Cine trascendental: Serie «Vida perfecta», de Leticia Dolera: De expectativas y realidades

La actriz, guionista y directora catalana nos ofrece una obra en tono de comedia sobre diversos aspectos vitales que nos incumben a todos. A través de su mirada fresca, Dolera nos adentra en la crisis de identidad de tres mujeres muy unidas quienes vivencian que sus realidades no se corresponden a sus ilusiones de vida.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 17.11.2019

«Intento poner sobre la mesa las expectativas de vida, que muchas veces tienen que ver con la idea intelectual de la vida: la idea de familia, de pareja, del sexo, del fracaso, del éxito, de la maternidad… Son conceptos intelectuales fruto de nuestra cultura que nos afectan. Y luego, cuando bajas a la vida real y a la emoción, ¿qué papel juegan? ¿Encajan con lo que realmente vives? ¿Te hacen feliz? ¿Los quieres cambiar? ¿Podemos modificar esas estructuras mentales tan férreas con las que hemos crecido?»
Leticia Dolera (sobre la obra en entrevista para El Periódico)

 

Preliminar

Para aquellos lectores que no hayan visto esta serie y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final).

 

Maria y alrededores

Todo gira en torno a María (Leticia Dolera, espléndida) una mujer un tanto excéntrica que tiende al autocontrol. Gustavo, su pareja, (David Verdaguer) la ha dejado cuando iban a comprometerse en un proyecto común duradero: la formalización de una hipoteca. Así, se ve obligada a irse a vivir con Esther (Aixa Villagran,genial) la hermana artista quien encarna su antítesis: ella es todo descontrol. Ambas, junto con Cristina (Celia Freijeiro) su amiga de infancia que ya es madre de familia forman un trío muy peculiar, es bello que en sus marcadas diferencias permanezcan siempre unidas apoyándose mutuamente gracias al amor-amistad verdadero que comparten.

María quiere cambiar, quiere dejarse ir. Así, de la mano de su hermana se droga y “colocada” hace el amor con Gari (sublime Enric Auquer) el jardinero de la finca de Cristina. Pero en su descontrol queda embarazada comprobando después que el joven tiene discapacidad mental. Surgen las dudas de si tener o no al bebé que pasan por el averiguar si Gari tiene discapacidad genética… Como no es así María decide ser madre –siempre lo ha deseado- e ir con él y Esther a comunicárselo a sus padres (Carmen Machi y Fernando Colomo, unos secundarios de lujo). Poco a poco nuestra protagonista conocerá a Gari, descubriendo que es un chico excepcional por su sinceridad y gran corazón. Un buen hombre cuyos puntales son su padre (Pedro Casablanc) y su educador social Xosé (Manuel Burque) con quien María iniciará una relación…

 

Volteando  “Vidas perfectas”

Llama la atención que el título de la obra aparezca girado en distintos fotogramas, lo entiendo como evocación de que la perfección nada tiene que ver -tal y como comenta Dolera- con lo que nos han “vendido” en esta sociedad nuestra donde se prioriza el materialismo y abundan los estereotipos vacíos. A menudo persiguiendo ideales aprendidos-recibidos que creemos como “perfección” dejamos de ver-valorar nuestra propia-auténtica perfección que suele ser más simple que ese ideal. Y en el esfuerzo de alcanzar esa “perfección” tan vinculada al exterior- el aparentar- nos perdemos y perdemos lo que realmente somos: nuestra forma única, nuestra rica diferencia, nuestra expresión sincera que entiendo como base de la verdadera perfección. La perfección no cómo un canon más o menos impuesto sino como el encontrar una expresión que nos defina y agrade.

En la película, Cristina sirve de ejemplo para la “vida perfecta” ligada al status material. Es una profesional de éxito, vive en una vivienda con todas las comodidades y con pareja estable. Pero para nada su vida es perfecta; siente el agobio-peso de la responsabilidad casi exclusiva por las hijas, está en permanente lucha consigo misma para congeniar el ser madre con el cumplir en su trabajo, está insatisfecha en lo sexual debido a que Javier su esposo habitualmente “despacha” sexo con rapidez y sin tenerla en cuenta. Así, decide tener aventuras con otros hombres para “romper” su falsa perfección.

También la de Esther podría considerarse desde otra óptica bien distinta una «vida perfecta”. Ella es una mujer aparentemente libre, vive su vida sin dar explicaciones, sin relación fija y no está obligada a un horario ni por trabajo ni por hijos. Nadie depende de ella, hace y deshace a su antojo. Pero se evidencia que no está bien, Esther se sabe dependiente económicamente de sus padres y en su insatisfacción se evade constantemente en el alcohol y en las drogas. Es una artista que parece no confiar en sí misma, así no publicita-muestra su obra por las redes y se desanima en una exposición por el desinterés del público.

Por su parte a María se le hace pedazos el ideal de “vida perfecta” tan similar al de su amiga Cristina. Al inicio de la película la vemos siendo niña jugando en su casa de muñecas con los clichés clásicos de los esposos que comprarán un piso. Un ideal impuesto que no se cumple en su realidad adulta y que al no cumplirse le abre la posibilidad a encontrar algo más auténtico. Y será su inesperado embarazo el medio que le ayudará en su búsqueda hacia la verdadera vida perfecta que anhela, búsqueda en la que se verán implicadas Esther y Cristina ambas también en crisis. María dará a luz un bebé que traerá consigo la posibilidad de una nueva forma de vivenciar para las tres.

