escrita  a su vez por Robin Smith, y en su desarrollo tanto audiovisual como dramático, plantea profundas interrogantes de índole filosófico y antropológico.

Por Horacio Ramírez

Publicado el 24.12.2020

—Te contaré un chiste, ¿qué te parece?

—Según lo divertido que sea.

—Oh, es muy bueno. Un inglés, un chino, un americano, un ruso, un israelí y un saudí entran en un bar… y todos se ponen de acuerdo.

En este enigmático “chiste”, que no vanamente se parece a un acertijo, se centra todo el misterio de la miniserie británica London Spy (Espía de Londres), del 2015, aunque fuera llevada al aire por Netflix recién en el 2018. Distribuida en cinco episodios de una hora, fue dirigida por Jakob Verbruggen y escrita por Robin Smith.

Es una historia de amor bajo la vieja y siempre efectiva fórmula de un amante inocente, espiritualmente volátil y frágil que se ve enredado en una trama de espionaje. Tal enredo sirve para alejarlo del mundo ficticio de la droga, el alcohol y la promiscuidad para enfrentarlo a una verdad destructiva.

De hecho, London Spy tiene todos los elementos del guión de espionaje: misterios, secretos, mentiras y la posibilidad de giros guionísticos que mantengan la tensión de la trama y la atención del espectador, pero que también incluye el elemento de lo humano profundo y una expresión final de perfil filosófico.

El romance es entre dos varones homosexuales, muy distintos entre ellos pero unidos por una atmósfera personal de soledad que les es común. Sin embargo, una de las soledades, la de Danny —interpretado por Ben Whishaw— es transparente mientras que la de Alex —Edward Holcroft—, es una soledad opaca: es que se trata de un espía.

Lo primero que atrapa en esta producción, es el sesgo tan especial que toma el acercamiento a la historia de ambos personajes. En el primer episodio (de una hora de duración) dedica dos tercios de su trama a presentarnos la conexión entre Danny y Alex y alcanza para que el espectador sienta la evolución romántica entre ambos y participe de lo que cada uno puede aportar a esa relación.

Pero todo comienza a cargarse, finalmente, de una bruma londinense de secretos. Danny no sospecha lo que sucede con Alex, hasta que éste desaparece. Sobre el último acto de este primer capítulo, aparece un tercer personaje, Scottie, que le da un soporte ideal, con su actuación —y a una excelente elección de casting—, al sustento y crecimiento de la trama en los episodios siguientes.

Su historia personal, que se devela lentamente así como su evolución en la trama, es la argamasa que unirá la historia de Alex con el misterio que crece a su alrededor en los siniestros arrabales del MI 6.

Ya en el segundo episodio vamos adentrándonos en la temática clásica de espionaje, pero de un modo cinematográfico de excelencia y denso virtuosismo: lentitud, oscuridad y sobre todo los morosos travellings de seguimiento que nos instalan enancados en el secreto de la desaparición de Alex… una sucesión de travellings, primeros planos y primerísimos planos que nos hunden en la pringue de la muerte y en el entresijo donde se desenvuelven las melancólicas figuras de Scottie y Danny… unidos no tanto por una antigua amistad, como la soledad y el desarraigo moral ante la violencia implacable del área de seguridad británica.

 

La verdad imposible

Todos conocemos la historia de Alan Turing, el británico considerado padre de la informática moderna y que fue clave para descifrar el Código Enigma de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Cruel y ridículamente, en diciembre del 2013, obtuvo de parte de la corona británica, un indulto póstumo tras haber sido condenado en 1952 por el hecho de ser homosexual (“exhibiciones obscenas” que, obviamente, nunca llevó adelante).

Se trataba, claro está, de un cóctel explosivo: homosexualidad y espionaje que llevó a las autoridades de la época, el darle la opción entre la cárcel o la castración química. Optó por lo segundo.

En 1954, a los 41 años de edad, este matemático, lógico, informático teórico, cibernetista, criptógrafo, filósofo, biólogo teórico y maratonista de ultradistancia pagó su orientación sexual con una dosis letal de cianuro.

