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«Los versos del olvido», de Alireza Khatami: Las sugerencias del desasosiego y de la soledad

Este título -actualmente en cartelera- es un filme de paisajes algo desolados, muy campestres, donde la naturaleza se vive en el cotidiano. Evoca ciertas emociones estéticas que incomodan, que se evitan, y el tema de la muerte, del olvido, de la pérdida como tal, el dar sepultura, el tener que cerrar un ciclo, el camino del desapego, son sensaciones en donde predominan más que nada la intranquilidad y la ausencia.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 11.6.2018

Los versos del olvido (2017) es la ópera prima del cineasta iraní Alireza Khatami (1980). La cinta fue filmada en Chile y estrenada en el Festival de Venecia el año pasado donde recibió el premio al mejor guión, co-producida por Francia, Alemania, Holanda y nuestro país.

La historia trata de la vida de un veterano encargado de cuidar una morgue ubicada en un lugar sin nombre. De manera casi instantánea, trae a la superficie el período de la dictadura (1973 – 1990), y las tantas desapariciones de detenidos políticos, donde la alusión a las tantas muertes sin nombre, simbólicamente van quedando en manos del anciano cuidador.

Protagonizada por el español Juan Margallo, quien con sus casi 80 años ejecuta su papel de manera extraordinaria, con su paso algo terco y con una abrumadora capacidad de expresión, a través de los largos silencios, los cuales están capturados por una cámara decidida e imparcial.

Los actores chilenos escogidos minuciosa y asertivamente son Julio Jung, Amparo Noguera, Luis Dubó y Willy Semler. Cada uno caracterizado de manera muy lúcida y precisa.

A medida que transcurre este largometraje, va dejando una especie de estela ambigua, siempre dejando la posibilidad como tal, una sugerencia.

Late permanentemente esa idea acerca de la muerte y del olvido, de los cuerpos no reclamados, y la urgente necesidad de rescatar aunque sea un pedazo de memoria, a través de la humanidad del protagonista y de sus cercanos. El entierro, el derecho a sepultura, casi toma cuerpo y materialidad propia. Así, el tema de la memoria se presenta como una lucha consciente del no olvido, del anonimato y del conteo de cuerpos.

El metódico protagonista cuenta, grafica y enumera los cuerpos, lleva la cuenta del cavatumbas, lleva la cuenta de sus amigos y las tantas de veces de todos y de todo. Como un registro, como un archivo. Lo que entrega la sensación de que está plenamente presente en cada acto que realiza, de forma prolija, consciente, casi como un acto devocional, como un monje Zen que se mueve entre mundos paralelos.

Un día llega el cuerpo de una joven mujer asesinada a manos de militares durante una protesta y él siente la incontenible necesidad de darle una sepultura, a modo de rito para todos los otros cuerpos dejados en el olvido.

El largometraje tiene elementos oníricos como sonidos e imágenes que evocan la libertad del ser, como por ejemplo una ballena volando en el cielo y una lluvia absurda en medio de una oficina, donde todos son partícipes de dicha irracionalidad. La fotografía es cuidada y sencilla, como un fiel reflejo del protagonista.

Es un filme de paisajes algo desolados, muy campestres, donde la naturaleza se vive en el cotidiano. Evoca ciertas emociones que incomodan, que se evitan. El tema de la muerte, del olvido, de la pérdida como tal; el dar sepultura, el tener que cerrar un ciclo, el camino del desapego, son sensaciones en donde predominan más que nada el desasosiego y la soledad.

 

La actriz chilena Amparo Noguera en una escena de «Los versos del olvido» (2017), del realizador iraní Alireza Khatami

 

 

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