Icono del sitio Cine y Literatura

[Ensayo] «Lou»: Las sombras espectrales de un país

Esta novela relanzada por Mago Editores es una notable muestra tanto del arte narrativo del escritor chileno Juan Ignacio Colil Abricot, como asimismo del género negro (o morocho) que se concibe en la cartografía creativa nacional, el cual tiene distintos cultores y que también posee una idiosincrasia propia en sus páginas.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 23.12.2025

Una gran noticia tuvo este final de año 2025, con la decisión de Mago Editores, al anunciar su nueva Colección de Literatura Policial: bautizada como La Carta Robada.

Y para iniciar esta nueva serie, eligieron un libro que ganó el concurso que la misma editorial realizaba hace años atrás, en el lejano 2007: Lou, de Juan Ignacio Colil Abricot (1966).

La elección no pudo ser más acertada pues Juan Ignacio Colil es uno de los grandes cultores de la literatura policial, o mejor conocida como género negro. O para ser más precisos en este lado del continente más bien género morocho.

Así, la literatura de carácter policial en esta parte del mundo tiene características especiales. En Latinoamérica, este tipo de género, los escritores lo usaron no solo para desarrollar una trama donde existe un caso a resolver, sino que además sirvió de vehículo para reflejar las tensiones sociales y políticas del momento.

Sobre todo, en un contexto donde la gran mayoría de los países del continente estaban siendo gobernados por sendos regímenes militares.

Para el caso chileno, uno de los libros seminales en este tipo de literatura, apareció en 1987 de la pluma del reciente Premio Nacional, Ramón Díaz Eterovic: La ciudad está triste. En este relato debuta el detective Heredia, quien, pese al duro momento social, desarrolla su investigación y se erige como una luz simbólica de justicia, en la larga noche de la década de 1980 chilena.

 

Esa vida que continúa pese al horror desatado

Desde ese momento, mucha agua ha pasado bajo el puente y existe un considerable grupo de autores que se inscriben en este tipo de relatos. Y de entre los más destacados Juan Colil Abricot brilla con luz propia.

Con una obra de más de dos décadas, y con cerca de una quincena de libros, la novela que dio inicio a su magno trabajo es Lou, un volumen que da muestras de su innegable talento para narrar historias.

La novela desde su epígrafe sitúa el espacio moral en el que se moverán las acciones: el extracto del poema de José Ángel Cuevas, «Poema final. 1973» esboza los lineamientos de esa vida que continúa pese al horror desatado.

La historia se sitúa en la posdictadura, tiempos de transición que muestran a un país dormido, en proceso de cambio, alejado de las atrocidades militares.

El estilo de Colil roza la simpleza y la concisión: una llamada a medianoche desencadena la serie de eventos que se extienden durante el relato. Armando Flores, un amigo del pasado, necesita ayuda para encontrar a su hija, Lou, una estudiante universitaria.

Flores es un periodista, se ha hecho de enemigos poderosos y teme por ella. En ese primer encuentro, una serie de casos que se mencionan a la pasada, dan pistas sobre las dimensiones del asunto en cuestión: caso Spiniak, caso Matute, caso armas a Croacia.

En este primer acercamiento a la narrativa de Colil quedan patentes dos rasgos de sus relatos. Por un lado, no es necesario dar mayores detalles, los elementos se sugieren, no hay necesidad de entrar en pormenores. Y por otro, los poderes ante los cuales se miden sus protagonistas, son de dimensiones gigantescas.

Para resolver el misterio, está la figura de Ciro, un profesor devenido en detective privado. Aunque el mismo no asume esa condición: «yo solo busco personas», menciona en algún momento.

Luego, el lector se sumerge en un laberinto de lugares y personajes, a través de un Santiago muy reconocible: barrio Condell, el centro de la capital, barrio Yungay. Y a medida que se desarrollan los hechos, más intrincada se vuelve la historia: un cadáver.

 

Esos agentes del infierno

La narración se va complejizando de tal modo, que el protagonista declara: «por lo general, en un caso debe ir disminuyendo el abanico de posibilidades, pero acá ha sido al revés». Esta red de conexiones que hábilmente se teje ante los ojos del lector, lo atrapa de tal forma que en algún momento, más de alguno pensará, ¿cómo diantres se resolverá todo esto?

En sus indagaciones, Ciro va tratando de llegar al meollo del asunto, como si fuera un buzo marino tratando de tocar el fondo. Sin embargo, amargo es su desencanto cuando la profundidad del mal que enfrenta se siente abismal.

Con todo, en este misterio que se extiende a lo largo del relato, Colil da indicios del poder omnímodo que extiende sus tentáculos en la trama y que la gente ya ha olvidado. Alguien nombra a la pasada, como todo lo importante en este libro, las letras del horror de la dictadura: la DINA.

La sola mención de esto, muestra los alcances que pretende conseguir Colil con su relato. Existe en la sociedad algo que no termina de pasar, algo enquistado en el corazón de una comunidad que ya olvidó y que mutó sin hacerse cargo de estos monstruos.

Y el mejor ejemplo, son esos individuos que no tienen nombre y que actúan impunemente en las sombras. Personajes que también se trazarán en otros textos del autor. Una suerte de agentes del infierno que se mueven en unas sombras espectrales.

El último toque de esta singular novela de Juan Colil son las incorporaciones de voces distintas a la del narrador protagonista. Voces que no tienen nada que ver con el desarrollo de las acciones, pero dan una perspectiva distinta y otra dimensión a la narración.

Por un lado, están las «Observaciones de Marcial», un voyerista que vive al lado del edificio de Ciro y que anota todas las cosas que le llaman la atención.

En sus anotaciones se mencionan detalles triviales, así como también imágenes que el lector completará pues aluden a las acciones en las que anda metido Ciro. Y, por otro lado, están las «Disquisiciones de Juanito», un vagabundo que circula por esos sitios.

Con todo, él es una presencia que late en las páginas del libro y que en algún momento cobra cierta relevancia en los hechos. Ciro no entiende sus palabras, no obstante, el lector al tener acceso a leerlas se enfrenta a un flujo verborreico, sin mucha coherencia, pero que se percibe ominoso y que complementa muy bien la atmósfera del relato.

En síntesis, la novela Lou es una notable muestra tanto del gran arte narrativo de Juan Colil Abricot, como asimismo del género negro (o morocho) que se está haciendo en nuestro país, el cual tiene distintos cultores y que tiene su propia idiosincrasia en sus páginas.

Un texto que en esta ocasión Mago Editores ha relanzado, para inaugurar su nueva colección de textos policiales.

Se saluda sinceramente tal iniciativa.

 

 

 

 

***

Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

«Lou», de Juan Ignacio Colil (Mago Editores, 2025)

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Juan Ignacio Colil (por Álvaro de la Fuente).

Salir de la versión móvil