En esta breve novela, la segunda escrita a lo largo de su nutrida bibliografía, el escritor chileno Juan Mihovilovich Hernández —candidato al Premio Nacional de Literatura 2025 que se dirime por estos días— nos ofrece un relato muy poético, de adjetivos maravillados, de caminar por la calle Sarmiento de Punta Arenas y enfrentarse de improviso con la iglesia de Don Bosco.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 7.9.2025
La nieve, el clima en realidad, esos inviernos oscuros esperando que la esperanza vuelva a ser parte del menú. La madre escondiendo su reflejo tras el espejo, Laura presagiando los primeros copos de nieve luego de que Pablito terminara de contar y el viento amenazara con volarlos y arrojarlos al Estrecho de Magallanes.
El narrador es un adolescente que nombra a las cosas por primera vez, observa a las gaviotas caer en picada y guiarlo en esos sueños que lo apartan de la desolación.
Observa la tristeza de su padre y a su abuelo como le caen los años. Mudos ante la madre que parece extraviar sus pasos y dejar huellas sobre la nieve con sus pies descalzos.
Un relato muy poético, de adjetivos maravillados, de caminar por la calle Sarmiento y dar con la iglesia de Don Bosco. De observar a Jesús en la cruz y rezar para que acabara el invierno, su madre volviera a sus cabales y que todos en la casa conversaran de nuevo.
De cuando el narrador estaba enfermo y su madre se acordaba de cuidarlo, de llevarlo donde Lucrecia que parecía hipnotizarlo, dirigirlo al trance y conjurar su enfermedad. Representando el crepúsculo materno, el primero al aflorar la luz, la hora en que el artista inspira sus primeras creaciones.
El refugio de esos inviernos eran sus hermanos, Pablito y Laura, sus juegos en la arena y salir a recorrer los basurales en busca de algún tesoro. Angelita salía desde su cajita, agigantaba su figura y los llenaba de regocijo.
Un siglo de soledad
Con todo, el narrador observa la realidad desde el ventanal de su madre, hacia afuera los crueles habitantes y hacia adentro ella enfundada en las frazadas.
La naturaleza marcaba los ritmos y venía el segundo crepúsculo de su madre, esas horas maternales, pero ahora conducía al adolescente donde Adriana, una señora enigmática, la hechicera que caía en otro tipo de trance, la que vaticinaba dolor en su vida, y auguraba años sin obtener respuestas.
Así, los hermanos iban creciendo y las supercherías de la religión los seducían a cambiar sus hábitos. La madre continuaba su procesión en camisa de dormir y los vecinos murmuraban, los niños ya no jugaban a la pelota, sino que se burlaban de un espíritu que parecía visitar otros lugares.
Un estigma que el adolescente afrontó recurriendo a la fe en Cristo. No entendía tanta miseria y tanta gente mendigante, pero su alma, a diferencia de sus hermanos, veía algo importante en la religión.
La fe incipiente remontaba esos oscuros inviernos, pues desde lo desolado siempre llegaba el verano con bríos renovados. La naturaleza lo hacía ver bajo su cristal maniqueísta. Luz para aliviar el dolor de su madre y la oscuridad que profetizaba Adriana, de un momento a otro el cielo y el infierno cruzaban ante sus ojos.
Un vehículo de luces azules y rojas, sin sonido, viene a llevarse a la madre. Se ha clavado espinas en la frente y lastimado con clavos sus manos. No está crucificada, aunque algo religioso hay en esa huida. Una especie de Virgen que se deslizaba descalza sobre la nieve.
Más tarde los abandonó al Padre y en la casa pareció quedar el Espíritu Santo. No faltó alimento, pero en el alma del adolescente persistían unos cien años de soledad.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y quien también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013), los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014), y las historias ficticias de Pensamiento replicante (Editorial Vicio Impune, 2025).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023), Vivir atormentado de sentido (Editorial Vicio Impune, 2024) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).
«Sus desnudos pies sobre la nieve» (Entrepáginas, 2023)
Aníbal Ricci Anduaga
Imagen destacada: Juan Mihovilovich Hernández.