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Relato «El Frizzé»: La belleza y la creatividad femeninas en tiempos de la dictadura

Perteneciente a un texto conformado de hasta ahora quince cuentos inéditos, y los cuales serán publicados hacia un futuro próximo, en un libro todavía sin nombre ni título ni prólogo, la poeta y narradora chilena ha cedido el decimocuarto de aquellos folios para ser conocido en este medio, donde es una habitual e ingente colaboradora.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 16.4.2018

En mi época escolar tenía un grupo de amigas, que aún conservo. Nos auto proclamábamos Mafiaroma. Éramos demasiado pendejas y demasiado taquilleras.

Era un grupo bastante unido. Dentro de las más cercanas para mí, estaba la Mac Metal, así le decíamos.

Ella siempre fue distinta, también le decíamos Madonna, porque era la única que usaba guantes de encaje y porque era obviamente su ídola.

Bueno ella era y sigue siendo especial, jamás ha pasado desapercibida, ya sea por la pinta, por sus labios rojos, el lunar falso tipo Marilyn o por la risa descontrolada que siempre termina con una especie de bramido.

Bueno y por supuesto que lo primero que llamaba la atención de ella, y que aún sucede, es su belleza y creatividad.

Vivía cerca del Shopping de Vitacura y se volvía desde bien chica en micro con su hermana mayor después del cole, a diferencia mía, que mi madre me fue a buscar hasta cuarto medio a la puerta del colegio de señoritas.

Yo creo que lo hacía por miedo en especial durante la dictadura y luego ya por costumbre.

Teníamos 14 años y estaba de absoluta moda hacerse la base, es decir, hacerse rulos suaves en el pelo. Todas las alumnas taquilleras de mi colegio tenían el pelo con base, igual que todas teníamos también las icónicas botas blancas con flecos y chaquetas con unas exageradas hombreras.

La moda era tan fea, pero si no la llevabas, era pecado mortal.

Yo creo que ese pseudo destape que se vivió después de que ganara el No, estaba teñido de tanto miedo y costumbre a ser del montón, para no llamar así la atención.

La Trini tenía el pelo largo  hasta la cintura y yo hasta los hombros.

Las peluqueras que nos atendieron nos mostraron distintos tipos y tamaños de tubos, y nos dieron distintos nombres y por supuesto que ninguno se asemejaba a la conocida y tan deseada base. Entonces después de repasar cada nombre decidimos por Frizzé, sólo porque parecía algo más chic.

Dijimos estamos listas.

A ella la pusieron en una esquina y a mi en otra.

Nos lavaron el pelo, nos peinaron y ambas mujercillas con sus largas uñas, procedieron al unísono como si estuvieran haciendo nado sincronizado, a separarnos por capas el pelo, a poner papel entremedio de cada mecha, que era enrollada en los tubos y finalmente un líquido fétido.

Con la cabeza completamente embadurnada, nos metieron una al lado de la otra, esta vez, debajo de unos hongos gigantes, que eran como una especie de secadores y teníamos que estar quietecitas, como nos dijeron, por al menos una hora y media, con nuestras cabezas de lleno dentro de esas cosas que además eran muy ruidosas, lo que no nos permitía hablar, ni girar la cabeza. Teníamos que estar bien derechas y mirando al frente.

Nos veíamos muy ridículas pienso.

 

Mientras estábamos esperando que la cabeza se nos achicharrara, entró un joven a la peluquería a preguntar algo con muy buen disimulo, y estirando su mano larga detrás del mostrador e intentó robar mi billetera calipso que tenía dibujado un smile. Y como no nos podíamos mover, solo pude gritarle desde mi trono: ¡Ey !

El cabro soltó mi billetera y salió corriendo. Y las peluqueras no hallaron nada mejor que llamar a los pacos, quienes a su vez vinieron a tomarnos declaraciones aún con la cabeza al fuego. Yo dí un nombre falso y mi amiga también.

Ya se veía que la tarde estaba cayendo y las luces se iban encendiendo.

Después de mucho rato, nos sacaron al fin esas cosas de la cabeza. La Trini me miraba. Mi peluquera, había decidido por cuenta propia que yo sería la primera.

Comenzó sacando las trabas que enredaban mi pelo, y desenvolvió cada mechón, sacó minuciosamente cada papel y finalmente los tubos.

Mi pelo se veía bastante seco y mucho más rubio, y creo era sólo por lo quemado. La mujer cepilló mi cabello un par de veces y yo veía a través del espejo cómo este se iba inflando y cómo los ojos atónitos de mi amiga se iban agrandando, quien desde su silla no se pudo contener más y gritó:  ¡a mi no me toquen, no quiero que me peinen!

Me miré al espejo horrorizada sintiéndome de los Globetrotters y veía como mi vida estaba completamente arruinada, más aún para la fiesta del sábado. Yo no podía ir en ese estado ¡jamás!

 

Mientras tanto la Mac Metal, siempre aguerrida y creativa, se quedó con la forma del famoso Frizzé hasta la cintura y no se peinó nunca más la chasca, hasta que decidió cortársela hasta los hombros. Hay que destacar que ella siempre ha tenido la cualidad de que el pelo le crece con una velocidad anormal, por lo tanto sabía lo que hacía.

 

Salimos de la peluquería ya de noche, yo absolutamente afro, ella a medias. Caminamos hasta Elena Pinto, su calle, donde me esperaba mi padre furioso; quien me llevó igual que mi pelo, echando humo a la casa de mi madre.

Ella me vio llegar tan abatida, pero no pudo contener la risa a verme con ese atuendo en mi cabeza. Mientras mi padre seguía alardeando.

Me encerré en el baño y en un ataque de semi histeria adolescente, comencé afanosamente a peinarme, una y otra vez, cada vez con más violencia y velocidad. Me peinaba y me mojaba la cabeza. Hora tras hora, creyendo que así, se me bajaría el volumen.

Mi madre entró, me abrazó como ella solamente sabe hacer y me dijo: – Gordita, mañana te llevo a donde la Mercedes (su peluquera) para que te hagan la toca, que en jerga común es que te alisen el pelo.

Esa noche no pude dormir de la ansiedad y también creo porque me acosté con la cabeza empapada.

Ese día no fui al colegio, después que la Meche metiera mano en mi maltrecho pelo, quedé aún más rubia y con mucho menos pelo.

Al día siguiente al entrar a la sala de clases mi querida amiga Trini estaba esperándome al fondo en nuestros puestos. Ella siempre digna con su pelo a los hombros y yo con el mío bien plano sobre mi cabeza.

Ese sábado fuimos a la fiesta y ya todo el mundo sabía lo acontecido.

 

 

Alejandra Coz Rosenfeld (Santiago, 1972)

 

Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario “Marea baja” (2017).

 

Imagen destacada: La actriz estadounidense Greta Gerwig, en una escena del filme Frances Ha (2012) del realizador norteamericano Noah Baumbach

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