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«Sapo»: El silencio del horror

En este largometraje de ficción hay dos partes capitales, las escenas donde los ex carabineros (los llamados «Psicópatas de Viña del Mar») son conducidos al paredón, que tienen gran fuerza y dramatismo. Y la fase del interrogatorio en un cuartel de los servicios de informaciones. En ambos es el ambiente, y jamás los personajes centrales, los que dan el tono de la tragedia. El guión nunca opta por el alegato, sino por la descripción, a menudo plana, pero muy reveladora.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 15.1.2018

El cine político ha crecido en Chile y esta película así lo demuestra. Aunque haya una escena absolutamente de sobra en el metraje, estamos ante una ficción que traslada a un Chile gris y opresivo, con una visión aterradora de finales de los ’70 y principios de los ’80, donde se sitúa cronológicamente la trama. Por otra parte, aparte del cuidado de las locaciones, algunas de las cuales hemos reconocido, resalta un ambiente provinciano y con una actuación, la de Jeremías, que habla de un personaje menor, juguete de fuerzas muy superiores a las suyas.

Precisamente, la idea de este hombre mínimo, apocado y poco expresivo, es la partitura ideal para mirar un medio de comunicación, que debe proveer de cobertura a la población. Aunque el medio televisivo no parece ser estatal (hay profusión de cruces cristianas y se llama Canal 12), la intervención de los contenidos y la forma de pautear las noticias del oficialismo está presente, y lo peor algunos contenidos se configuran desde las necesidades de las fuerzas represivas.

Con el marco de fondo de la ejecución de Topp y Collins, un 29 de enero de 1985, los carabineros conocidos como los psicópatas de Viña caminan hacia su muerte, sembrando de dudas su culpabilidad. Ahí mediante flashback se construye el relato de Jeremías Gallardo (Fernando Gómez-Rovira) que a fuerza de no opinar es alternativamente paño de lágrimas, receptor, o soplón a la fuerza. Aspecto muy distante de dos de sus compañeros de trabajo, que intentan comunicarse con él, mediante el uso ambivalente del termino compañeros, manifestando de modo lateral su disconformidad con la situación política.

Gallardo es un personaje corriente, con un itinerario poco esplendoroso, cuyo punto de partida es una radio de Chiloé, y que sin embargo es reclutado por un carismático jefe de prensa. Los ripios de su origen se contraponen a los colegas, y se reflejan en su relación con la secretaria del canal. El viaje de retorno desde Valparaíso se transforma en un ajuste de cuentas con su pasado, con su reducida vida emocional y sexual (que tampoco aporta), y con los años más oscuros de su trayectoria. Personaje indeciso, es incapaz de estar en la sala de parto con su pareja y secretaria (Loreto Aravena), donde una madre parece adivinar el papel que tendrá en el porvenir.

En esta película hay dos partes capitales, las escenas donde los carabineros son conducidos al paredón, que tienen gran fuerza y dramatismo. Y la fase del interrogatorio en un cuartel de los servicios de informaciones. En ambos es el ambiente, y no los personajes centrales, el que da el tono de la tragedia. El guión no opta por el alegato, sino por la descripción, a menudo plana, pero muy reveladora. No se sabe nunca muy bien que lazos, que informaciones, hay, pero Gallardo evidencia esa coordinación que termina siendo verdad más ciertas genuflexiones.

El final abierto y la ausencia de un discurso permiten igual entrever el horror del momento, con parquedad, escasos recursos y un guión que prueba también la locuacidad del silencio. Ello es el mayor mérito de Juan Pablo Ternicier, quien antes había dirigido 03:34 Terremoto en Chile.

 

Sapo. Dirige: Juan Pablo Ternicier. Guión: Juan Pablo Ternicier, Constanza Ternicier y Camilo Torres. Elenco: Fernando Gómez-Rovira, Loreto Aravena, Mario Horton e Ingrid Isense. Música: Andy Casablanca y Juan Pablo Ternicier. Chile, 2017. 72 minutos.

 

La acción diegética de «Sapo» se sitúa entre fines de la década de 1970, y el fusilamiento de los llamados «Psicópatas de Viña del Mar» (en enero de 1985)

 

Tráiler:

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