Pese a su complejidad estética, y a la intertextualidad renovadora que hace en su estructura semántica acerca de la obra mayor del vate peruano César Vallejo, una vez que se penetra en su sistema de signos y de referencias, se reconoce el indudable valor que tiene como pieza autónoma y peculiar —en el panorama de la poesía escrita en castellano del presente—, este singular libro concebido por la autora valenciana Berta García Faet.
Por Alfonso Matus Santa Cruz
Publicado el 30.11.2025
Recuerdo cuando, viajando a dedo por las rutas argentinas, pueblo tras pueblo, leía y releía, un poema a la vez, ese poemario hipnótico, ríspido, descoyuntado y fracturado hasta los bordes de la imposibilidad lingüística, que es Trilce (1922), la obra con que César Vallejo (1892 – 1938) provocó desplazamientos tectónicos irreversibles en la sintaxis y la poesía escrita en castellano.
De esa avalancha que fueron las vanguardias poéticas de la década de 1920 fue sin duda esta obra el papiro, casi sagrado, casi ilegible, de tanto jeroglífico, neologismo y errata piadosa que desdoblaba el sentido del verso hacia un relativismo extático, que perduró y creció con el paso del tiempo hasta desembocar en el territorio de los clásicos incómodos, de tan experimentales e indefinibles.
Es a partir del impacto de esta obra, del diálogo que establece con ella, que la joven poeta española Berta García Faet (1988) compuso Los salmos fosforitos (2017, la Bella Varsovia), replicando a, y acompañándose de, los 77 poemas originales de Trilce.
Una apuesta tan arriesgada como henchida de posibilidades. Y es por estas sendas que Faet abunda al zurcir diversas temáticas (erotismo, política, sentido del humor, intimidad cotidiana, duelo, lecturas, trabajo infantil, etcétera), desplazamientos sintácticos, tachaduras y reescrituras, fraguando un palimpsesto neobarroco o postcolonial, como quiera llamárselo, de la obra original.
Mundanidad, frescura y apuesta por el habla urbana
La primera advertencia es que, a pesar de replicar la técnica del remake hollywoodense o los samples musicales, Faet no recorre la vía de la reescritura a lo Pierre Mendard: no desea escribir el mismo libro, acaso sí conversar con este como se conversa con los amantes en las oscuras madrugadas sexuales, a las que tanto vuelve o sobre las que orbita su atención a lo largo de varios poemas.
Ese filtro claroscuro, esa yuxtaposición cultural, le permite tomar algunos de los recursos, tropos e imágenes de Trilce para armar un poemario con sus propias pulsiones, complejos, debates internos y afrentas a su tiempo y su lengua actual, en ningún caso el castellano mestizo de Vallejo, sino uno en que confluye el barroco, la jerga urbana, la intimidad coloquial y las problemáticas de género, la posmodernidad digital y erótica, así como el post colonialismo.
Si el libro demuestra una estructura, aunque sea no lineal, es por su perseverancia en el uso de ciertos estribillos e imágenes (los espejos manuscritos, las llamadas del amante mexicano, los quizás quizás quizás), una cierta musicalidad y juego de correspondencias y engarces que van de un poema a otro. Eso y el juego de espejos trizados que plantea con Trilce le da su peculiar sabor y envergadura.
No es en ningún caso una obra fácil de leer, incluso puede ser desalentadora para lectores poco frecuentes de poesía, pero una vez que se penetra en su sistema de signos y de referencias, se reconoce su valor como obra autónoma y peculiar en el panorama de la poesía escrita en castellano del presente.
Más estimulante que su primera lectura es hacer caso de la invitación que nos hace Faet al final de su libro y releerlo acompañado de Trilce, poema a poema, propiciando un juego metapoético o intertextual gracias al cual podemos cosechar alguna que otra alegría y perplejidad.
Su mundanidad, frescura y apuesta por el habla urbana —por una comunicación tan directa como oblicua con el lector—, le dan a Los salmos fosforitos un sello particular.
Ahora, si lleva más allá los límites de la poesía actual escrita en castellano, eso ya es harina de otro costal, uno que seguramente cargaron Vallejo, Parra y algunos más en sus tiempos. Sin duda un excelente pretexto para volver a leer los piojos, panes al hombro, la paz y la abispa del cholo Vallejo.
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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.
Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
«Los salmos fosforitos», de Berta García Faet (La Bella Varsovia / Anagrama, 2017)
Alfonso Matus Santa Cruz
Imagen destacada: Berta García Faet (por Juan Barbosa).

