[5 años de CyL] «María (y los demás)»: El reto de asumir la propia vida

La actriz española Bárbara Lennie obtuvo un merecido premio Feroz en 2016 por su magistral interpretación de esa hija que pasa de estar preocupada en forma permanente de su padre enfermo (José Angel Egido), a afrontar la necesidad de estar pendiente de sí misma y de sus emociones, en la ópera prima de la directora Nely Reguera.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 12.8.2022

Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver
y que, a veces, olvido.
Juan Ramón Giménez

Hay personas cuyas vidas quedan en segundo plano por su predisposición a atender a los otros. Un colectivo este a menudo ninguneado y predominantemente femenino. María es una de ellas, una mujer que ha asumido la responsabilidad de cuidar a su padre viudo y enfermo de cáncer.

La guionista y realizadora barcelonesa Nely Reguera nos ofrece una prometedora ópera prima que en tono ligero aborda la problemática de esa joven relegada o más bien auto relegada por el peso de la responsabilidad y por el miedo a ser.

La película retrata un presente en el que el padre está muy recuperado tras dos años durísimos tanto para él como para su abnegada cuidadora. Y de como en esa afortunada mejoría, María se verá en la tesitura de encarar su abandonada vida.

Lo hará forzada y desconcertada. Y es que su progenitor sorprende a toda la familia —tanto María como él tienen hermanos que acuden todos al caserón familiar a celebrar el cumpleaños del patriarca que es también celebración de su recuperación— al anunciar que va a casarse con una enfermera a la cual conoció en el hospital donde permaneció un tiempo ingresado.

Bárbara Lennie obtuvo un merecido premio Feroz en 2016 por su magistral interpretación de esa hija que pasa de estar pendiente de su padre (José Angel Egido) a afrontar la necesidad de estar pendiente de sí misma.

Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers.

 

Escondida en los otros

Al inicio vemos a María fumando casi escondida en el jardín del caserón familiar que ha sido su vivienda durante este largo periodo de enfermedad paterna e inmediatamente apagando el cigarrillo por la llamada del progenitor. En ese logrado «haiku» audiovisual se plasma su dependencia del dependiente, su asfixiante realidad.

Reguera nos sumerge en cómo es su vida de priorización del padre, vivenciamos su soledad aún en compañía de amigos por sus miedos e inseguridades con los hombres. Y asimismo los miedos e inseguridades para acabar la novela que está escribiendo, María trabaja en una pequeña editorial pero su jefe desconoce que ella escribe.

Queda clara su frustración al presentar el libro de una joven escritora cuyo título El desconcierto refleja lo que va a ser su vida en breve al saber del compromiso matrimonial paterno.

A María le es más fácil entregarse y apoyar a los demás que a sí misma. Lo ha hecho con el padre y lo quiere hacer también con un hombre divorciado con el que mantiene encuentros sexuales y al que intenta forzar en un compromiso que él no quiere y ella en el fondo tampoco.

Cualquiera antes que ella misma, para María cuidar a los demás —al padre, a ese hombre y a sus hijas— es su forma de buscar sentido a su existencia. Un sentido que en su interior sabe falso y que pretende inútilmente enmascarar su miedo al fracaso tanto en las relaciones amorosas como en lo profesional.

 

Maldad y catarsis

En una de las mejores escenas de la película vemos a toda la familia en la playa la víspera de la abrupta boda (han pasado pocos días entre el anuncio y la consumación).

Una María ansiosa comenta a sus hermanos y cuñadas que tiene novio, una mentira —a los otros pero más a sí misma— que uno de ellos no cree, lo que provoca que María suelte abruptamente una confesión secreta —que él le hiciera—, y la cual desencadena una fuerte discusión entre todos los jóvenes del clan.

María la «buena» ahora también «mala» se aparta de las trifulcas generadas por su traición y camina al mar bravo, mira en vestimenta azul ese mar de azules —bellísima imagen— y cómo la prometida se baña; pero la mujer que no sabe nadar casi se ahoga, sólo María se da cuenta y tarda lo suyo en salvarla como disfrutando de su rabia no expresada. Finalmente lo hace y las dos féminas extenuadas se miran en el saberse no amigas.

Ante el padre, una María nerviosa afirma que al rescatar a su prometida esta casi la ahoga. Una afirmación cargada de simbolismo que el padre refuta con un «a ti no hay quien te ahogue», que es el reconocimiento externo de lo que ella no sabe apreciar ni valorar en sí misma.

Pero ese impulso malvado ha surgido efecto en María y hará que cambie radicalmente en su actitud ante la vida modificando sus prioridades y afrontando con valor sus retos personales.

La antes máxima responsable familiar se permite llegar tarde a la boda sin preocuparle lo más mínimo el que algo programado falle, la responsable de los otros ha acabado esa misma noche —en una catarsis personal que empezó en la playa— su novela.

Por fin la prioridad es ella, por fin María se responsabiliza de su propia vida y en esa necesaria transformación deja su obra sobre la mesa del jefe.

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: María (y los demás), de Nely Reguera (2016).