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Poesía arcaica: El autor como un visionario apasionado que trasciende el tiempo

¿El poeta como visionario? ¿Es el sueño un poema? ¿Qué hay de arcaico en lo moderno? Tras estas cuestiones se ensayará el siguiente análisis sobre una canción popular tártara y también buscaremos una respuesta en una canción tradicional serbio-croata y recorreremos cada verso apasionadamente.

Por Yanina Giglio

Publicado el 14.7.2018

¿El poeta como visionario? ¿Es el sueño un poema? Tras estas cuestiones se ensayará el siguiente análisis sobre una canción popular tártara.

Poema arcaico “Canciones populares tártaras”. Cultura de la región Crimea. Versión por Arturo Carrera a partir de los textos en francés presentados por Caillois-Lambert en el Trésor.

 

Mi bienamada, el rostro se cubrió de sangre.

El rostro del halcón se cubrió de sangre.

El viento sopló, un bucle de pelo se desprendió,

una mecha afloró, y el rostro se cubrió de sangre.

He construido una casa y era un sueño.

Pero era mi asilo para la vida.

La punta de mi bastón no fue sólida

y nuestra noche no estuvo exenta de peligro.

Muero porque he mirado siempre el camino.

He mirado a derecha e izquierda.

Ni tú ni yo cesaremos jamás

De mirar, mirar el camino.

Los mares se volvieron caballos,

Y los escanciadores vino.

He bebido para calmar el dolor,

Pero creció, siempre más fuerte.

 

En este poema perteneciente a la cultura de Crimea, podemos establecer un impulso análogo correspondiente -en su mayor parte- a “procesos altamente desarrollados del pensar con imágenes”, en palabras de Rothenberg. Aquí, si bien el yo poético es muy fuerte debido a la presencia del pronombre personal que refiere al nosotros, podemos reconocer una construcción de la universalidad del devenir humano.

La creación a través del sueño será la piedra fundamental del poema. La pasión, el amparo, la vida y la muerte en comunicación frente a lo constante: el amor y el dolor como fuerzas ¿contrapuestas? que nunca acaban.

El tono del poema marca una voz narrativa que relata sucesos muy dramáticos de una forma esencialmente vívida: como en todos los sueños, cuando son contados son revividos y ficcionalizados. Sentimos la experiencia una y otra vez y reflexionamos ante a ella.

Por ejemplo, “Muero porque he mirado siempre el camino” surge como un acto reflejo que se desprende de lo soñado. Como en todo sueño este poema también está cargado de simbolismos: la sangre en los rostros del amor y del halcón, el viento que separa y arranca lo vivo, la casa como refugio, el bastón como ayuda para el camino, los mares transfigurados en caballos, una tempestad, el dolor que fluye.

Cada verso un cuadro, una viñeta producto de una elaboración fanopeica. El ritmo está dado por la continuidad y causalidad de las imágenes. El uso de las mismas parece ser aleatorio, sin embargo, responden a una lógica propia, interna del texto: no hay contradicciones en el mundo construido por el/la autor/a.

Pero en realidad, en el nivel de las significaciones, sí las hay: se enfrentan aquí la perseverancia que no logra perdurar ante un arrancamiento, desprendimiento de lo vivo. Entonces, ¿por qué yo que he mirado el camino y he resistido y he encontrado el amparo, por qué así y con todo, muero y duelo?

*

¿Qué hay de arcaico en lo moderno? Para ensayar una respuesta buscamos un poema tradicional serbio-croata y recorreremos cada verso apasionadamente.

Se trata de un multiviaje. El tiempo como vehículo natural para toda creación orgánica. La palabra es materia viva significante, los cuerpos como sus cajas de resonancia y, el tiempo, una onda relativa que late simultáneamente en movimientos de diacronía y de sincronía de las energías universales.

Poema arcaico  El mensaje del Rey Sakis & la leyenda de los doce sueños que tuvo en una noche. Cultura: tradición serbo-croata. Versión en español por Gerardo Jorge a partir de la versión en inglés del poeta Charles Simic, recopilada por Rothenberg en Technicians.

 

1

Vi un pilar de oro de la tierra al cielo.

2

Vi una toalla oscura

colgando del cielo a la tierra.