Como sea, y aunque no se haga explícito en London Spy, este fantasma está presente en la inteligencia sobrehumana de Alex y en su sórdida historia familiar.

Capítulo tras capítulo, se llega al desarrollo, del agente del MI 6, de un algoritmo que cancelaba la opción de la mentira. Con su creación, la verdad sería inevitable. Y una verdad inevitable llevaba a la plena luz el secreto de la mente.

Y sin secretos en la mente, las estrategias políticas se desbaratan porque las estructuras de poder empiezan a carecer de entidad hasta volverse inútiles.

La profundidad de este planteo, que recuerda elípticamente a Turing (por el genio y la orientación sexual), lleva a que percibamos claramente la situación paradójica de la imposibilidad de una verdad inocultable, letal para los gobiernos que quieran mantener las estructuras del poder político en vigencia, y es ahí cómo uno entiende el acertijo inicial de nuestro escrito.

London Spy es una obra sumida en la decepción y en el desencanto, usando un elemento de ficción que revela la imposibilidad de la verdad plena en la vida humana, por lo menos en éste, su actual estado de evolución.

Su mensaje final es que la opacidad de la mente tras la opacidad del corazón, descompone el andamiaje ético de lo humano, donde todo lo que nos hace hombres se diluye hasta desaparecer como un fantasma sin futuro entre la verdad y el amor.

 

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Tráiler:

 

 

Horacio Ramírez

 

Horacio Carlos Ramírez (1956) nació en la ciudad de Bernal, Partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, República Argentina. Tras terminar sus estudios secundarios comenzó a estudiar Ecología en la Facultad y Museo de Ciencias Naturales de La Plata, pero al cabo de algunos años: “reconocí que estudiaba la vida no por ella, sino por la estética de la vida. Fue una época de duras decisiones, hasta que me encontré con una serie de autores y un antropólogo de la Facultad —el Dr. Héctor Blas Lahitte— que me orientaron hacia un ámbito donde la ciencia instrumental se daba la mano con el pensamiento estético en sus facetas más abstractas y a la vez encantadoras… pero ese entrelazamiento tenía un precio, que era reencausarlo todo de nuevo… y así comencé a estudiar por mi cuenta estética, antropología y simbología, cine, poética. Todo conducía a todas partes, todo se abría a una red de conocimientos que se transformaban en saberes que se autopromovían y autojustificaban”.

“La religión —el mal llamado ‘mormonismo’— terminó de darle un cierre espiritual al asunto que encajaba con una perfección que ya me resultaba sin retorno… La práctica de la pintura —realicé varias exposiciones colectivas e individuales— me terminaron arrojando a las playas de la poesía. Hoy escribo poesía y teorizo sobre poesía, tanto occidental como en el ámbito del haiku japonés. Doy charlas sobre la simbólica humana y aspectos diversos de la estética en general y de estética de la vida, donde trato de mostrar cómo una mosca y un ángel de piedra tienen más elementos en común que mutuas segregaciones, y para ayudar a desentrañar el enredo sin sentido al que se somete a nuestra civilización con una deficiente visión de la ciencia que nos hace entrar en un permanente conflicto ambiental y social… La humana parece ser una especie que, de puro rica y a la vez desorientada, está en permanente conflicto con todo lo que la rodea y consigo misma…”.

“He escrito cuatro libros de poesía, el último con algunos relatos y una serie de reflexiones, y estoy terminando dos textos que quizás algún día vean la luz: uno sobre simbología universal y otro sobre teoría poética…”.

Horacio Ramírez actualmente vive con su familia en la localidad de Reta, también de la provincia de Buenos Aires, en el partido de Tres Arroyos, sobre la costa atlántica (a unos 600 kilómetros de su lugar natal), dando charlas guiadas sobre ecología, epistemología y paseos nocturnos para apreciar el cielo y su sistema de símbolos astrológicos y las historias que le dieron origen en las diferentes tradiciones antiguas.

Este artículo fue escrito para ser publicado exclusivamente por el Diario Cine y Literatura.

 

 

Imagen destacada: London Spy (2015).

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