Lean el libro y luego visionen el filme, vean como un artista bebe del otro y es fiel a sus historias, pero también las traiciona y las tuerce cuando lo cree necesario, sin en ningún caso olvidar lo que hace: retratar la vida misma, trasvasar un período y una cultura estadounidense en específico, a través de un largometraje de ficción hecho de retazos narrativos.
Por Alfonso Matus Santa Cruz
Publicado el 23.10.2025
Adaptar una obra narrativa al lenguaje audiovisual siempre es un desafío, por temas técnicos y de economía expresiva la alquimia que va de un medio al otro siempre resultará en otra cosa, en una reinvención de la materia prima.
Con todo, acaso una de las únicas formas en que se puede salvar esta condición es mediante la complicidad entre la sensibilidad del escritor y el director de turno. Todo arte es, después de todo, antes que nada, una traducción o reinvención de la vida misma.
Es esta coincidencia en la sensibilidad, en la mirada sobre la realidad más cruda y anecdótica de la vida norteamericana, esa protagonizada por obreros, vendedoras de vitaminas, maridos desempleados, vecinos voyeurs y todos esos personajes extra, que se encuentran dos titanes del realismo americano: el escritor Raymond Carver (1938 – 1988) y el realizador audiovisual Robert Altman (1925 – 2006).
Una cultura estadounidense específica
Todo comienza cuando en un vuelo transatltántico. Altman le pide algo para leer a su secretaria y esta le entrega varias obras de Carver.
Al retornar a su patria la voluntad de Altman ya está poseída por la semilla de lo que será su futura película que adapta los nueve cuentos y un poema que se congregan en Short Cuts, este collage narrativo con algunos de los hits y relatos breves más representativos de la obra de Carver reeditado por Anagrama, y con una pequeña introducción en que el mismo director estadounidense relata sus motivaciones tras el proyecto y su admiración por el que quizá sea el maestro de la historia breve realista del siglo pasado.
Como bien plantea Altman sobre estos cuentos, es como si Carver se infiltrara bajo los techos de distintas familias en un punto de inflexión que podría ser anecdótico, pero que a veces acaba por derrumbar un matrimonio o por reescribir la intimidad de una pareja o por revelar la violencia que se gestaba en las secuencias más banales de la vida cotidiana.
El lector de Carver se reencontrará aquí con dos relatos indispensables de su obra como son «Parece una tontería» y «Tanta agua tan cerca de casa», pero también podrá atisbar su diligencia al transformar pequeñas escenas prosaicas en verdaderos retratos de vidas erráticas, deslavadas, pero inconfundibles, como en «Recolectores» y «No son tu esposo».
Nunca es tarde para releer la obra de Carver, para volver a deslumbrarse con su absoluta falta de oropeles, con su exactitud descriptiva, con la paleta opaca de colores con la cual logra levantar sus escenas y proyectarlas en la imaginación del lector con toda la impotencia de la realidad misma.
También con sus detalles olvidables, con todo su dolor y su vulnerabilidad encarnada en personas que nunca acaban de saber qué está ocurriendo o cómo pueden lidiar con algo tan pequeño, con algo tan inmenso. La memoria es caprichosa y significativa en sus predilecciones, y eso Carver lo comprende mejor que nadie, y lo conjuga como nadie, siguiendo los pasos de su admirado Chejov.
Y Altman no se queda atrás. Su película de tres horas la vi de una pasada durante un largo viaje nocturno en bus y la vivacidad de los diálogos, el elenco estelar (Tim Robbins, Julianne Moore, Frances McDormand y Tom Waits de desempleado borracho, entre muchos otros), la azarosa forma en que se entrelazan los caminos de los personajes en un Los Ángeles inabarcable y desangelado, territorio de calles, engaños, seducciones y fracasos a granel, es una gozada continua, una muestra de destreza narrativa y cinematográfica injustamente relegada.
Lean el libro y luego vean la película, vean como un artista bebe del otro y es fiel a sus historias, pero también las traiciona y las torce cuando lo cree necesario, sin en ningún caso olvidar lo que está haciendo: retratar la vida misma, trasvasar un período y una cultura estadounidense específica en un largometraje hecho de retazos, como los cuentos de Carver, que acaso sean lo que más se acerca a esa elusiva idea de la gran novela americana.
***
Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.
Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
«Short Cuts», de Raymond Carver (Editorial Anagrama, 2025)
Alfonso Matus Santa Cruz
Imagen destacada: Short Cuts (1993).

