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[Ensayo] Maya o Matrix: La realidad como una extraña y sublime ilusión

Hoy en día gracias al desarrollo de las artes cinematográficas y las tecnologías virtuales es más fácil acercarse a entender conceptualmente el posible funcionamiento de este gran «sueño ficción global» en el cual transitamos y que podríamos denominar un «teatro en común», en tanto que nos afecta e incumbe a todos.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 25.10.2023

«Somos sueños de una persona que está soñando y al mismo tiempo esa persona es también un sueño de otro soñador».
Jorge Luis Borges

«La realidad es simplemente una ilusión, aunque muy persistente».
Albert Einstein

«Aceptamos la realidad del mundo que nos presentan. Es así de simple».
The Truman Show

Este ensayo nace con la voluntad de fundir ideas e hipótesis —propias y ajenas— acerca de la naturaleza ficticia de nuestro desconcertante mundo. Hipótesis que como tales sin ser demostrables son intuidas como posibles.

De esa manera, y en diferentes artículos publicados en este mismo medio sobre películas simbólicas que evocan la ilusión de la «realidad» he apuntado ya retazos de mi entender al respecto, el presente pretende reunirlos para su mayor comprensión.

Un entender que se apoya en el de numerosas personas —a lo largo de la historia— quienes postularon que vivimos en una Maya o Matrix ilusoria. No sólo los amerindios y otras antiguas civilizaciones, también gentes eminentes de tiempos más cercanos como Pedro Calderón de la Barca, Albert Einstein o Jorge Luis Borges expresaron su convencimiento de que esta vida es un sueño o una ilusión que se nos presenta tercamente como real.

Hoy en día gracias al desarrollo de las artes cinematográficas y las tecnologías virtuales es más fácil acercarse a entender conceptualmente el posible funcionamiento de este gran «sueño ficción global» en el cual transitamos y que podríamos denominar «Matrix en común» en tanto que nos afecta e incumbe a todos.

 

Un «punto de locura»

Antes de proseguir debo advertir de que los símiles cinematográficos que se detallan en este ensayo pueden parecer paranoicos, pero ¿acaso no es a menudo —y cada vez más— paranoica esta desconcertante vida que llamamos «realidad»?

En este sentido para mí es todo un referente Salvador Dalí, el genial «loco cuerdo» que entendía y vivía la «realidad» como farsa. Un pintor que buscaba deshacer el tiempo en sus obras, un deshacer que interpreto como modo de desvelar la Matrix espacio y temporal en la cual transitamos hechizados; y un artista visionario que gustaba de experimentar con las simbólicas proyecciones holográficas en un momento en el que se empezaban a desarrollar las tecnologías virtuales que hoy en día revolucionan nuestra percepción del Mundo.

Como parece que apuntara Dalí, entiendo que podemos intuir la farsa de nuestra «realidad» mirándola mediante la observación desapegada tal y como quien se aleja de un cuadro y lo ve de otra manera muy distinta. Así ocurre con las majestuosas pinturas del maestro ampurdanés expuestas en su Teatro Museo de Figueres —muy explícito ese añadido Teatro— que muestran imágenes radicalmente distintas al ser miradas de cerca (el observar apegado) o en cierta distancia (el observar desapegado).

Y creo que un cierto «punto de locura» —Dalí lo tenía aunque fuera en el juego de la ambivalencia— ayuda a desarrollar esa otra mirada que de alguna manera nos permita llevar mejor las a menudo hirientes contradicciones del Mundo; una mirada «un punto» desapegada —que no distante— como senda para transmutar en uno mismo el desgarro causado por tanto dolor propio y ajeno, y por la gélida indiferencia de muchos ante ese sentir de corazón desnudo del empático.

Todo ello para intentar llegar a verse como jugador o actor comprometido en el gran tablero de este extraño y «loco» Mundo. Como expresara la gran poeta Gloria Fuertes —quien por cierto también se declaró «chiflada»— el objetivo sería llegar a gozar la vida en su desconcertante condición mediante la asunción lúdica del niño que somos: «Juego con fuego / pero juego».

 

Jugadores o actores

En este sentido, es reveladora la película Ready Player One de Steven Spielberg que nos muestra un futuro donde las personas han creado distintas Matrix lúdicas de gran realismo con escenarios cambiantes en las que los jugadores adquieren múltiples roles y personalidades.

Así, en esos juegos de apariencia real la «muerte» es sólo una ilusión temporal en función de las reglas concertadas; «mueren» los personajes —o avatares— pero no las personas plenamente reales que juegan con ellos —mejor dicho, en ellos— quienes pueden volver a «nacer» sin mayor problema en otro u otros avatares simultáneamente.

Mediante esa excelente ficción cinematográfica, podemos entender mejor —es mi intuición e hipótesis— esta «Matrix en común» en la que nos movemos: nuestra extraña «realidad» vista como un gran juego o sublime ficción audiovisual en la que todos actuamos —como los avatares de la película— sin ser conscientes o plenamente conscientes de nuestra condición ni implicación como jugadores que colaboran con quienes juegan con y en nosotros en la Realidad con mayúsculas.

