[Opinión] Caso «vampiros literarios»: La justicia es lo que conviene al poderoso

Declarar en un cuartel de la Policía de Investigaciones de Chile y hacerlo en la comodidad de quién sabe dónde bajo la lupa de tus abogados, son dos cosas muy distintas. Pablo Larraín, Juan de Dios Larraín y Guillermo Calderón —pese a ser los imputados en esta ocasión— tuvieron el privilegio de elegir no asistir a esa comisaría: eso violenta el principio constitucional de la igualdad ante la ley.

Por Antar Venegas Novakovic

Publicado el 1.5.2025

Unos días antes de interponer la querella contra quien resulte responsable por el delito de plagio le pregunté a mi padre, profesor de filosofía ya muy afectado por el Parkinson, qué opinaba de todo esto. Después de un largo silencio me dijo en voz baja: «la justicia es lo que conviene al poderoso». Y silencio otra vez.

Mi hermana mayor fue la que advirtió del plagio a nuestra familia después de mirar el tráiler de El conde por televisión. De inmediato llamó a mi madre y mi madre a mí.

Rápidamente buscamos en el dormitorio de nuestro hermano Sebastián el texto original de su obra de teatro Ya no sueño contigo Augusto. Queríamos revisarlo a la espera del estreno de la película el 15 de septiembre de 2023 en la plataforma de streaming Netflix.

El caso «vampiros literarios» avanza lento, en algún lugar muy lejos de nosotros. Siento incertidumbre y desesperanza al confiar cuestiones sagradas a desconocidos. Fiscales, jueces, abogados, peritos. Se supone que darán lo justo a cada cual.

Pero lo que sentimos como familia es muy distinto a eso. Lentamente nos cae el peso de la injusticia, mientras la realidad va saliendo del estado de ficción en que se encuentra permanentemente. La realidad como «eso» que le pasa a los demás. Pero cuando te toca, como ahora nos pasa, todo comienza a parecer mentira.

Enfrentar en un caso de plagio a la familia Larraín Matte, eso es algo así como el colmo de un plagiado, y que el posible plagiador sea el hijo director de cine del exsenador y exministro de Justicia y Derechos Humanos en Chile, Hernán Larraín Fernández.

Me pregunto, pensando en Pablo y su familia: ¿a quiénes pudieran conocer?, ¿o llamar? ¿Quiénes los aprecian? ¿Quiénes dependen de ellos?

Porque son un clan con poder político y económico, ¿no? También una familia de abogados. Algo así como «creativos abogados» o «abogados creativos».

¿No se preguntaría usted lo mismo? ¿Tengo alguna posibilidad frente a estas personas? ¿Qué defensa podría pagar? ¿Cuánto podría soportar hasta quebrar? ¿Qué podría pasarnos si la causa se archiva?

Imagine usted estar en esa posición, defendiendo a un ser amado muerto, sin poder económico, sin poder político, siendo uno más frente a estas personas realmente intocables.

 

Aplausos inmerecidos

Pablo Larraín Matte, Alfredo Castro Gómez, Paula Luchsinger Escobar y Gloria Münchmeyer Barber se abrazan cariñosamente unos a otros mientras reciben el reconocimiento de los asistentes a la premiere mundial de El conde en la octogésima edición del Festival de Cine de Venecia.

La toma fue hecha con una cámara de la agencia CinemaChile, ubicada atrás de los abrazos, en un palco que a su vez queda a espaldas del público, que se voltea y mira arriba para ovacionar al director y los actores, mientras al fondo pasan los créditos del filme.

Pero, ¿qué aplaude el público, exactamente?

Entrevistado en esa instancia Alfredo Castro dice que: «el delirio de Pablo Larraín es magnífico, es un delirio muy frondoso, inteligente, político». Argumenta que la película es: «preciosa de ver, con un imaginario muy poderoso».

¿Cuál es ese «delirio»?, ¿ese «imaginario» de Pablo Larraín Matte y de Guillermo Calderón Labra?

El «riesgo de confusión» es un concepto que se aplica a marcas comerciales para evitar que los consumidores se confundan y eventualmente también sirve como herramienta de análisis en temas de plagio. Desde aquí todo resulta muy peligroso para quien adapte o transforme sin permiso una obra desconocida para el público.

