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[Ensayo] «¿Quién asesinó a Marta Ugarte?»: Hacerse cargo de una herida colectiva

El estilo de la autora estadounidense Jeanne-Marie Osterman se sitúa en la tradición de la poesía testimonial, pero con una economía expresiva que le otorga una fuerza particular, en la cual su escritura se caracteriza por la fragmentación controlada, la selección precisa del detalle material y la combinación de procedimientos documentales con una sensibilidad lírica contenida.

Por Luis Cruz-Villalobos

Publicado el 3.11.2025

Este libro, publicado originalmente en inglés a 50 años del golpe militar en Chile, constituye un ejercicio de memoria necesario. Su autora, la poeta norteamericana Jeanne-Marie Osterman, propone un conjunto de textos poéticos que se sitúan entre el testimonio y la evocación.

Sin intentar apropiarse de una experiencia ajena, su escritura surge desde una conciencia ética que no elude las preguntas difíciles: ¿Cómo recordar lo que tantos han intentado olvidar? ¿Cómo nombrar el horror sin banalizarlo? ¿Cómo hacerse cargo de una herida colectiva desde la distancia geográfica, lingüística y biográfica?

El título —¿Quién asesinó a Marta Ugarte?— es, más que una pregunta judicial, una interpelación abierta a la sociedad chilena e internacional.

Marta Ugarte, maestra, militante comunista, detenida, torturada y asesinada, no representa solo a una víctima concreta, sino a miles. Su cuerpo, que reapareció en una playa cuando no debía haber flotado, se convirtió en una de las primeras pruebas concretas de los crímenes de un régimen que buscaba hacer desaparecer toda huella. Su nombre es, en sí mismo, un acto de resistencia.

La obra recuerda que detrás de cada desaparición hubo personas, cuerpos, rostros, historias. Y que detrás del régimen no solo hubo un autócrata. Es crucial subrayar este punto: el nombre de Augusto Pinochet funciona aquí como figura metonímica. Designa no solo a un individuo, sino a un aparato de poder mucho más amplio.

En efecto, el régimen cívico y militar no fue un proyecto personal ni aislado. Involucró a sectores del alto mando militar, a miembros del empresariado chileno, a partidos políticos de derecha, a medios de comunicación, a tecnócratas civiles, y contó además con respaldo y colaboración extranjera, particularmente del gobierno de los Estados Unidos, a través de la CIA.

La historia documentada confirma que el golpe de Estado de 1973 y la consolidación del régimen fueron resultado de una compleja articulación entre intereses internos y externos.

 

Una actitud de respeto y afecto

Que este libro haya sido escrito originalmente en inglés, y por una autora estadounidense, introduce una dimensión ética adicional. La poeta Jeanne-Marie Osterman no es indiferente a las implicancias de su nacionalidad. En varios pasajes alude a la responsabilidad histórica del país del que proviene, tanto en el golpe como en el sostenimiento posterior del régimen.

Su decisión de escribir sobre este tema no es, entonces, un gesto de observación distante, sino de conciencia activa. Desde el lugar incómodo de quien pertenece a una nación que ha ejercido poder global, la autora decide no eludir la memoria de los otros. Su escritura es una forma de asumir una parte de la deuda. Y lo hace no con pretensión de autoridad, sino desde una actitud de respeto, humildad, cuidado y afecto.

El estilo de Osterman se sitúa en la tradición de la poesía testimonial, pero con una economía expresiva que le otorga una fuerza particular. Su escritura se caracteriza por la fragmentación controlada, la selección precisa del detalle material —una hebra de cabello, un botón, un saco de papas— y la combinación de procedimientos documentales con una sensibilidad lírica contenida.

Alejado del pathos grandilocuente, su voz adopta una sobriedad lírica que se aproxima al lenguaje forense, sin por ello perder profundidad emocional. En este sentido, el trabajo de Osterman se alinea con una poética de la verdad mínima: cada poema es una unidad cerrada de sentido que convoca al lector desde la brevedad, la imagen contundente y la omisión significativa.

El libro opta por una estructura de tono testimonial. Los poemas funcionan como unidades de memoria: capturan escenas, gestos, objetos, nombres. Se entrelazan como una arqueología poética del trauma. Aquí no hay explicaciones históricas ni análisis teóricos.

Hay, en cambio, una voz que se detiene en lo mínimo —una cuchara, un zapato, un botón de nácar— como quien levanta del suelo las pruebas de una verdad negada.

El carácter bilingüe de esta edición refuerza esa vocación de apertura. No se trata únicamente de una decisión editorial o de accesibilidad. La traducción al español, realizada por Ximena Gómez, permite que los lectores de ambos idiomas se enfrenten a los mismos textos, en su tensión original.

Así, esta convivencia entre lenguas no anula la distancia cultural y crea un puente necesario: el dolor, el duelo y la dignidad no reconocen fronteras lingüísticas.

 

Recordar es un acto de justicia

Con todo, esta obra también puede leerse en diálogo con los planteamientos de Paul Ricoeur sobre la memoria y el testimonio.

En La memoria, la historia, el olvido, Ricoeur afirma que recordar es un acto de justicia: no solo hacia el pasado, sino hacia el presente y el futuro. El testimonio, dice, no consiste en relatar hechos de forma objetiva, sino en responder al sufrimiento de los otros de modo veraz y comprometido.

Desde esta perspectiva, la poesía de Osterman cumple una función ética: no reemplaza a la historia ni a los procesos judiciales, pero contribuye a que el horror no sea borrado o negado. Preserva el eco de lo que quiso ser vergonzosamente silenciado.

En Chile, como en muchas otras sociedades marcadas por la violencia política, el olvido ha sido política de Estado, pero también práctica cotidiana. En ese contexto, escribir —y publicar— un libro como este no es un gesto neutro. Es una forma de resistencia cultural y humana. Es una manera de afirmar que la memoria no es una carga inútil, sino una condición para la dignidad y la restauración.

Para quienes trabajamos en el ámbito editorial, este libro representa también un recordatorio: hay libros que importan porque incomodan, que deben circular no porque estén de moda, sino porque su sola existencia contribuye a una conversación que sigue pendiente. La poesía de Jeanne-Marie Osterman, en su sobriedad, contención y compromiso, se inscribe en esa categoría.

En la actualidad, se tiende a trivializar el pasado o se manipula según conveniencias ideológicas. Esta obra ofrece una respuesta serena pero firme: la verdad no prescribe. Y la memoria, aunque frágil y dolorosa, es una forma de justicia cuando se sostiene públicamente en el tiempo.

 

*Si usted desea adquirir un ejemplar físico del libro que ha inspirado este ensayo, por favor siga el siguiente enlace.

 

 

 

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Luis Cruz-Villalobos es un escritor, editor, poeta y psicoterapeuta chileno. Especialista y posgraduado en psicología clínica de la Universidad de Chile, y doctor en filosofía por la Vrije Universiteit Amsterdam (Países Bajos).

 

«¿Quién asesinó a Marta Ugarte?», de Jeanne-Marie Osterman (NoteBook Poiesis, 2025)

 

 

 

Luis Cruz-Villalobos

 

 

Imagen destacada: Jeanne-Marie Osterman.

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