 

Enric Auquer en «Vida perfecta» (2019)

 

Luz

La realizadora barcelonesa expresa a propósito de Vida perfecta en la entrevista concedida a El Periódico: “Intento poner luz a temas que a veces creo que tienen sombras y con los que yo misma estoy confusa. Para decir: ¿A ti también te pasa? ¿Y cómo lo gestionamos?”. Temas como:

-La sexualidad. Se nos muestra explícitamente cómo viven la sexualidad estas mujeres. Es un mostrar que es reflejo de su sentir liberador, la mujer no ya como objeto del deseo sino como sujeto del deseo. Las vemos queriendo-buscando-deseando tanto sexo como los hombres: masturbándose, haciendo el amor cuando sienten ganas sin cortarse, hablando de sexo con naturalidad… La obra es liberación sexual femenina, es una oda al sexo deseado y consentido.

-La discapacidad. Dolera –que ya trató de la discapacidad mental en su película Requisitos para ser una persona normal– nos muestra la luz que es Gari para María. Cuando ambos hacen el amor es bella la delicadeza con la que él la trata, su respeto que es compartido. Una belleza que se realza con la simbólica luz solar blanca en el gran castillo hinchable del jardín. María va descubriendo en Gari a un hombre muy especial y sorprendente –como ella misma- un buen hombre que se emociona y tiene empatía. Y un hombre que dice la verdad, en este sentido resulta divertida la escena en la que le comenta a ella que no es su tipo porque no le gustan ni su nariz ni sus ojos saltones.

Paralelamente se nos muestra cómo Gari es visto con extrañeza por alguna gente al saber que es el padre del hijo que espera María, o los prejuicios sociales que desafortunadamente aún están presentes hacia colectivos como el suyo. Pero a Gari poco le afectan esas gentes, es un joven afortunado que gracias al apoyo de su padre y a Xosé tiene una vida satisfactoria. Apoyo que seguirá en su nuevo rol paterno, el educador lo expresa bellamente a su preocupado padre: “que sea responsable con esto es la hostia para una persona con su discapacidad, y eso es gracias a ti. Deberías sentirte orgulloso de él y de ti”.

-La dependencia del reconocimiento. Un tema muy actual en este mundo de redes sociales donde se buscan seguidores y “me gusta” como falsa forma de autoafirmación. Esther nunca ha querido depender del reconocimiento y tras el “fracaso” de su exposición le comenta a Xosé: “¿Qué pasa, cómo no he vendido ni un puto cuadro soy una fracasada?¿ O cómo no tengo followers no valgo nada?  ¡Anda ya! Que yo nunca he querido tener followers, lo que quiero es pintar. Antes disfrutaba pintando, ahora se me han quitado las ganas con toda esta mierda. Debería volver a pintar para mí”. O el darse cuenta que es una o uno mismo el que debe reconocerse-aceptarse.

-La maternidad. Cristina encarna la madre “experimentada” en crisis, Dolera aclara que le interesa mostrar a través de ella un tabú social que es necesario superar: “El tabú de las madres que a veces están hartas de serlo y no pasa nada, esto no te convierte en un ser horrible. Porque con las mujeres siempre sale la culpa enseguida, y con eso es con lo que hay que romper”. Coincido con la directora, no hay verdadera igualdad de género si la mujer se responsabiliza más que el hombre de lo que significa el estar-sentir un hogar compartido (especialmente si es un hogar con hijos).

Y la maternidad de María, todo un proceso compartido del ¿cómo lo hacemos? muy especial…

 

El alimento de la vida es el amor

En ese plural de la pregunta están Gari, el padre biológico que asume con valentía e ilusión -en su limitación- la paternidad, también Gustavo que vuelve con María e incluso se casa con ella aceptando la situación dispuesto a ser “padrastro”, están la hermana y la amiga siempre unidas para todo y Xosé quien –a pesar de que su relación con María no parece tener continuidad- sigue estando allí. Y da igual que el compromiso entre María y Gustavo vuelva a no funcionar, ellos se dan cuenta que se quieren pero no tanto como para comprometerse aceptándolo con naturalidad.

Nace el niño, todos vivenciándolo con María, especialmente Gari. Lo vemos feliz cambiando el pañal de su hijo en la habitación hospitalaria observado con orgullo por el padre ahora abuelo. También María observa satisfecha desde su cama, momento en que entran Esther y Cristina con comidilla para la heroína que simboliza el picnic de familia-grupo amado. Lo hablaron las dos amigas, María quería sentir que forma parte de una “familia” que van a la playa juntos. Esa es su vida perfecta y la tiene allí en la habitación del hospital.

Las tres en el picnic hospitalario hablan y reconocen que no tienen plan de vida. ¿No será esa vida perfecta la de su verdadera amistad y compañías masculinas queridas? Y hablan de compartir. Gari ofrece su casa para que vengan las tres a vivir, Esther hace lo propio con la suya, Cristina que no estaría mal vivir todos juntos y criar a los niños como si fueran una gran familia hippie… María sonríe al tiempo que el fotograma de Vida perfecta voltea y suena el tema «Alimento de la vida» de Natalia y la forquetina: “Alimento de la vida/Es el amor/Alimenta las heridas/Calma el dolor”.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Leticia Dolera en «Vida perfecta»

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Un fotograma de Vida perfecta (2019), de Leticia Dolera.