Imagine que como dueños de este Pinochet vampiro llamado Conde aceptamos una de las propuestas para llevar el guion de Sebastián a la pantalla y que luego tomáramos de la película de Fábula algunos de sus elementos de dominio público, como su banda sonora, por ejemplo, para completar algunas escenas de nuestra obra derivada del guion de Sebastián.

Sugestivo, ¿no? ¿Se imagina algo así? ¿Utilizar ese «imaginario» nuevamente? ¿No se confundiría usted? ¿No se preguntaría quién es el autor de la obra? o ¿quién le copió a quién?

Imagine los problemas para los dueños del personaje del Conde desde el año 2004, nosotros. En el mismo momento de la premiere mundial, lo original que pudiera tener ese «imaginario» se desvanece conforme avanza la proyección.

La sucesión pierde en el acto todas las «oportunidades» contenidas en esa creación inédita. O, ¿se imagina usted en un país como Chile, encargar a un grupo de actores, el montaje de Ya no sueño contigo Augusto, justo ahora?

Considerando quién es Pablo Larraín en un circuito escénico que le rinde pleitesía sin el menor cuestionamiento crítico, ¿lo concibe?

 

Privilegios de imputados vips

Miro esa ovación e imagino a mi madre de 77 años y mi hermana menor yendo al cuartel de la PDI. Cuando les dije que debían ir a declarar se pusieron nerviosas. Me preguntaron dos o tres veces qué debían decir.

Un día antes de la visita les indiqué que respondieran lo que recordaran, que si no recordaban nada, pues que no dijeran nada y que nosotros éramos las víctimas, no los victimarios.

Pero, por alguna razón, no nos sentíamos como víctimas, si no todo lo contrario, al estar ahí en ese cuartel de policía. Respondimos preguntas de un detective mientras dos de ellos nos flanqueaban en completo silencio, uno a cada lado nuestro.

Declarar en un cuartel de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) y hacerlo en la comodidad de quién sabe dónde bajo la lupa de tus abogados, son dos cosas muy distintas. Pablo Larraín, Juan de Dios Larraín y Guillermo Calderón tuvieron el privilegio de no asistir a ese cuartel. Se siente distinto. La justicia se siente distinta. Las víctimas vamos al cuartel y los imputados responden por correo. Eso no está bien.

Todavía no podemos leer el guion original de El conde. No está a la vista en la carpeta investigativa. La sucesión Venegas Novakovic, nuestra familia, encargó un peritaje independiente, sin poder proveer del texto original del filme investigado al perito encargado. Simplemente, no está. Pero el de nosotros, sí.

Larraín Matte y Calderón Labra pueden verlo y disponer del texto de mi hermano para encargar estudios o lo que sea. ¿Quiénes son estas personas? ¿Son distintos a nosotros ante la ley? ¿Por qué reciben un trato diferente?

Tampoco respondieron a la petición del fiscal Luis Muñoz Hamer en relación a entregar el contrato entre Fábula y Netflix. Simplemente no lo entregaron. Pablo Larraín no sabe si la obra que escribió está inscrita en el Departamento de Derechos Intelectuales (DDI). Tampoco su hermano Juan de Dios, otro de los imputados en la causa.

Calderón dice que el guion de El conde sí está inscrito, pero que no recuerda ni la fecha ni el número de registro. La oficina del DDI informa que no hay registro a nombre ni de Fábula, ni de Larraín, ni de Calderón de alguna una obra titulada El conde.

¿Cómo es eso de no hacer llegar al fiscal los documentos que solicita? ¿Quiénes son estas personas? ¿Son distintos a nosotros ante la ley?

Mientras el caso avanza resuenan fuertemente esa palabras que mi padre me dijo apenas, la justicia es lo que conviene al poderoso.

 

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Antar Venegas Novakovic (1972) es un escultor, diseñador y mueblista chileno.

 

La sucesión de Sebastián Venegas prepara el documental «El conde plagiado» sobre el caso

 

 

Tráiler:

 

 

 

Sebastián Venegas Novakovic

 

 

Antar Venegas Novakovic

 

 

Imagen destacada: Guillermo Calderón, Sebestián Venegas y Pablo Larraín.