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«Tierra de aves», de Luis Cruz-Villalobos: Como un pájaro que canta desde su lejano Chile

El autor de este volumen (que selecciona los versos de tres de sus libros anteriores dedicados al mismo tema) tiene a las aves siempre presentes, empezando por la paloma que orbita por el centro de su corazón, vivificándolo espiritualmente, hasta esas colibríes, golondrinas, peucos, gorriones, zorzales, queltehues, tordos o tricahues, que le acompañan siempre, bien sea en su comuna de Vitacura, en el sector nororiental de Santiago, en Curicó, su ciudad de infancia, en la región del Maule, o en el campo, allá por Poñén, en la provincia de Concepción.

Por Alfredo Pérez Alencart

Publicado el 27.4.2018

 

I

A veces el hombre busca renovar su lenguaje porque entiende que eterno debe ser su cantar, algo así como el cántico de los pájaros que se oyen a toda hora. Otras veces se contentaría con comprender el lenguaje de las aves. No faltan momentos de querer ser pájaro o, al menos, perfeccionar las técnicas de Dédalo y alzar vuelo como uno más de esas emplumadas criaturas que transitan el cielo.

No estoy hablando solo de aquello que se evade entre las grietas de los sueños, sino de pensamientos y deseos que a muchos se les cruzan cuando, hastiados del tropel de hechos negativos que les ofrece la cruda realidad, prefieren no rendirle vasallaje.

Entonces, lo que era inoído

se torna salmo de cien generaciones,

gozo irreprimible.

 

II

Luis Cruz-Villalobos tiene a las aves siempre presentes, empezando por la Paloma que orbita por el centro de su corazón, vivificándolo espiritualmente, hasta esas colibríes, golondrinas, peucos, gorriones, zorzales, queltehues, tordos o tricahues, que le acompañan siempre, bien sea en su comuna de Vitacura, en el sector nororiental de Santiago, en Curicó, su ciudad de infancia, en la región del Maule; o en el campo, allá por Poñén, en la provincia de Concepción.

Y porque siempre las ha tenido asomadas a sus ojos y oídos, ahora ha espigado, desde su vasta obra publicada, para ofrecernos una bandada de aves, de poemas quiero decir. Así podremos encontrar unos sesenta textos que, entre 1991 y 2016 aparecieron en sus libros, y que ahora conforman Tierra de aves es, obra que estimo como un concierto que va volviéndose altura; muchos cantos en uno que los fusiona y los expande hacia inéditos lugares.

Ahora, más que nunca,

el cántico es un chispazo que retrasa la oscuridad

y da la espalda a los recintos del silencio.

 

III

Desde la lejanía de su Chile natal, Luis Cruz-Villalobos canta sus maduros versos, y lo hace entrañándose en las aves que saben acompañarle y que lo adoptan, tal cual él mismo lo hace en su hermoso texto-confesión, titulado ‘Como un zorzal’, escrito en 2013: “Transpiro todo el cielo/ Y la noche// Lluevo de atropellos/ Y de duelo// Goteras caen/ Desde mi azotea/ Y mojan mi pan// Soy tenue herido/ Y resucitado// Y a veces canto/ Sobre los tejados/ Como un zorzal”.

No obstante sentirse un tanto abatido por ese entonces, el poeta canta como un zorzal, pues teniendo al Trino nada le rompe la esperanza. Y más cuando tiene el complemento perfecto para aquietar el alma: “Pájaros de todos los cantos/ entonando sus sinfonías junto a los álamos”. El cántico de los pájaros, la música que interpretan, tienen un poder balsámico para muchos seres humanos, como es el caso de Cruz-Villalobos, como bien nos lo recuerda en otro de los textos acopiados en esta preciosa antología: “Cuando la música nos toma de la mano/ Y nos guía por caminos claros/ Donde crecen flores/ Y no mueren las gentes/ Donde el viento nos besa la boca/ Y las aves nos hablan comprensiblemente/ Y el pesar del pasado cae como una hoja/ Secándose lentamente/ Siendo dispersado por la brisa…”.

