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«Una cierta idea de mundo»: Las últimas sensaciones de Alessandro Baricco

La reciente entrega debida al famoso ensayista y novelista italiano es una excusa fundamentada en la crítica de otros libros, pues el mismo autor escribe en su prólogo que la idea es entregar una visión, una concepción sobre las cosas que ocurren y una recomendación, a fin de justificar de alguna manera u otra su sentido (el de este texto).

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 26.7.2020

Escribir una recopilación es importante porque permite reflexionar desde los límites de la sensación. Implica un recorte imaginario entre lo importante, lo coherente y lo innecesario. La subjetividad decide qué tipo de imagen quiere proyectar a la figura individual o colectiva en la recepción. Se genera de manera natural, por reflexiva, y artificial, por literaria, un sentido.

Un camino que nos guía hacia algún lugar de dicha reflexión. Porque la literariedad, más vinculada a la formalidad y a la estética que a otras cosas, recae en la espontaneidad de la silueta presente en el acto creador. La reflexión, en cambio, remite a elementos que tenemos en común. A estructuras que significan de tal manera que no permiten cuestionamiento alguno.

“Moraleja: nos detenemos en la imagen poética que no incomoda a nuestros prejuicios y no nos atrevemos a seguir el cable para ver lo que realmente ocurre en el otro extremo […] El ejercicio de la inteligencia y del gusto […] se dedica a representar pensamientos ya dados por descontados y se interesa cada vez menos por llegar a pensamientos incómodos”.

Y aunque nadie me lo haya pedido, definiría el libro como una excusa fundamentada en la crítica de otros libros. El mismo autor escribe en su prólogo que la idea es entregar una visión. Una concepción sobre las cosas que ocurren y una recomendación. En otras palabras, el ensayo se basa en obras literarias para justificar de alguna manera u otra su sentido.

¿Cuál es el sentido de un texto? ¿Se puede descifrar sin una discusión ¿La figura autorial puede determinar el sentido de lo que escribe? Son preguntas que quedan en la crítica literaria y artística de hoy. Pienso que quizás son inútiles porque, como dice Derrida, en cierta forma la escritura sí puede constituir una traición a la opinión de lo otro.

Sin embargo, una herida puede sanar. O puede infectarse y destruir a sus propios órganos. Una afección sí puede poseer un rasgo constitutivo. Por eso, no comprendo muy bien la necesidad de aprovechar: “la ocasión para decir que el mandamiento feminista según el cual no se debería poner el artículo delante del nombre de mujeres —la Merkel, la Woolf— es una auténtica gilipollez)”.

Tal acción discursiva ostenta una lógica que, creo yo, se intenta destruir en estos tiempos. El insulto, por muy menor que sea, conlleva una entidad burlada, perjudicada o afectada en algún modo. Y aquí estamos dejando de lado el tema de la razón. Lo que importa es el narcisismo fantasmagórico que nos invade apenas consideramos la opinión de otros.

Sin embargo, como anota Barrico casi al final: “escribir sobre libros que te gustan es un modo de escribir sobre ti mismo, sobre el modo en que estás en el mundo”. Y la tarea es llevada a cabo sin muchas vacilaciones en cuanto a la expresión. La sinceridad es una característica que parece ofensiva y un poco prehistórica en nuestros tiempos.

Además, ese discursivo tan literariamente expresivo se combina con unos conocimientos que demuestran un estudio vitalicio. Al leer podemos estar de acuerdo o no con el contenido, la forma o la organización, pero no podemos aseverar que el autor reflexiona sólo por intuición. Los pensamientos escritos demuestran una cierta postura establecida en su mundo.

Por ejemplo, refiriéndose a Napoleón, escribe que: “conozco uno de sus principios que siempre consideré genial por su simplicidad y es que no existen planes acertados o equivocados, ni reglas mejores que otras. Existen solo planes que vencen y esos serán los que establezcan las reglas que otros, ingenuamente, adoptarán como reglas justas”.

En esta cierta idea del mundo, Barrico se sincera y expresa además las cosas que han afectado al mundo hipermoderno. La actualidad y la antigüedad están constantemente tensionados en su cuerpo textual, y el resultado es una reflexión sobre los cambios que han ocurrido en el entorno. Es difícil el intento de explicar por qué de repente se fijó lo establecido.

La educación, la represión, la información, la actualidad. Los medios de comunicación masiva llenándonos de información como si estuvieran buscando reventarnos por el consumo. “Hacer la compra se convirtió en una especie de divertido ejercicio de modernidad, inteligencia, independencia y democracia”, describe Barrico refiriéndose a los supermercados.

¿La actividad artística actual, no podría definirse de ese modo?

 

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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.

 

«Una cierta idea de mundo», de Alessandro Baricco (Editorial Anagrama, 2020)

 

 

Carlos Pavez Montt

 

 

Imagen destacada: Alessandro Baricco (1958).

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