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«Hermógenes Pérez de Arce y el ‘Guatón’ Romo»: Contrapunto de hombres y de vidas

Situados en las antípodas sociales, estos lúcidos personajes de común trayectoria política, almas hermanadas de una novela aún no escrita —aunque imagino que debe haberlas en barbecho— y provistos del envilecido odio hacia quienes piensan y opinan distinto a ellos, se unen en la existencia y en la muerte.

Por Walter Garib

Publicado el 2.12.2019

Cuando se escribe una novela, un cuento o una obra de teatro, a menudo el autor recurre a personajes de la historia o a quienes forman su entorno. Los modifica en parte y les cambia de nombre. Siempre existe quien puede servir a sus propósitos narrativos. Si no encuentra a la persona adecuada, la inventa y aunque parezca extraño, no es la mejor solución. La realidad por norma le va a proporcionar el personaje ideal y basta hacerle adecuados retoques y resuelve el tema.

Hermógenes Pérez de Arce, abogado, cuyo ídolo sigue siendo Augusto Pinochet y Tomás de Torquemada, el inquisidor español de la Santa Inquisición, se ha convertido en el personaje ideal para incluirlo en una novela de terror. Poe y sus cuentos o Bram Stoker, autor de Drácula, apenas rozan las virtudes de este personaje. El viernes fue expulsado de un canal de TV por haber expresado lo siguiente, como quien habla del tiempo o de cómo preparar una cazuela de ave: “Es más importante reconstruir el país que respetar los Derechos Humanos”. Tonka Tomicic la conductora del programa se sintió sobrepasada, y sin que se perturbara la belleza en sus dulces ojos de croata, lo expulsó del set. Hermógenes creyó vivir en tempos de la dictadura de su ídolo y al marcharse alegó, como quien se excusa por haberse lanzado una ventosidad en una reunión: «Cómo no me voy a retirar si soy censurado y se descalifica mi opinión en términos que son insolentes e injustos, así que por eso, me retiro», mientras casi a gritos, todo el panel de Bienvenidos —vaya ironía— le exigía que lo hiciera.

Es legítimo recordar por analogía a ese otro personaje abyecto, el famoso “Guatón” Romo, torturador de la DINA que se jactaba de su oficio. “Yo soy capaz de hacer cantar hasta los mudos” solía manifestar a sus compañeros de oficio. Por algo le temían. En sus declaraciones, decía sentir placer cuando cometía aberraciones sexuales en contra de mujeres y hombre, pues su labor consistía en obtener informaciones del torturado. Es difícil hallar dentro de la literatura un personaje de tanta perversidad y por tal motivo, su historia ha sido recogida por varios autores.

Hermógenes Pérez de Arce, de alguna manera su símil, tortura con sus declaraciones, gestos y actitudes de señorito caprichoso, nacido en cuna de oro. En cambio el Guatón Romo vivió la precariedad de la población, como miembro de una familia desintegrada. Mientras Hermógenes iba a colegios de alcurnia, donde concurre la elite, y los patipelados ni siquiera cruzan por el frente, acaso tuvo una institutriz inglesa y después estudió abogacía. Romo en tanto recorría las calles polvorientas de su sector, pues no había veredas, realizaba pequeños robos, formaba pandillas y agredía a las mujeres. Mientras Hermógenes iba a los conciertos del Teatro Municipal a escuchar a Bach, leía a Balzac en su lengua materna y se codeaba con la elite, en el otro extremo de la ciudad, Romo arrastraba su rencor en contra de la sociedad que lo había hecho nacer en la miseria. Apenas sabía leer y escribir y por sus manos, quizá alguna vez pasó una revista infantil. Cuando murió en la cárcel, donde cumplía condena por torturador, a su funeral no concurrió nadie. La familia parecía no existir o por vergüenza, evitaba asistir a la ceremonia. Por piedad cristiana un sacerdote que se hallaba en el cementerio, acompañó al féretro unos pasos y monjitas de una congregación, le permitieron que fuese enterrado en su mausoleo, mientras alguien se hiciera cargo del difunto.

Hermógenes ha viajado por el ancho mundo; ha visitado museos, asistido a obras de teatro en España por si se encontraba con el dictador Francisco Franco, en Londres a ver a Hamlet de Shakespeare, y el “Guatón” Romo aparecía de vez en cuando en la parroquia de la población a recibir ropita usada que llevaban las generosas damas del barrio El Golf. Al producirse el golpe militar de 1973, Hermógenes podía saludar de mano al dictador Augusto Pinochet, mientras el “guatón” Romo se conformaba con verlo de lejos y soñaba que algún día el tirano lo condecoraría en una ceremonia pública en presencia de sus compañeros de oficio.

Situados en las antípodas, estos lúcidos personajes de común trayectoria, almas hermanadas de una novela aún no escrita —aunque imagino que debe haberlas en barbecho— provistos del envilecido odio hacia quienes piensan y opinan distinto a ellos, se unen en la vida y en la muerte.

Este viernes 29 en la tarde, el canal 13 de TV se apresuró a pedir disculpas a don Hermógenes Pérez de Arce. Desde luego, no le pidió disculpas al país, el verdadero agraviado. Juzgue usted.

 

Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal.

 

Walter Garib

 

 

Imagen destacada: Fotomontaje con los rostros de Hermógenes Pérez de Arce y de Tonka Tomicic.

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