3

Vi tres calderas hirviendo:

una de grasa, una de manteca y una de agua,

y la grasa se hervía en la manteca

y la manteca en el agua

pero el agua se hervía por sí misma.

4

Vi una yegua vieja con un potro

y un águila negra que arrancaba hierba de raíz

y la depositaba frente a la yegua

mientras el potro relinchaba.

5

Vi una perra yaciendo en un basural

mientras los cachorros ladraban desde su útero.

6

Vi muchos monjes pegoteados de alquitrán

gimiendo porque no podían salir.

7

Vi un caballo hermoso

pastando con dos cabezas,

una adelante y una atrás.

8

Vi perlas, piedras preciosas y coronas

dispersas por todo el reino,

pero el fuego bajaba del cielo

y reducía todo a cenizas.

9

Vi a los ricos dándoles oro

o plata o arroz a los trabajadores,

pero cuando volvían a pedir su recompensa

encontraban que no quedaba nadie.

10

Vi a rocas con rostros malignos

bajar desde el cielo y caminar

por todos los rincones de la tierra.

11

Vi a tres vírgenes en un campo cosechado

sosteniendo coronas de luz solar

y flores de aroma dulce en sus manos.

12

Vi hombres con ojos rasgados,

con los pelos parados y uñas crueles,

y eran los sirvientes del diablo.

 

En el poema “El mensaje del Rey Sakis…” es posible encontrarnos con el poeta como visionario. La primera marca es la repetición rítmica del verbo “ver” en pretérito, cada verso comienza con una anunciación a la experiencia profética. El poeta canaliza (“Vi un pilar de oro de la tierra al cielo”) una información proveniente de otro orden que debería ser desencriptada. El poeta como la unión entre fuerzas distanciadas, el poeta como la voz y los ojos de lo que se está gestando (“Vi tres calderas hirviendo…”).

El tono de esta poética como fuente de un conocimiento anterior al momento de la escritura equivale a una verdad, que viene a alertarnos sobre un cambio futuro. Primero ofrece datos empíricos de la naturaleza: los animales y sus procedimientos son presentados realizando acciones que no son del orden de lo cotidiano (“Vi una yegua vieja con un potro y un águila negra que arrancaba hierba de raíz y la depositaba frente a la yegua mientras el potro relinchaba”).

Luego, las imágenes de lo fatal empiezan a cumplirse en una catarata fanopeica: encadenadas a varios simbolismos que, de acuerdo a cada cultura, significarán distintas y diversas multiplicidades (monjes, caballos bicéfalos, vírgenes, siervos diabólicos). Como si el simbolismo casi hermético de los primeros versos se materializara en el continuum derrotero de los siguientes, y estemos ante una suerte de espiral semiótica sin fin.

Los objetos elegidos son contundentes por sus especificidades: objetos emparentados por su color (lo dorado, lo oscuro, lo negro, lo ardido); por su poder (el oro, la plata, el arroz, el alquitrán, perlas preciosas, coronas); por sus evanescencias (el agua hirviendo, la manteca, la grasa, las cenizas, las flores).

Si pudiéramos esquematizar la narración del poema podríamos decir: 1. Presentación de un canal (yo poético que tiene la capacidad de mediar entre el cielo y la tierra). 2. Algo ¿nuevo? se gesta (en la caldera). 3. Los animales lo presienten y actúan de forma extraña. 4. Los monjes quedan atrapados. 5. Los ricos quedan solos. 6. Los pobres desaparecen. 7. Los malignos invaden. 8. Aparición de las vírgenes y el dulce aroma previo a la muerte. 9. La letanía diabólica.

Así, luego de haber desmenuzado todos los recursos del texto, podemos afirmar que lo eterno, lo perdurable –lo que jamás perderá vigencia- se hace presente en el poema. Porque si no supiéramos a qué momento histórico corresponde el mismo, diríamos con total confianza que fue producido en cualquiera de nuestras modernas corrientes artísticas, en un mismo espacio-tiempo de alguno de los multiversos.

 

 

Imagen destacada: El poeta Arthur Rimbaud (Charleville, 20 de octubre de 1854-Marsella, 10 de noviembre de 1891).

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