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Un campo imaginativo para el nuevo milenio: El proyecto literario de Diamela Eltit bajo la mirada de Laura Scarabelli

A continuación, publicamos el ensayo (escrito por la editora adjunta del Diario «Cine y Literatura») que sirvió de presentación al volumen «Escenarios del nuevo milenio. La narrativa de Diamela Eltit (1998-2018)», una obra de la citada investigadora italiana, en un concurrido evento realizado hace apenas unos días en Santiago, y el cual sirvió de homenaje y de celebración dedicado a la última Premio Nacional de Literatura de Chile.

Por Eugenia Prado Bassi

Publicado el 14.1.2019

No es casual que estemos todas reunidas hoy, porque junto con presentar el libro Escenarios del nuevo milenio. La narrativa de Diamela Eltit (1998-2018) de Laura Scarabelli, celebramos a la autora y su obra y de paso a las mujeres que escriben.

Laura Scarabelli nos invita en este ensayo a revisitar el proyecto literario de Diamela Eltit, tomando uno de los tres grandes momentos de su producción narrativa: las novelas de la globalización. El texto, construido como una forma de interrupción del ensayo dominante, instala un cuerpo de escrituras e imágenes que se extienden por estas morfologías irregulares, conectando las partes de un todo en un tejido que nos incluye y nos convoca en esta fiesta. Porque de eso se trata este libro. Leer asediando, leer activamente, leer interrogando y conectarse a otras escrituras que piensan y se piensan. Se trata de ir ampliando las fronteras del tejido, para incorporar pequeños matices y que nadie quede fuera y de abrir los espacios de la lengua para construir tejido rebelde, crítico, contra lo avasallador. Uno que admita distintas manos e imperfecciones, hebras muy finas, toscas o más gruesas y pueda deslizarse por escrituras colectivas, conectivas, conectadas con estos Escenarios del nuevo milenio de Diamela Eltit a los que se suma Laura.

Porque Eltit es una voz única, enteramente otra y cuestionadora, ha construido su obra en simultáneo a los avances del mercado global, iluminando ciertas zonas oscuras, olvidadas, para dar voz a quienes no la tienen. Anclados a la tragedia griega desde su raíz, del supermercado al Mall, en los barrios marginales o el cyber café, Diamela nos está diciendo: “todo concurre en el poderoso territorio de la memoria, condensación de signos rebeldes y ocultos, resistentes a la cultura del olvido”.

¿Cómo unir las partes y hundirse en las zonas más densas o reales y permitirse desordenar ideas o partir por palabras sueltas? Allí donde la lengua retrocede, la escritura avanza. Avanza su resistencia, haciendo eco en otras escrituras. Avanza accediendo al universo encapsulado para entrar en las zonas oscuras del poder: “… bajo el prisma de las transformaciones socioeconómicas determinadas por el golpe de Estado, se propone analizar las dinámicas del mundo convertido en mercado, un mundo condicionado por flujos de dinero y productos, más que por saberes e ideas, un mundo donde todo se vende y se compra”, nos dice Laura.

En esta especie de arqueología de la experiencia, Laura Scarabelli incluye otras voces que irán extendiéndose sobre la superficie. Así, Eugenia Brito, Leonidas Morales, Nelly Richard, Patricia Espinosa, Michael Lazzara, Francine Masiello, entre otras voces, dialogan en torno a la obra de Eltit con filósofos contemporáneos como Barthes o Foucault, además y con notas al pié que actúan como una interfaz que: “activa un diálogo con la escritora y sus textos”. Laura Scarabelli va dando voz a los personajes de las novelas de Eltit, para retener sus pulsiones y tensiones, sus fragilidades.

Desde Los trabajadores de la muerte y el sueño de la niña sin brazo que tiene la capacidad de mutar, pasando por la ciudad supermercado y las hazañas de los empleados del súper en Mano de obra; la inconsistencia de los testimonios en Puño y letra; las especulaciones óseas de la militante sobre el ocaso de la revolución socialista en Jamás el fuego nunca; los monólogos de las mujeres que sobreviven en el hospital en Impuesto a la carne; el acoso militar en Fuerzas especiales y la larga marcha de ambulantes hacia La Moneda en Sumar, Diamela Eltit ha estado escribiendo el tránsito entre un siglo y otro, siguiendo de cerca los efectos del mundo globalizado, el avance del modelo neoliberal. El arrasamiento de los sujetos ahora convertidos en objetos-mercancía, en función de un mercado que les evita cualquier pensamiento profundo y los condena al olvido y la invisibilidad. Atenta a como “el espacio real” es sustituido por espacios virtuales en serie, siempre iguales a sí mismos, caracterizados por superficies neutras y la falta de ambigüedad. Eltit construye una épica de resistencia. Hospitales psiquiátricos, cárceles, oficinas, supermercados, locutorios, son invadidos por poderosos sistemas de control, aplanando toda opacidad y contradicción. En este avance del Chile neoliberal. Eltit parece decirnos que: “el único lugar para almacenar el pasado, con sus restos y sus ruinas, y re-componer un inédito archivo es la memoria”.

