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Santiago a Mil 2018, «Locutorio»: La especularidad de la memoria

Este montaje dramático es una realización escénica con la cual el escritor Jorge Luis Borges podría sentir enorme afinidad, a causa de los elementos que pone en juego: los espejos y la multiplicación de las presencias por medio de la especularización de la realidad; así como también, el carácter cíclico de los hechos, el cual envuelve a los personajes en una atmósfera centrípeta que los relaciona en un contínuum circular.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 15.1.2018

Esta versión número 25 de Santiago a Mil, trae de vuelta un clásico poco conocido de la dramaturgia chilena, Locutorio, escrita por Jorge Díaz, uno de los más jóvenes exponentes de la llamada “Generación del Cincuenta”, fallecido recientemente, y que deja un inolvidable legado para el teatro chileno a través de obras emblemáticas como El cepillo de dientes, El velero en la botella, Las cicatrices de la memoria, Topografía de un desnudo, Pablo Neruda viene volando,Locutorio, montada el 2017 en el GAM, bajo la dirección del siempre innovador y rupturista Cristián Plana, quien ha dirigido acontecimientos teatrales imperdibles, tales como Castigo (2013) y Paso del Norte (2014), entre otros. Junto a la actuación del legendario Alejandro Sieveking, ganador del Premio Nacional de Artes de la Representación 2017, y la prolífica actriz Millaray Lobos (Teatro La Memoria).

Locutorio es una realización escénica con la cual el escritor Jorge Luis Borges podría sentir enorme afinidad, a causa de los elementos que pone en juego: los espejos y la multiplicación de las presencias por medio de la especularización de la realidad; así como también, el carácter cíclico de los hechos, el cual envuelve a los personajes en una atmósfera centrípeta que los relaciona en un contínuum circular.

Los recursos que utiliza la realización escénica poseen un carácter pendular en donde no hay certezas absolutas. Por una parte, el locutorio como sitial de la relación entre los personajes marca su (im) posibilidad, al estar separados por una pared de vidrio, en donde no se sabe a ciencia cierta quién está dentro y quién fuera, cuál dimensión es real y cuál es fantasía, quién está libre y quién encerrado. Locutorio que se convierte en un ring de espejos en donde los personajes se enfrentan tanto al otro, como a sí mismos.

Por otra parte, además del efecto óptico de duplicidad de los cuerpos a través de los reflejos, lo cual le otorga un carácter lúdico a la vez que sumamente elegante a la realización escénica, los recursos sonoros resultan fundamentales, ya que marcan tanto el ritmo como la tesitura de la representación, por ejemplo, por medio del estruendoso timbre que va construyendo un tempo teatral con cariz cíclico.

Ahora bien, en cuanto a los temas tratados, el hilo conductor está dado por la memoria, por los recuerdos del pasado que van entretejiendo los personajes, ansiosos por aprehender el pasado, por escapar del olvido, aunque resignados ante la vejez que se ha apoderado de sus existencias, mermando sus apariencias antes lozanas, sus capacidades, e incluso la propia certeza del pasado vivido. Vejez que los ha recluido en ese sitio de abandono que bien podría ser un asilo o un psiquiátrico, en donde permanecen juntos pero separados, repitiendo una rutina anodina, un ciclo interminable de recuerdos enmarcados en un juego que tiene algo de otra emblemática obra de Jorge Díaz, El cepillo de dientes, una pareja que se sumerge en un juego macabro con el fin de salir de la rutina y revivir la llama de su amor.

En Locutorio, el carácter lúdico marca un quiebre en el desarrollo de la realización escénica, el cual está dado por el simulacro que se desenmascara, cuando la pretendida señora Elisa evidencia su juventud. Simulacro que implica un fingimiento, un intento desesperado por ser esa otra que tanta vitalidad le entregaba al “viejo gris”. Simulacro en que se re-construyen los recuerdos y con ello, el pasado.

¿Quién engaña a quién? ¿Qué recuerdos son reales y cuáles han sido construidos? Todo se vuelve una incertidumbre, un entramado de rememoraciones construidas casi en un viaje onírico por la (in) consciencia de los personajes, del que ellos se vuelven cómplices en un intento desesperado por sobrevivir, por aferrarse a la existencia que es cuestionada, que amenaza por disolverse entre la soledad, y la rutina, en cuyas fronteras borrosas colindan cordura y locura.

La innovadora, intimista y profunda propuesta de Plana potencia el texto de Díaz, cargado expresividad y cuestionamientos existenciales, al brindar una atmósfera profunda en donde las realidades se especulan entre sí, en donde la honda sensibilidad de los personajes se enmarca idóneamente en el cubículo de espejos que proyecta sus figuras, haciéndolas coincidir desde la (im) posibilidad que conlleva tal relación, desde la (im) posibilidad que radica en la (in) comunicación de estas presencias ausentes que se encuentran, por un momento infinito, en el espacio recóndito y translúcido del locutorio.

 

El montaje de «Locutorio» se encuentra protagonizado por los actores Alejandro Sieveking (Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales de Chile en 2017) y Millaray Lobos

 

Ficha técnica:

Dramaturgia: Jorge Díaz | Puesta en escena: Cristián Plana | Elenco: Alejandro Sieveking y Millaray Lobos | Coro: Katherine Maureira, Francisca Hono y Simone Muñoz | Asistente de escena: Valentina Narváez | Escenografía: Sebastián Irarrázabal Realización: Ricardo Carril | Diseño sonoro y música: Diego Noguera | Vestuario: Ángela Gaviraghi | Iluminadores: Antonia Peón-Veiga y Matías López | Locutorio es una producción GAM

 

Para consulta por las funciones de Locutorio en el contexto de Santiago a Mil 2018, ver aquí

 

Crédito de las fotografías: Archivo de la Fundación Teatro a Mil

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