Algo parecido ocurre en otro filme de profunda simbología como es The Truman Show de Peter Weir.

En esta magistral comedia dramática un hombre de nombre tan evocador como Christof ha construido un mega decorado de apariencia real que es todo un mundo y que viene a ser una Matrix para el protagonista de su show televisivo. Truman ha nacido y ha crecido allí sin ser consciente del gran engaño en el que vive. Todos saben la Realidad con mayúsculas menos él.

Cuando le preguntan al creador Christof cómo ha tardado tanto Truman en darse cuenta del engaño —de su elaboradísimo engaño— responde: «Aceptamos la realidad del Mundo que nos presentan. Es así de simple». Genial respuesta que a mi entender es extrapolable desde un «pequeño» mundo como el retratado en la obra audiovisual a un grandioso Mundo como el nuestro.

Y en esa comparativa, es de notar que así como en The Truman Show todos sus personajes son conscientes de su condición actoral y de la naturaleza Matrix de esa «realidad» excepto el inocente Truman, en nuestro Mundo global —en nuestra «Matrix en común»— parece que todos somos inconscientes, parece que todos y cada uno de nosotros somos inocentes «Trumans» (sea cual sea nuestro rol).

«Trumans» que quizás podemos llegar a intuir el gran engaño de nuestra «realidad» aunque parece difícil —no lo han logrado «antes» eminentes pensadores como los citados en este ensayo— hacer «caer» su pertinaz velo como sí logran Truman en la película de Weir y el mítico personaje de Neo en la también simbólica ficción The Matrix de las hermanas Wachowski.

 

Creadores y finales

Para finalizar una reflexión acerca de las más que enormes capacidades de quien o quienes pudieran ser los creadores de nuestra “Matrix en común”.

No se trata «sólo» de la inconmensurable grandeza de todo lo creado en la Tierra y fuera de ella, sino que especialmente se trata de la sublime grandeza de las conexiones humanas simultáneas entre miles de millones de personas en todo el planeta. Me maravilla la sabiduría con la que se entrelazan tantas vidas humanas de forma dinámica y constante pese a la aparente ceguera de muchos.

Y es que pocos se paran a pensar acerca de las coincidencias vitales, los «giros del destino», las «casualidades», las «anécdotas», las «anomalías», que hacen —por ejemplo— que conozcamos a personas que nunca pensamos conocer de forma insólita y que resultarán fundamentales en nuestras vidas o también que realicemos actividades gratificantes que a priori jamás imaginamos poder llegar a desarrollar.

Muchas de esas maravillosas comillas y puntuaciones suspensivas son honradas en el séptimo arte. Me vienen a la memoria infinidad de películas sobre esa grandeza escondida en lo que solemos considerar como pequeño, pero quizás la que más tengo presente —y que marcó un antes y un después en mi entender— es la muy simbólica y extraordinaria Más extraño que la ficción de Marc Foster, la cual en clave de comedia reflexiona con sabiduría sobre la extraña naturaleza de la «realidad» para acabar destacando la importancia de: «las anomalías y las sutilezas que asumimos y que sólo son accesorias en nuestras vidas (sin darnos cuenta de que) de hecho están aquí por una causa más grande y más noble: están aquí para salvar nuestras vidas».

Entiéndase el salvar como el llegar a ser capaz —pese a no alcanzar a entender el significado y los porqués de tanto que duele— de valorar la grandeza de todo lo creado apreciando especialmente sus múltiples sentidos y ambivalencias. Y en ese darse cuenta seguir jugando con mayor esperanza el sublime juego del Mundo.

Porque a pesar de que a menudo parece que vivimos en el «infierno» de la Divina Comedia de Dante Alighieri, en la nada fácil distancia desapegada ya comentada, cobra protagonismo precisamente lo de su condición de comedia que revela el título escogido por el «poeta supremo» florentino para su obra cumbre.

También lo entendía así el maestro Charles Chaplin quien afirmaba que: «la vida es una tragedia cuando se ve de cerca pero una comedia en plano general». En ese entender se manifiesta una vez más cómo el cine puede llegar a ser un buen medio para llegar a entender mejor la «realidad».

En todo caso, la vida ahora y aquí comprendida como comedia: «una comedia en plano general» para uno de los más grandes cómicos de todos los tiempos cuya obra audiovisual desborda humanidad y una Divina Comedia para uno de los más grandes poetas de la historia quien sin embargo se recreó en retratar la negrura del Mundo invitándonos a recordar esta noche —y qué larga se nos hace esta nuestra noche— que vivenciamos porque marca el principio de la eternidad.

Visto así, se me antoja que lo del «Juicio Final» religioso que a tantos aterroriza pudiera ser un sorprendente y sorpresivo «llegar por fin a recuperar el juicio y despertar del hechizo colectivo que nos atenaza» o un jubiloso darse cuenta del juego con fuego que hemos estado jugando todos en esta extraña y sublime «Matrix en común».

 

*A Manolo o Manu, hermano de corazón quien me hablaba de Maya y sus implicaciones cuando aún no era mi momento.

 

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Ready Player One (2018).

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