Académica Paola Ehrmantraut, desde Minneapolis: «Los EE.UU. fueron fundados sobre tierras robadas a los nativos americanos y se establecieron como nación próspera gracias al trabajo de los esclavos»

La profesora de la University of St. Thomas, con sede en la ciudad epicentro del estallido racial que sacude al país del norte durante estos días, se refirió a los alcances culturales y antropológicos que laten detrás de la revuelta —acontecida en plena pandemia por el Covid-19—, y motivada por el asesinato de un ciudadano afroamericano, a causa del actuar policial.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 31.5.2020

Desde Minneapolis (capital del Estado de Minnesota), Paola Ehrmantraut, PhD, dialogó con el Diario Cine y Literatura acerca de las causas estructurales del estallido racial (y social), que se acaba de gatillar en esa nación debido al homicidio del ciudadano afroamericano George Floyd, ocurrido el lunes 25 de mayo a manos de la policía, y luego de que al ser arrestado, el uniformado Derek Chauvin se arrodillara sobre el cuello de éste durante al menos siete minutos —mientras el detenido se encontraba esposado y acostado boca abajo encima de la vía pública—, imposibilitado de poder respirar con normalidad.

Paola Ehrmantraut, profesora asociada de la University of St. Thomas (con sede Minneapolis), se ha especializado en discursos de género, raza y estudios subalternos. Y como especialista en el área social y ciudadana norteamericana —y al vivir de manera presencial la crítica realidad política en la urbe donde reside y trabaja—, es que la académica responde algunas interrogantes sobre la revuelta que se expande por los Estados Unidos a causa del asesinato de George Floyd, y justo cuando en paralelo, el país lidera las tasas de contagio y mortalidad derivadas de la pandemia mundial del Covid-19.

Sin embargo, la catedrática es enfática en argumentar que a pesar de que las leyes de segregación racial fueron derogadas en la década de 1960, por la institucionalidad de los diversos estados que conforman la administración nacional, el racismo se sigue manifestando de un modo cultural y mediático a través de una serie de comportamientos y conductas sociales adquiridas por parte de la población norteamericana.

«El cambio llegará solamente cuando la mayoría de los estadounidenses aprendan su historia y quieran cambiarla», dice Paola Ehrmantraut.

 

—“No puedo respirar” fueron las últimas palabras que esbozó Floyd antes de ser asesinado. Estas palabras fueron las mismas con las que murió Eric Garner el 2014. ¿Qué significa esta profecía?

—La frase “no puedo respirar” se ha transformado, tristemente, en una expresión de la experiencia afroamericana en los EE.UU. Esta frase, entre otras, como “hands up, don’t shoot” («manos arriba, no disparen») son frases que han regresado en cada una de las manifestaciones que protestan la brutalidad policial, en especial en los eventos organizados por Black Lives Matter (BLM). El efecto de miles de personas repitiendo esas frases al unísono es realmente escalofriante porque captan las últimas palabras de ciudadanos afroamericanos en intercambios violentos con la policía: a la frase solitaria de la víctima se la retoma y se la amplifica colectivamente.

Otras frases que vimos en las manifestaciones en Minneapolis son “say his name” “George Floyd” (di su nombre), “no justice, no peace” (no hay justicia, no hay paz). Nombrar a las víctimas en estas manifestaciones se ha vuelto una tradición que pone de manifiesto lo poco que se ha adelantado en este problema. En las calles de Minneapolis escuchamos los nombres que se han sumado en 2020: Ahmaud Arbery, asesinado por un dúo padre hijo de con conexiones policiales en Georgia y Breonna Taylor, quien murió en una redada mientras ella dormía en Kentucky.

En Minneapolis resuenan los nombres de Jamar Clark, asesinado en 2015 con un tiro en la nuca mientras estaba esposado en el suelo por la policía de Minneapolis y el de Philando Castile, que fue asesinado por la policía de Roseville (un barrio suburbano de las Ciudades Gemelas) en 2016 mientras estaba en su auto con su novia y su hija. Este último crimen fue trasmitido por Facebook Live. La historia reciente de esta ciudad duele; es traumática.

