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«Travesías y pasiones de ayer y mañana», de Diego Subercaseaux: La emoción de la experiencia

El poemario del autor chileno fue publicado en noviembre de 2019 por la editorial Jitanjáfora, en la bella ciudad mexicana de Morelia (Estado de Michoacán), dando así inicio a la serie La Cruz del Sur para esa casa impresora. La obra incluye versos escritos durante los años 2012 a 2018, la mayoría en Chile. En los próximos meses el libro será publicado por el sello azteca Cartopirata. A continuación, se presenta un texto correspondiente al evento de lanzamiento del referido volumen.

Por Marco Regalado Reyes

Publicado el 10.1.2020

Hablar de Travesías y pasiones de ayer y mañana (2019) es hablar de Diego Subercaseaux, lo cual nos lleva a pensar en su país de origen: Chile, un país en transición constante, que hoy en día llama la atención de todos nosotros por los reclamos que el pueblo hace acerca de “El derecho a ser felices”, a ser mejores, y entablan una lucha contra los poderes de ese país. Ese país poseedor de una gran tradición poética que va desde Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha; a otra generación, que habría de continuar con la tradición desde mediados del siglo XX con poetas como: Nicanor Parra, Eduardo Anguita, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Oscar Hahn, Efraín Barquero, Raúl Zurita, Teresa Calderón, Carmen Berenguer, Waldo Rojas, y tantos y tantos más.

Para hablar de la poesía de Diego habría que comenzar hablando de una poesía que va del sentido de la identidad territorial, naturaleza y vida, quizá y algo así, como lo que se ha dado en mencionar como una poesía de tono existencialista, o de arraigo, pero al mismo tiempo es una poesía que llega a la memoria y de ahí se transforma para dar constancia de la posible realidad del autor. Sobre la memoria Borges afirmaba –otra vez Borges–, que: “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.

Travesías y pasiones de ayer y mañana, es un libro que el autor divide en cuatro apartados. El primero, Contemplación del laberinto en otoño, está conformado por catorce poemas y es una poesía de arraigo, una poesía de tiempo, de paisajes, de Travesías y Pasiones que van del Ayer al Mañana, y nos entregan la belleza del instante que quizá nos encontraremos en todos los demás, esa constancia de la posible realidad del autor que es la de todos nosotros. Por ejemplo, en el poema Aquí y ahora, un poema construido en dos partes; en la primera, Diego inicia con las preguntas:

¿Pertenecemos a este lugar?

¿Pertenecemos a este otro lugar?

Las calles son nubosas y

me canso de caminar en el desierto.

 

Eterna se hace la rebotante música

¿Cómo volar sin aire?

¿Cómo encontrar lo que pareciese no existir?

 

En la segunda parte del poema, puede verse que estos poemas -escritos todavía en Chile– ya tienen la visión del extranjero, ya en ellos habita la visión de la ausencia y la nostalgia y su autor trata de contestar y dar constancia de esa posible realidad que se avecina, pero que ya es de ayer o quizá está sucediendo en este mismo instante:

Mi rostro es transparente y

Mis pensares y sentires iluminan un sendero.

Aquí y ahora

me siento

copado de visiones que me rondan y

me embriago al respirar

en este mundo de imágenes infinitas.

 

Como un relojero fino, o un demiurgo, Diego desarma la realidad, separa el tiempo del lugar y el instante, nos muestra los mil rostros de la realidad y nos entrega la visión de un instante que es todos los instantes; o quizá sea como sentirse una vez más en esa parte de Piedra de sol, en la que Paz dice: “Para ser yo, habré de salir de mí, verme en los otros; los otros, que no son, si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”. Pero sumergiéndonos un poco más en las aguas de la poesía, la que realmente es un océano, habría que decir que la verdadera materia prima de un creador, es la memoria, no la realidad. O tal vez es esa realidad cernida en la búsqueda de la belleza o el encuentro con ella. También habría que explorar la inspiración, tal vez; pero no precisamente desde el contorno sino indagando la vida interior del instante, dentro del poema.

La segunda sección del libro, de nombre, Navegar en rutas que Calan, está conformado por seis poemas que son una poesía que nombra y en el momento en que se hace una confidencia, el sujeto deja de ser el actor para convertirse en el espectador; decía Wordsworth: “la poesía proviene de la emoción que recordamos en la serenidad, cuando revivimos la experiencia. En ese instante nos convertimos en actor y espectador. Este es el mejor momento para la producción poética”. Esa producción poética no sólo es escribirla, también es leerla, disfrutarla. Nos dice Diego en el poema Yo nazco, muto:

Un horizonte se ilumina

      flamante,

reflejos rutilantes, nuevas sombras

     se asoman, brotan

     destellan

                risas

                           miradas

            ocasos.

