Icono del sitio Cine y Literatura

[Ensayo] Recuerdo de Jacques Monod: La ética del conocimiento

Fascinado por la ciencia, el biólogo y bioquímico francés —ganador del Premio Nobel de Medicina en 1965— encontró en el saber un método, un camino para llegar a una serie de verdades que cualquiera con suficiente formación pudiera transitar.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 13.7.2025

En 1965, un grupo de investigadores del Instituto Pasteur, de Paris, formado por Jacques Monod, François Jacob y André Lwoff recibió el Premio Nobel de Medicina gracias a sus estudios sobre la transcripción del código genético contenido en el ADN (ácido desoxirribonucleico) por medio del ARN (ácido ribonucleico) para la síntesis de proteínas y enzimas específicos.

Cinco años más tarde, Monod publicó un ensayo sobre la filosofía natural de la biología molecular, titulado El azar y la necesidad (existe versión española editada por Seix Barral en 1971) en el que reflexionaba acerca del sentido de la evolución. El libro alcanzó un gran éxito y recibió las dentelladas críticas de ciertos filósofos profesionales embutidos en un dogmático uniforme corporativista e ideológico.

En sustancia, la obra entendía el camino seguido por la evolución de las especies como la combinación de dos fuerzas intrínsecas de la materia: la emergencia y la teleonomía.

La primera de ellas, que propiciaba el emergentismo, es hoy universalmente aceptada por médicos y biólogos. Consiste en la aparición de una estructura más compleja a partir de otras más simples, con unas propiedades nuevas y superiores a las de los anteriores constituyentes.

Un ejemplo cotidiano lo ilustra con claridad. La unión de dos gases, oxígeno e hidrógeno en la proporción molecular de 2:1, da como resultado la emergencia de un nuevo cuerpo, el agua, de textura líquida y de forma y propiedades distintas y sorprendentes con respecto a sus orígenes.

La teleonomía indica dirección, tendencia hacia, pero sin una meta fija. Suele confundirse con telelogía, concepto que implica finalidad y propósito. En la evolución, en cambio hay un movimiento abierto y sucesivo de organismos cada vez más complejos que engloban todas las adquisiciones útiles, obtenidas por el azar pasado en forma de mutaciones, una vez desechados además los hallazgos inservibles y erróneos.

Este flujo se encuentra también en otros campos del saber como la filosofía, más en concreto en la fenomenología, de la que Franz Brentano afirmaba que los contenidos de conciencia no son neutros, sino que siguen una dirección.

 

El universo está regido por una ley moral

Antes de la aparición de su ensayo, hizo Monod una prueba pública, dictando la lección inaugural de la cátedra de biología molecular del Collège de France, el viernes 3 de noviembre de 1967. En ella, exponía estas originales ideas y remataba la tarea con la presentación de un proyecto para fundamentar racionalmente la ética.

Esto fue considerado como un propósito iluso por parte de muchos pensadores universitarios, lo que le atrajo un sinfín de críticas.

Monod fue educado en un ambiente religioso, sus padres eran hugonotes, y durante toda su vida rondó por su cabeza la cuestión de cuál era la base verdadera de las creencias éticas, o al menos de su convencimiento razonado.

Fascinado por la ciencia, encontró en ella un método, un camino para llegar a una serie de verdades que cualquiera con suficiente formación pudiera transitar. Y, por supuesto, que otras personas diferentes pudieran contrastar, falsar y comprobar. Imaginó (soñó más bien) que podría obtenerse un cuerpo sólido de conocimientos que pudiera discutirse con la razón con entera libertad.

No deja de tener un encanto noble e ingenuo este esbozo de proyecto, ya que es sabido que la ética procede de las costumbres locales (mores) de cada comunidad. Y que, hasta ahora, ha fracasado toda elaboración de un código universalmente aplicable.

Los materiales de las diversas éticas provienen de la riqueza cultural de cada pueblo: mitos, tradiciones, historia, literatura, clima, medicina, religión, lengua, sueños y todos aquellos condicionantes que conforman la vida del ser humano.

Si recordamos las palabras de Wittgenstein: «Sentimos que aun cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo», tendremos la objeción más seria a la acariciada ilusión de Monod.

Por otro lado, la iniciativa de fundamentar las decisiones éticas solo en hallazgos científicos corre el riesgo, ya muy extendido, de sacralizar la tecnología con los alarmantes desastres que la historia nos ha enseñado durante el promisorio siglo XX y aún nos está mostrando en el XXI.

Kant hablaba del asombro que le proporcionaba descubrir: «el vasto universo y la ley moral dentro de mí». Nostalgia ética podría llamarse esa figura, más aguda que nunca en el momento actual, una de cuyas principales características es el abandono, incluso desprecio, de toda norma y valor.

A tal respecto, resultan emocionantes las palabras que escribiera Jorge Luis Borges en el prólogo del libro de Robert Louis Stevenson, Las nuevas noches árabes. «Markheim», perteneciente a su Biblioteca personal: «pero creía, como los hindúes, que el universo está regido por una ley moral y que un rufián, un tigre o una hormiga saben que hay cosas que no deben hacer».

Poco más, si algo, puede añadirse a esta sentencia.

 

 

 

 

***

Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

«El azar y la necesidad» (Seix Barral, 1971)

 

 

 

Luis Miguel Iruela

 

 

Imagen destacada: Jacques Monod.

Salir de la versión móvil