 

—¿Cómo lees el desborde que ha experimentado la ciudadanía (mayoritariamente afroamericana)? ¿Cuáles son las deudas históricas? Pienso en la declaración de la independencia y en las contradicciones que se vienen acarreando incluso desde Abraham Lincoln.

—Los EE.UU. fueron fundados sobre tierras robadas a los nativos americanos y se estableció como nación próspera gracias al trabajo de los esclavos. Minneapolis es un ejemplo de cómo esas profundas raíces fundacionales informan las dinámicas de injusticia social: son parte del tejido social, de la historia y de su presente. Pero hay eventos concretos que nos han llevado al tipo de relación que vimos entre la policía y, por ejemplo, George Floyd en los numerosos videos del fatal encuentro.

Luego de la intervención federal de la policía de Ferguson, Missouri, se propusieron una lista de recomendaciones para departamentos de policía con gran numero de quejas por brutalidad y “racial profiling” («discriminación racial»). Estas recomendaciones llevaron el nombre de 21st Century Policing y ponían el énfasis en establecer mejores lazos con la comunidad y una reducción en la militarización de las fuerzas policiales. Estas recomendaciones fueron sugeridas al departamento de policía de Minneapolis pero desde la presidencia de Donald Trump esas recomendaciones han sido virtualmente descartadas. Hoy vivimos las consecuencias de esa acción puntual.

 

—Las leyes de segregación “Jim Crow” operaron en EE.UU. hasta 1965 y el Apartheid en Sudáfrica se abolió el año 1994. Estas son fechas oficiales y no el término de la discriminación. ¿Cuál es la narrativa, la épica, de estas instalaciones?

—Exacto, el tema es la permanencia de una cultura que apoya sistemas de opresión y que puede permanecer aun cuando las leyes que sostenían un orden racista son derogadas. La Guerra contra las Drogas que comenzó con la presidencia de Richard Nixon, guerra imposible de ganar dada la constante demanda, ha resultado no solo en la población carcelaria más grande del mundo sino además en un impacto desigual en términos de raza. De acuerdo a las cifras que maneja la ACLU sabemos que desde 1970 y en gran parte gracias a la Guerra contra las Drogas, la población carcelaria ha aumentado un 700% mientras que la tasa de delincuencia ha sido reducida desde la misma fecha. Recomiendo el documental 13th de Ava DuVernay, en donde se exploran las claras líneas de continuidad desde la esclavitud hasta las políticas de encarcelamiento masivo en los EE.UU. de hoy.

Hay que entender la experiencia afroamericana en los EE.UU. para comprender los estallidos de esta semana. En su libro The New Jim Crow, un libro que es lectura requerida en muchos cursos en las universidades americanas, Michelle Alexander nos recuerda que aunque las leyes Jim Crow se han desmantelado, las políticas de encarcelación masiva y la privatización del aparato carcelario tienen un impacto desproporcionado en la comunidades de color estadounidenses.

Como conclusión, nos invita a considerar una realidad penosa: la mayoría de los hombres afroamericanos de las principales zonas urbanas del país están bajo control del sistema de correcciones, ya sea encarcelados o bajo libertad condicional o con prontuarios de por vida. El 13.4% de la población en los EE.UU. es afroamericana, pero los hombres afroamericanos constituyen el 37% de la población carcelaria

La organización The Sentencing Project brinda otro dato sobre esta disparidad, que debe ser considerado para comprender la tremenda frustración que estalló en Minneapolis y se extendió por todo el país. A nivel nacional, los ciudadanos afroamericanos son encarcelados cinco veces más que los acusados blancos, por los mismos crímenes. Aun más, en el caso de Minnesota, The Sentencing Project indica que esa disparidad alcanza más de diez veces.

Es decir que un ciudadano afroamericano que comete el mismo crimen que un ciudadano blanco, tiene diez veces mas chances de ser encarcelado. Este es el nivel de injusticia social que se les pide a nuestras comunidades afroamericanas que toleren día a día, año a año. Un sistema racista, corrupto y violento en el que no tienen chance de recibir justicia.

