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Amanda Teillery: «Mi novela ‘La buena educación’ trata sobre la amistad y la sexualidad femenina»

La joven escritora nacional repasa en un diálogo imperdible con el Diario «Cine y Literatura» las alternativas estéticas y narrativas de su último libro -que acaba de lanzarse a circulación-, luego del éxito inesperado y revelador que obtuvo el año pasado entre la crítica y los lectores, con el volumen de cuentos «¿Cuánto tiempo viven los perros?».

Por Joaquín Escobar

Publicado el 29.4.2019

Con sólo 23 años y recién concluida su licenciatura en literatura en la Universidad Diego Portales, Amanda Teillery Delattre (1995) asume la posta de la renovación femenina de las letras nacionales sin complejos de ningún tipo, y enfrentando con arrojo artístico los propios temores de ser considerada por un buen tiempo como sólo una «escritora joven».

A días de lanzar La buena educación (Emecé, Santiago, 2019), y con un bautizo de título que recuerda a uno de los títulos audiovisuales más controvertidos del cineasta español Pedro Almodóvar, la talentosa narradora chilena aceptó conversar con el Diario Cine y Literatura acerca de su nueva obra, así como de temas tan actuales en la pauta social: la cosmovisión feminista, la sexualidad vivida desde su condición de mujer sudamericana, la influencia de la Iglesia Católica en el país, el modus vivendi de la burguesía local con antecedentes foráneos de segunda generación, sus lecturas de esta hora, y las líneas creativas que espera seguir para su arte narrativo, de cara a un futuro cercano.

 

—En las relaciones de las protagonistas con su entorno (familiar, educativo, moral, religioso) podemos apreciar las formas en que se construyen los discursos de la sociedad chilena. A su vez, hay un capítulo dedicado a las mutaciones que experimentó el colegio de Sofía en relación a sus contextos sociales. A partir de esto: ¿Te parece La buena educación una novela sociológica?

—En cierto sentido, sí, porque se intenta comprender a las protagonistas desde su contexto social, siendo éste finalmente una suerte de personaje de la historia. Pero, por otro lado, no resumiría la novela solamente en esa lectura, ya que la interioridad y mecanismos de relaciones de los personajes también juegan un rol muy importante. Creo que, si bien hay una visión y crítica al contexto social, la novela trata sobre la amistad y la sexualidad femenina, la complejidad y la opresión de ésta,  cosa que opino es transversal a la clase, ya que todas las mujeres experimentamos aquello en cierto grado.

 

—“El sexo es de los otros, no de ellas”, dice la narradora en una parte de la novela. ¿Te parece que el sexo ha sido una forma de control en la sociedad chilena? ¿Un lugar para construir discursos y dictar -desde el conservadurismo- lo que es normal y anormal?

—Sí, especialmente en el caso de las mujeres. El sexo es una especie de medidor para juzgar y catalogarlas Ya sea por exaltar demasiada sexualidad – casos en que se les tilda de sueltas, putas, de no respetarse – o de mostrar muy poco interés por el sexo, entonces se es cartucha o frigida. Nos implantan este miedo a los juicios -todos desde una perspectiva masculina- que condiciona nuestro actuar, por ende, efectivamente es un método de control. Hay una sensación constante de que se está siendo observada y juzgada. Incluso en etapas de mayor vulnerabilidad -como puede ser la adolescencia- y en cosas tan íntimas como la sexualidad, la experiencia femenina siempre parecer ser un poco un bien público, una invitación para opinar y entrometerse.

 

La buena educación es una novela en la cual abunda el sentimiento de culpa inducido por una cosmovisión religiosa. ¿Te parece que la iglesia católica ha alienado a la sociedad chilena con sus trasnochados y anacrónicos discursos?

—La verdad no soy muy conocedora del tema, así que hablo un poco desde mis percepciones o lo que gente que ha estado en un colegio muy católico me ha contado. No soy creyente y mi familia nunca me forzó a serlo, por eso no creo conocer demasiado las dinámicas interiores de la iglesia.  Pero si, en las clases de religión sentí siempre la implantación de la culpa. El que te hagan confesar a los diez años para la primera culpa es súper raro.