Este libro nos toca a todas y somos muchas, escribiendo, leyendo, tejidas o cosidas por hilos apenas perceptibles, repartidas desde distintos lugares, capturando ideas, construyendo conocimientos. Desde imaginarios comunes, afinidades, reflexiones, cercanías, complicidades de la letra que modifican gestos y producen cultura. A través de este diálogo ininterrumpido de la autora con las novelas de este período, es posible entender la consistencia de su obra. Cito: “La escritura para Eltit, es copia indefinida de un original sin importancia, reproducción en serie, variante de un original perdido y quizás falso, otro de lo mismo. Y es una escritura que requiere siempre una forma de réplica, de respuesta, de intervención directa”.

Cuando acepté la invitación de Laura a presentar su obra supe que no sería fácil, le agradezco, porque me hace sentir parte de algo.

Animada por la confianza y por el deseo de escritura acepté el desafío. Porque se escribe desde el no saber y la precariedad y porque en todos estos años, en algún punto del tejido todas estamos conectadas a Diamela y su obra y no solo a su obra, también a ella por su calidad humana, su cariño, su generosidad. La leemos, nos leemos. La escritura se aprende, se cultiva, se ensaya, se tienta, se desarma y cuando escribimos, a veces nos desesperamos, porque así es escribir. Algo tiende a acumularse en la letra. Las ideas se capturan o desaparecen, muchas veces fracasan y que la intuición nos guíe y el destino no nos ciegue porque esto solo se trata de escribir, todas lo hacemos. Nos empecinamos en ello y entre todas me incluyo. Se trata de escribir sobre la lengua y más abajo de la lengua. Se trata de escribir palabras y acechar ideas para desbaratarlas. De la primera letra o de entrar en las vocales y desarreglar las frases cuando nos vence la manía. De la primera enfermedad, del poder de la intuición, el delirio del habla, la lengua está llena de abstracciones. Se trata de instalar una zona maquinal. Ensayo-error y corregir cientos de veces o dejarse arrastrar hasta perder la razón o el sentido del texto, solo por placer. Se trata de abrir y cerrar archivos cuando nada encaja y sumergirnos en zonas del “lenguaje profundo”, “grado cero de la lengua” citando a la autora. Un tejido nos une, una experiencia de vida, el amor a la palabra, la idea, el pensamiento. Nos une la urgencia, por eso elaboramos registros, aunque solo sea poniendo preguntas o algo de poesía en el mundo, incrustando nuevas formas de leer, escribir, y que a su vez generen redes, zonas donde el tejido pueda ventilarse, diferir, o simplemente liberar escrituras rebeldes, complejas, difíciles y desplazarnos y conectarnos, generar redes de autonomías porque las palabras no están hechas para la entretención. No siempre. Y para eso me gustaría citar las palabras de Diamela Eltit, al recibir el Premio Nacional, 2018: “Mi compromiso es con las mujeres y su terrible historia de desigualdad, desigualdad que está en todos y cada uno de los actos de nuestra vida”.

Y para terminar, la figura de los “nonatos perpetuos en estado de alerta” que encarna una última esperanza en la novela Sumar celebrando “la oscuridad y el caos” y una invitación a leer estos Escenarios del nuevo milenio y, por supuesto, la obra completa de Diamela Eltit.

 

 

Eugenia Prado Bassi, de profesión diseñadora gráfica de la Pontificia Universidad Católica de Chile es una artista, investigadora y escritora chilena de renombre internacional, que fundó junto a Dauno Tótoro Taulis la prestigiosa editorial Ceibo, y también es la editora adjunta del Diario Cine y Literatura. Pueden visitar su página web, aquí.

 

Laura Scarabelli es critica literaria y profesora de literatura hispanoamericana en la Università degli Studi di Milano (Italia). Se doctoró en literaturas comparadas por la Universidad IULM de la misma ciudad. En su investigación se ha ocupado de los imaginarios del negro y de la mulata en la narrativa cubana del siglo XIX y de la obra literaria de Alejo Carpentier. Actualmente se está dedicando a la reflexión sobre modernidad, postmodernidad y globalización en América Latina. Su ulterior ámbito de interés es la relación entre literatura, memoria y violencia política en el Cono Sur. Es autora de numerosos ensayos sobre dichas temáticas, publicados en revistas y volúmenes de difusión internacional y de las monografías Identità di zucchero. Immaginari nazionali e processi di fondazione nella narrativa cubana (2009) e Immagine, mito, storia, El reino de este mundo di Alejo Carpentier (2011). Entre sus publicaciones más recientes, destacan la edición de Donde no habite el olvido. Herencia y transmisión del testimonio en Chile (2017) y Letteratura di testimonianza in America Latina (2017).

 

 

 

 

 

Eugenia Prado Bassi

 

 

Imagen destacada: Diamela Eltit en su famosa performance Zona de dolor (Santiago de Chile, 1980).

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