 

—El caso de Gardner fue incluido en el exitoso libro de Ta Nehisi Coates (Entre el mundo y yo), un manifiesto que llamó la atención mundial con su poderosa voz como megáfono racial. ¿Cómo resuena este libro hoy?

—Pienso mucho en ese libro en estos momentos, en especial en cómo el autor busca sus raíces intelectuales que le ayuden a entenderse en este contexto, como hombre afroamericano en una nación que no le adjudica una humanidad completa. En ese libro, Coates revisita las palabras de James Baldwin, cuya voz resuena hoy en los debates que estamos presenciando en los medios. En el año 1968 la revista Esquire entrevista al intelectual afroamericano, y le pregunta cómo podemos “enfriar” la violencia racial que se veía en ese año y que es muy similar a la que hemos visto en los últimos días.

Baldwin responde que no les corresponde a las personas afroamericanas que protestan “enfriar” la situación. Entonces, el periodista le dice: “pero no son ustedes mismos (y sus comunidades) los que se ven más dañados por estos desmanes?” y Baldwin le contesta, con una relevancia al día de hoy que nos sorprende: “No, nosotros solo somos los que morimos más rápidamente.” La sociedad americana blanca muchas veces demanda no solo que los ciudadanos afroamericanos toleren la injusticia, sino que lo hagan sin protestar, aun cuando el costo de vivir sin protestar es morir. Esta terrible realidad es igual en 2020.

 

—Uno de los grupos más afectados por la pandemia es la comunidad afroamericana. ¿Cómo empatas este hecho con el estallido racial que estamos atestiguando?

—Las comunidades donde viven las minorías raciales en Minneapolis han sido las más afectadas, no solo porque sus miembros generalmente están a cargo de trabajos que se han llamado “esenciales” (y de mayor riesgo de contagio) sino que además sus negocios y tiendas han estado cerrados por semanas. El impacto económico es sin precedentes. Como agravante, estas poblaciones tienden a tener bajas tasas de acceso a los servicios de salud, su tasa de mortalidad es más alta. Sus niveles de relativa pobreza y bajos niveles de escolarización los hacen particularmente vulnerables a caer en mayor pobreza y luego recuperarse más lentamente del impacto del desempleo.

Mas específicamente, en las comunidades en donde sucedieron los desmanes, cuyas imágenes fueron las más emblemáticas, con la comisaria del tercer precinto en llamas, es una de las zonas más diversas en la ciudad. En estas zonas se concentran las comunidades afroamericanas, latinas, somalíes, negocios cuyos dueños son inmigrantes o refugiados de primera o segunda generación y cuyo acceso al capital para poder reconstruir sus tiendas y restaurantes es limitado.

Escribo esto después de que, por cuatro noches, los helicópteros pasaban sobre mi casa, incesantemente. Sonidos de tiros y sirenas a lo lejos fueron el telón de fondo para noches sin dormir, siguiendo canales online en vivo, compartiendo obsesivamente noticias con vecinos y amigos. Ver calles y calles en ruinas nos parte el corazón. ¿Cómo nos recuperaremos como comunidad? Esa pregunta queda pendiente. Esta destrucción es el síntoma de una enfermedad que ya es crónica. Hay mucho por hacer.

Como vecina, hoy donamos mascarillas para las comunidades más afectadas, el Covid-19 no respeta toques de queda. Como educadora, siempre regreso a la necesidad de entender la densidad del racismo sistémico detrás de estas muertes. En Minneapolis la historia que se repite no desde 2016 sino desde mucho antes. Desde los eventos que propulsaron al movimiento de los derechos civiles en los 60 hasta el linchamiento en Duluth, MN exactamente hace un siglo atrás. El cambio llegará solamente cuando la mayoría de los estadounidenses aprendan su historia y quieran cambiarla.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerposRéplicasNuestros desechosNo me ignoresCardumenSi ellos vieranConcepcionesSinestesia, y Dame pan y llámame perro; y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Paola Ehrmantraut

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Crédito de la imagen destacada: AP / Julio Cortez.