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«Gloria Bell»: Mucho más que un remake

El director chileno Sebastián Lelio tiene el talento de ir por segundas partes sin decepcionar, y en este largometraje exhibe un drama no exento de humor con sobriedad y sutileza, y donde sabe penetrar en la sensibilidad femenina y cómo plasmarla creiblemente a través de imágenes en movimiento. Todavía en cartelera.

Por Alejandra Boero Serra

Publicado el 27.5.2019

 

«…But you really don’t remember,
Was it something that they said?
Are the voices in your head calling, Gloria?»
Laura Branigan

«…el amor no es para narcisos ni cagones».
Constanza Michelson

Sebastían Lelio, director de Gloria (2013), vuelve con Gloria Bell años después y uno se pregunta: ¿para qué?, ¿qué faltó contar allí?

La Gloria chilena, magistralmente encarnada en Paulina García -ganadora del Oso de Plata en la Berlinale de 2013- trasmuta en Los Ángeles en una no menos magnífica Gloria Bell en el cuerpo de Julianne Moore, quien deja la piel para seguir desentramando lo que se busca cuando se busca amor.

Gloria es una cincuentona que no se rinde al paso del tiempo ni al fracaso de un divorcio. Tampoco a quedarse sólo con su profesión y a ser arropada por unos hijos que ya no la necesitan. Ella sale a la pista de baile, se sube a la música y se abraza al deseo. Mientras baila y toma sus Dry Martini conoce a hombres -tan íntimamente solitarios como ella- hasta que en la pista ve a Arnold – un John Turturro en una soberbia actuación.

La emoción de un nuevo romance que promete no llega sin peros. Hay dos mundos que quieren conectar. Gloria es un espíritu libre, con ganas de acompañar a la vida, con una familia a la que no da explicaciones, con miedos e inseguridades típicos inmersa en una cotidianeidad sin brillos.

Arnold es un esclavo de la manipulación de sus hijas y de su ex, un hombre niño a la hora de actuar, una víctima que se regodea en su rol. Entre el amor y la culpa, el coraje no aflora. Y Gloria es una mujer que aunque espere, no espera más a nadie. Una mujer que escucha música ochentera pero se sabe con todas las fuerzas y las luchas de la mujer de hoy. Arnold no puede en ese terreno. Tampoco se esfuerza por querer.

Gloria en Gloria Bell ya es un arquetipo. Las diferencias sólo hacen pie en lo que las une, esa necesidad y ese deseo que no reconoce fronteras: llegar al amor y permanecer, sorteando y cayendo en todas las trampas y aún así intentando una vez más. La Bell, y aquí cierra el plus, pone el cuerpo y las balas que guarda en el blanco justo: una manera sanamente explosiva que la ponga, nuevamente de pie, después del tiro del Adiós.

Lelio tiene el talento de ir por segundas partes sin decepcionar. Nos cuenta un drama no exento de humor con sobriedad y sutileza. Sabe penetrar en la sensibilidad femenina y cómo plasmarla.

Para ello cuenta con protagonistas de la talla de Moore y Turturro que no escatiman su talento -verdaderas master class-, una extraordinaria banda sonora con los hits de los 70′ y los 80′ -Laura Branigan en un cierre «de película»-, una fotografía que registra una cotidianeidad rutinaria y un guión con diálogos que en toda su simpleza des/arman la complejidad de las relaciones humanas.

Siento ya a esta Gloria como al Número 5 de Chanel: un perfume que sabe acompañar, reconocible, único, propio.

 

Alejandra M. Boero Serra (1968). De Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina, por causalidad. Peregrina y extranjera, por opción. Lectora hedónica por pasión y reflexión. De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Escribidora, de a ratos, por diversión (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre).

 

Julianne Moore y John Turturro en una escena de «Gloria Bell» (2018)

 

 

 

 

Alejandra Boero Serra

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: La actriz Julianne Moore en un fotograma de Gloria Bell (2019), de Sebastián Lelio.

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