 

—Todos los personajes viven apocalípsis cotidianos. La mamá de Sofía no soporta la vida que lleva y Sofía pareciera creer que la vida está en otra parte. Podríamos hablar de una novela en la que las huidas están postergadas, que son personajes estáticos que se acomodaron en sus entornos hostiles.

—Claro, se trata de mujeres presas de los modelos que deben seguir, de la vida que deben tener. Incluso, creo que a veces es tanta la represión silenciosa y sigilosa que ni siquiera se dan cuenta de lo incómodas que están con el lugar que se les ha impuesto, no pueden deducir los motivos de su infelicidad.

 

—Todos los personajes del libro, a excepción de Ana, son burgueses. Viven en una burbuja mediada por su entorno económico. ¿Quiénes son los lectores ideales de La buena educación?

—Como mencioné antes, si bien hay una cosmovisión y crítica de una clase social y existe la intención de dar cuenta de ésta, creo que aquello es más bien una circunstancia para desarrollar a los personajes. Creo que cualquiera puede leerlo.

 

—Tienes dos libros publicados con tan solo 24 años. ¿Cómo te tomas este importante proceso?

—Tengo 23 y creo que trato de no pensar demasiado para no sentir estrés o presión. A mi primer libro le fue bien con la  crítica y a la gente le pareció gustar la temática un tanto juvenil, entonces ahora me da un poco de nervios el escribir algo diferente, a pesar de que quiero hacerlo, porque creo que los lectores de mis libros anteriores no esperan eso. Yo creo que eso es lo único que me podría complicar; quedar encasillada como escritora joven y no poder salir de ahí.

 

—Tienes un ritmo de escritura veloz y vertiginoso que logra atrapar al lector. La buena educación nunca baja en intensidad ni se torna monótona. ¿Cómo logras este registro?¿Tienes algún método de escritura?

—El primer capítulo lo escribí pensando que sería un cuento, todo en presente, pero después me di cuenta que sería interesante ver imágenes del pasado, entender más de dónde vienen las protagonistas. Así fue surgiendo esta dinámica de intercalar un presente en tiempo real con escenas del pasado o recuerdos que buscan enriquecer la acción y sucesos del presente. Dejé descansar varias veces la novela para después retomarla, y el tiempo hizo que se me ocurrieran más recuerdos, puntos de vista y hasta que me atreviera a ponerle sobre el futuro. Fue una mezcla entre intuición y harto trabajo.

 

—¿Qué autores o autoras han influenciado en tu obra?

—Mi escritora favorita es Alice Munro, creo que ella me abrió los ojos a la hora de escribir sobre las mujeres, sobre esas pequeñas historias que al final son las más grandes, las más universales. Leer a Virginia Woolf también fue un punto importante en mi formación literaria. José Donoso también me inspiró bastante en cuanto al tema de clase. El minimalismo de Hemingway, Carver y Salinger fueron significantes también.

Otros, no menos importantes: Proust, Joyce,  Houellebecq, Joyce Carol Oastes, Anne Carson, María Luisa Bombal, Lina Meruane, Sylvia Plath, Natalia Ginzburg, Elena Ferrante, Zadie Smith, Paulina Flores, María Paz Rodríguez, Mónica Drouilly, June García, Arelis Uribe, Karl Ove Knausgard, Lucia Berlin, y más.

 

—¿Qué opinión tienes sobre la crítica literaria chilena?

—Tengo una buena opinión, pero creo que eso se debe a que me han tratado bien y soy muy vendible y benevolente con la gente que es simpática conmigo. Me gustaría ver a más mujeres ejerciendo como críticas, eso sí.

 

—¿Qué lees en estos momentos?

—Ahora mismo estoy terminando el segundo tomo de los diarios  de Susan Sontag. Tengo que empezar también Kentukis de Samanta Schweblin para un club de lectura en el que se leen autoras mujeres en que soy participante.

 

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Joaquín Escobar (1986) es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor del libro de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

La novela «La buena educación» (Emecé, 2019)

 

 

Amanda Teillery Delattre

 

 

Joaquín Escobar Cataldo

 

 

Crédito de la imagen destacada: La escritora chilena Amanda Teillery, por Juan Pablo Sierra.

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