Entonces ya no hay bostezos

ni hay que estar limpiándose las lágrimas.

Entonces ya no hay epitafios sin fin.

 

IV

Si al principio hablaba de cierta necesidad de renovación del lenguaje, por parte de algunos, también conviene destacar aquello que se labra en los sueños, tan inherente al ser humano y al prolongado período de tiempo que durante su existencia se encuentra inmerso los mismos. Luis Cruz-Villalobos no es ajeno a esta necesidad fisiológica que abre puertas al misterio. Y dice: “Hoy/ he soñado ser/ Sigfrido/ Conocedor/ del lenguaje/ de las aves…”. También en otro texto que apuntala esta idea: “Niña/ De los pájaros/  Que revoloteas/ En tus sueños/ Y en tu día cantas/  Muy bajito// Cantas y lloras/ Sola/  Y sin saber/ Que cada ave/ Es un beso/ Del silente Arcano/ En tu pelo/ Y en tu rostro verdadero”.

Lo secreto, insondable o Misterioso trasuda sus vigilias

y permite otros vuelos alejados de la sombra,

cánticos nómadas en estado de Gracia.

 

V

Sin apagar la fe, sino más bien afirmándola con certeza, Luis Cruz-Villalobos -tras ajustar su oído al cántico de las aves- contempla también la necesidad de pulir los rituales, de ser más sencillo para que sea más profunda y/o genuina su religación con la divinidad, con el Creador de todo lo que nos rodea. Desde tal perspectiva entiendo que puede leerse el primer canto de los siete que integran el poema ‘La religión de las aves’: “Quiero tener / La religión de las aves/ Tenue/ Alta / Honda/ Leve/ Quiero tener/  Sus rezos y sus ritos/ Su liturgia imprescindible/ Quiero tener / El aire y vida/ Desde esa precisión / La mínima / La exacta / La del instante”.

No enjaulados con éter

ni instalados como en cajones para el sepelio:

al fin sin boatos,

sin tener que sortear famélicas arengas.

 

VI

El poeta-pastor sabe ser humilde y comprende a quienes se fatigan de vencer. También sabe buscar ejemplos que lo perfeccionan más y más, como cuando anota: “Mi mujer es de esas/ Que arroja semillas de avena/ A su jardín/ Simplemente/ Por el delicado gusto de ver llegar/ A los gorriones y zorzales/ A buscar su gratuito alimento/ Mi mujer es de esas/ Que dispensan bondad/ En soledad silenciosa/ Y sonríen/ Sin que nadie las vea”.

También él lleva la generosidad tatuada en el corazón y escribe poemas para que las aves arrojen semillas sobre nuestras manos hambrientas, para que precipiten sus cánticos en la cera que tapona nuestros oídos.

Porque huyes del incienso

tus palabras son leves

como flor de Nochebuena

o colibrí en movimiento.

 

 VII

 Diez pájaros –salidos del pincel maestro de Miguel Elías– emprendieron largo vuelo desde Salamanca hasta Santiago de Chile y, con inefable vigor cubrieron los más de diez mil quilómetros que separaban los versos de las pinturas creadas con esa técnica japonesa que el alicantino-salmantino aprendió de Kousei Takenaka. Allí los veo pletóricos, saltando y revoloteando, por ejemplo, entre los haikus donde el poeta rinde homenaje a Matsuo Basho.

Magnífico connubio para hacerlos visibles

y la música no enmudezca.

Hermosos nidos tienen en la casa para ellos levantada por Luis Cruz-Villalobos.

 

 

El poeta nacional Luis Cruz-Villalobos (Chile, 1976)

 

 

El volumen publicado recientemente por Editorial Hebel (Santiago, 2018), y que reúne la totalidad de los versos del autor dedicados a los pájaros y ya publicados en tres volúmenes anteriores

 

 

 

Imagen destacada: Acuarela del artista Miguel Elías y reproducida al interior de «Tierra de aves» (Santiago, 2018)

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