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«Tragar el sol»: El regreso en cámara lenta de Patricio Jara

El último trabajo del novelista chileno (Alfaguara, 2020) podría ser la historia del vacío, de una nada muy difícil de llenar, donde el futuro es de una incertidumbre total, pero no menos angustiante que un presente que se va cayendo a pedazos.

Por Martín Parra Olave

Publicado el 13.9.2020

La última novela de Patricio Jara es una historia sencilla, que cuenta el escape de un profesor universitario, que decide dejar Chile de forma abrupta, luego de perder la paciencia y tratar violentamente a un alumno que contestó su celular en clases.

“Y si algo debo decir a mi favor después de haber tomado del cuello a ese estudiante que colmó mi paciencia en mitad de la clase, lo cual puso término a mi vida de profesor de un modo más espectacular de lo que pueda imaginarse, es que abandoné la sala según indica la señalética en caso de incendio o terremoto: con paciencia, con calma, sin gritar, sin correr ”(p. 4), y la narración en sí se presenta de esa forma, una escritura sin grandes tragedias ni acontecimientos, sino que más bien, como la huida de una desgracia que se avecina en cámara lenta.

Esta es la historia de un profesor de arte que llegó de manera casual a serlo, luego de renunciar a su vocación de artista plástico: “Estudié estética porque intuí que recibiría más herramientas para convertirme en pintor que si me matriculaba en artes plásticas ” (p. 19), y de esta manera enfrentar mejor su sueño de transformarse en un verdadero creador.

Sin embargo, su realidad dijo otra cosa, pues sus pinturas no tenían genio ni brillantez: “No me faltaba técnica. Mi dificultad era el nulo talento para mezclar aquellos elementos» (p. 20), frente a lo cual, sus energías se vieron enfocadas en la labor docente, en una escuela de arte que recibía alumnos que no podían estar en otro lugar.

El presente del narrador está marcado por una vida incómoda, una vida que ha debido elegir como una segunda opción: es el premio de consuelo por no tener talento para el arte. “Sentí que me entregaba como quien se entrega al enemigo, con las manos en la nuca. Por alguna razón no veía la manera de llevar la pintura y la docencia en caminos paralelos” (p. 53).

En este sentido, su deambular por la academia está marcado por el fracaso personal, y a pesar que él como profesor lo hace muy bien y de forma profesional, se topa con la indiferencia de la casi totalidad de los alumnos que están en clases, situación que hace más evidente su condición. Ingresó a un mundo cuyas profundidades no tenía consideradas, al menos en su plan inicial, por lo que la actitud de los alumnos terminó por activar esa incomodidad existencial que venía arrastrando.

Una vida sin sobresaltos y más bien serena: “Sin otro ámbito en el cual destacar, en mi caso llevaba una vida tranquila y silenciosa. De cuando en cuando visitaba amigos” (p. 85), aunque perfectamente podía pasar fines de semana completos sin hablar con nadie. Pareciera ser que su existencia toma corporeidad solamente al interior del aula, cuando habla con entusiasmo del pintor Bruegel y su pintura El triunfo de la muerte que: “libera ejércitos de esqueletos que enfrentan a los humanos en el campo de batalla, también les roban su dinero, los degüellan mientras duermen, tocan sus campanas, botan su comida, los lanzan al río, abren sus tumbas, blanden espadas, guadañas y lanzas” (p. 93).

El último trabajo de Patricio Jara podría ser la historia del vacío, de un vacío muy difícil de llenar, donde el futuro es de una incertidumbre total, pero no menos angustiante que un presente que se va cayendo a pedazos, pues: “acá todo se evapora, acá todo se transforma en agua y así nos vamos” (p. 153).

Dejar atrás su país para comenzar algo nuevo y diferente, con la sola fuerza de las ganas de cambiar aquello que ya cansa o se odia. Lo suyo no es huir, como lo deja marcado en las primeras líneas que abren la narración, “Yo no arranco. Me voy para siempre, más bien”(4), buscando cualquier cosa que sea diferente a lo que ha estado haciendo hasta ahora. Una narración interesante, que con ironía y humor nos sitúa en el ámbito académico, entregando de manera breve pero concisa, las incomodidades que estructuran un mundo donde profesores y alumnos están cada vez más distanciados.

 

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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

«Tragar el sol», de Patricio Jara (Alfaguara, 2020)

 

 

Martín Parra Olave

 

 

Crédito de la imagen destacada: Lorena Palavecino.

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