 

El ser humano tiene una existencia efímera, su currículum es demasiado breve, o su cuento es muy sencillo: nace, se reproduce y muere. En ese devenir ‘muta’ constantemente, deviene, se transforma; esa transformación también recibe el nombre de ‘metamorfosis’, pero no la de Kafka, pese a que podría ser una travesía paralela a la de Gregorio Samsa. En el proceso de estos cambios y de tener constancia de ello, transcurre la grandeza del ser humano, esa grandeza puede radicar en el arte, en la poesía, música, pintura, danza… la oscuridad del ser humano se opaca, se difumina con una sola obra; se justifica con encontrar y crear esa belleza del instante, con ello, la realidad cambia, la muerte tiene sentido, y el ser humano vuelve brotar; el hombre es una de las bellezas más trascendentes de la creación. El mismo poema termina diciendo:

Mi ser, la historia mía

    cuerpo espíritu mente

    diáfano se posa

    transcurre germina brota.

 

La tercera sección de la obra se llama Desprendimiento Mundano, ocho poemas la entretejen, en los trabajos del poeta por dar constancia del mundo que observa y, a un mismo tiempo, de cómo es observado por el mundo; y en ese “decir que es un hacer”, Diego escribe la consigna:

Que tus palabras no se hagan adornos:

Me canso de caminar en el desierto

Deliraste inundado en llanto

añorando compasión

Ardiendo deseaste dar amor

te consumiste.

 

Pero el canto del poeta, no siempre es visto, no es leído, es un ser invisible, es ese extranjero, ese forastero en todas partes. Es un ser en todos los tiempos, donde el mañana fue ayer, y el ayer es hoy mismo; pero su existencia es invisible. Diego, en aquel poema, nos dicta al oído una gran pregunta:

Hermano

Te miro y te veo

¿Por qué tú

me miras

más no me ves?

 

El último apartado del libro es una estampida de poeminimos, diecisiete aproximadamente y fraccionados en dos partes; pequeños textos que parecieran apuntes aislados de esta gran travesía, anotaciones que no crecieron porque tenían su luz propia, que no mutaron, porque ya lo habían hecho y daban constancia de esta relatividad de la vida, y de esta pasión por existir:

El mundo gira

la gente miente

los segundos pasan y pasan

nos hacemos invisibles

e impasibles nos desangramos.

 

Este otro:

Me engañé

diciendo que los vientos

soplarían los barcos hacia nuestro lugar.

Pero los barcos son erráticos

como esta historia de nubes.

 

El libro incluye algunos bonus, como el prólogo de Gaspar Aguilera, el texto de la contraportada de Ernesto González Barnert, y las fotografías de Matías Leturia. Es un buen libro, y Diego un buen poeta, y quizá mañana escucharemos de él, o quizá ya lo hayamos hecho ayer, o quizá esto que ustedes están escuchando otro día ya se los dije…

Lo que si es cierto, es que terminare por hablar de Travesías y pasiones de ayer y mañana diciendo que el trabajo de Diego Subercaseaux, es como asistir a esa historia donde: “Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara…” o que «Tal vez la cara se murió, se borró para que Dios sea todos.” (“Paradiso, XXXI”, y “El hacedor”, J.L. Borges).

 

Marco Regalado Reyes (Morelia, Michoacán, México). Poeta, ensayista y editor. Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Michoacán y de FONCA. Ha estado a cargo de diferentes Departamentos de Literatura de instituciones de Gobierno en el Estado de Michoacán. Estuvo a cargo del Taller de Creación Literaria, Tomás Rico Cano, Morelia. Ha publicado los libros Piel de mar (1993), Los sueños del cangrejo (1997), Creció el mediodía (2000), La palabra en el bosque (2001) y Lilith (2015). Actualmente lidera la editorial “La Caja de Pandora”.

 

Diego Subercaseaux Ugarte (Padre Hurtado, Región Metropolitana, Chile) es investigador y profesor en sustentabilidad, paisaje y territorio. Ha participado en grupos de investigación y ha sido profesor en diferentes instituciones de educación superior en Chile. Autor de diversas publicaciones como artículos científicos, capítulos de libros, artículos de divulgación, ensayo, análisis cinematográfico, poesía, etcétera. Como poeta, ha participado en colectivos de poesía y ha sido parte de actividades de poesía y otras artes, en Chile y México. Poemas de su autoría han aparecido en revistas, gacetas y antología. Ha abordado variados campos del conocimiento, abarcando ciencia, filosofía, y arte, y así también la búsqueda de conexiones entre todo aquello.

 

«Travesías y pasiones de ayer y mañana (México, 2019)

 

 

Diego Subercaseaux Ugarte

 

 

Crédito de la imagen destacada: Editorial Jitanjáfora (Morelia, Michoacán, México).

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